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07/11/2025

“Mataron a mi familia”: el crimen atroz que cambió la vida de Fito Páez y el dolor del que emergió “Ciudad de pobres corazones”

Fuente: telam

El 7 de noviembre de 1986, mientras estaba en Río de Janeiro, el músico rosarino recibió la noticia del asesinato de sus abuelas, las mujeres que lo habían criado. Del profundo dolor y un viaje a la Polinesia para salir de la oscuridad nació uno de sus discos más viscerales

>Un caso policial estremeció a la ciudad de Rosario el 7 de noviembre de 1986. Ese mediodía, dos hermanos jóvenes, de veintitrés y dieciocho años, irrumpieron en la antigua casona ubicada en la calle Balcarce 681 y cambiaron para siempre la vida de uno de los mejores músicos de la Argentina: Fito Páez.

El ataque fue brutal. A Zulema Ramírez le dispararon en la cabeza, mientras que Josefa Páez recibió más de cuarenta puñaladas. La violencia no se detuvo ahí: Fermina Godoy fue asesinada con una cuchillada en el pecho.

La noticia encontró a Fito Páez muy lejos: alojado en un hotel de Río de Janeiro, a 2.500 kilómetros de su ciudad, sin posibilidad inmediata para enfrentar la tragedia.

Para el músico, la serie de duelos familiares resultaba devastadora; apenas un año antes, en 1985, había muerto su padre, Rodolfo Páez, quien lo había criado, junto a las abuelas, desde la muerte temprana de su madre. Fito Páez tenía solo ocho meses cuando su mamá, Margarita Zulema Ávalos, murió de cáncer de hígado, por lo que su entorno familiar había sido siempre reducido y muy cercano.

El hallazgo de los cuerpos fue obra del esposo de Fermina Godoy. Al no encontrar respuesta en la casona cuando fue a buscar a su esposa, decidió acudir a la Comisaría Tercera de Rosario. Al ingresar, los policías se toparon con una escena horrenda: el cuerpo de Josefa Páez cubierto de sangre, igual que el de Fermina Godoy. De inmediato, la conmoción y el horror se propagaron entre los allegados y la prensa.

Durante los primeros días, las hipótesis policiales se multiplicaron sin llegar a una resolución lógica. Según reconstruyeron fuentes policiales, se sospechó incluso de familiares, de los tíos de Fito Páez, y hasta del propio músico, así como también del esposo de la empleada doméstica. Incluso “plantaron” un ladrillo de marihuana en la casa para intentar vincular el hecho al narcotráfico, maniobra que retrasó el regreso de Fito Páez desde Brasil y sumó sospechas sobre la investigación.

En medio del caos, Fito Páez se expresó públicamente, reflejando el desconcierto y la crudeza del momento: “El mundo está mal hecho. Hoy me tocó a mí, hace cinco años le tocó a John Lennon. En este momento estoy aturdido, desamparado. Mataron al amor de mi vida, mi abuela”, declaró el músico por aquel entonces.

Charly García, tal vez el más grande de la música argentina, y amigo personal de Páez, lo acompañó la noche que se enteró de la noticia. “Charly García me hizo reír en una de las noches más negras de mi vida”, recuerda Fito Páez sobre esa noche atípica en la que ambos vieron juntos la película Purple Rain, de Prince, y una broma de García consiguió aliviar, por un instante, el clima luctuoso.

Sumido en la tristeza, Páez obtuvo algo de consuelo de quien era su pareja por entonces, la cantante Fabiana Cantilo: “Fabi me agarró de los pelos una tarde, me puso en un Fiat y me llevó a la sala con Luis Alberto a ensayar La La La. Si eso es salvarle la vida a alguien, ella lo hizo. Y no fue la única vez que lo hizo”, explicó el propio músico.

La investigación policial sobre los asesinatos avanzó entre controversias y rumores, hasta que, por fin, una pista permitió desentrañar el caso. Un miembro de la Policía de Santa Fe se infiltró durante semanas en el ambiente de la prostitución rosarina. La clave apareció cuando Paola, una joven trans, aportó un dato fundamental: el collar que llevaba puesto le había sido regalado por Walter de Giusti, y pertenecía a la abuela del músico.

De acuerdo con las crónicas policiales y los datos judiciales recopilados en la causa, las víctimas sufrieron una violencia inusitada, evidenciada en el número de lesiones y la frialdad de los asesinos. La saña empleada contra mujeres mayores y una embarazada dejó una huella indeleble en la ciudad y en el entorno del músico, que permaneció conmocionado. Los detalles técnicos del expediente y la reconstrucción de los hechos aumentaron la relevancia pública del caso, sumando presión a las autoridades para esclarecerlo y generar respuestas.

El proceso judicial concluyó con la condena a reclusión perpetua para Walter de Giusti el 24 de agosto de 1987. Su hermano fue dejado en libertad condicional. De acuerdo con los registros policiales y judiciales, nunca se esclareció de manera concluyente el motivo que llevó a los hermanos a cometer semejante brutalidad. El caso permaneció como uno de los episodios más impactantes de la crónica policial argentina. De Giusti alguna vez dijo que su confesión fue armada por la policía. Salió de la cárcel porque contrajo HIV en prisión y obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria. Pero como violó las condiciones de detención y por eso volvió a entrar y murió detenido en junio de 1998.

El final de la investigación, con la detención y condena a perpetua del autor de los crímenes, no consiguió compensar el vacío dejado por la pérdida. Fito Páez, en julio pasado, habló de aquella tragedia personal: “Yo fui una víctima secundaria. Las víctimas fueron mi abuela, mi tía abuela, la empleada y su hijo. Es un proceso tuyo que no se saca con ningún siquiatra y que vas a llevar hasta el último día de tu vida”.

En aquel álbum, y particularmente en la canción titulada como el disco, Ciudad de pobres corazones, aparecían versos que hablaban de la experiencia traumática vivida por Páez:

Matan a pobres corazones

En esta sucia ciudad no hay que seguir ni parar

Ciudad de locos corazones”.

Fuente: telam

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