05/09/2025
La vida de Hugo Lescano, el “especialista en gestos”, desde que fue diagnosticado con ELA: “Voy a dar la mejor batalla”

Fuente: telam
El experto en comunicación no verbal y lenguaje corporal, de 58 años, explicó cómo recibió la noticia de que tenía una enfermedad degenerativa y cuáles son sus planes para enfrentarla. “Es un invitado en tu casa que querés que se vaya y sabés que no se va a ir”, reflexiona
>A punto de cumplir 58 años, Hugo Lescano recibió un diagnóstico que le cambió la vida: ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Como si fuera una paradoja del destino, el “especialista en gestos”, como lo llaman en los programas de televisión a los que va a hablar de lenguaje no verbal, hoy tiene que enfrentar una enfermedad que daña, ni más ni menos, que las células que controlan el movimiento. Y sabe que tiene un gran desafío por delante. Sin embargo, después de pasar por las distintas etapas emocionales que le generó asimilar esta nueva realidad, decidió que solo tenía una opción por delante. “Voy a dar la mejor batalla”, dice en diálogo con Infobae.
—Me identifico mucho como investigador y docente. Doy clases en la universidad. Y ahora tenemos nuestro propio campus con 1700 estudiantes de todo el mundo en línea, certificándose como analistas del lenguaje corporal.
—Sí, implica una parálisis. Inclusive facial.
—Fue un proceso. Yo ya venía sospechando algo cuando empecé a tener el habla un poquitito más lenta, con dificultad para pronunciar la “r” en algunas palabras. Y estoy acostumbrado a pensar con anticipación los peores escenarios, siempre.
—¿Eso es bueno o es malo?—En este caso empezó con una pequeña dificultad para el habla...
—Solo ese síntoma tengo, por el momento. Pero claro, comencé con los estudios. Primero fui al neurólogo. Y empezaron a descartar enfermedades. Porque la medicina de una no te dice qué tenés, te dice lo que no tenés. Empecé descartando un tumor cerebral, con una resonancia. Después hice otro estudio y otro. Y así los médicos fueron achicando el círculo. Hasta que me hicieron un electromiograma en el que te pinchan de todos lados y, cuando decís hasta acá, el tipo te dice: “Le vamos a dar un poquito de electricidad”. Y te empiezan a medir los impulsos nerviosos. Ese estudio salió con cierta ambigüedad, por lo cual el diagnóstico fue ELA probable. ¿Por qué? Porque esta enfermedad tiene marcadores muy difusos. Y cuando ya tenés la certeza, es tarde. Así que cuando detectan algo se aborda un tratamiento.—Uno está siempre esperando que sea un algo pasajero, una pesadilla. Decía: “Che, esto no me puede estar pasando”. Y, cuando ya me dieron el diagnóstico, los primeros días lo negaba. “Esto no puede ser. ¡Si yo estoy bien!“. Después, empezás a enojarte.
—¿Con quién? ¿Con la vida?—¿A negociar qué?
—Decir: “¿Cuánto viviré y cómo voy a vivir? ¿Qué voy a hacer con esto?“. Porque es como un invitado en tu casa que querés que se vaya y sabés que no se va a ir.—Tal cual. Te cambian las reglas y vos decís: “Bueno, pero no puedo vivir enojado o negando esto. Negociemos”.
—Victimizarse tampoco ayuda en este caso...—¿Tenía que darle otra orden al cerebro?
—¿Esto es real? ¿Armó un esquema de horarios para sobrellevar la enfermedad?
—Qué importante esto que dice porque, por lo general, la persona cuando está enferma se vuelve un poco egoísta y no ve lo difícil que es también la situación para los que acompañan.
—¿Ese es el momento en que se permite sentir el dolor?
—¿Se trata entonces de permitirse estar mal, pero no dejar que eso anule todos los otros aspectos de la vida?
—¿Le dijeron lo médicos cómo va a seguir su tratamiento? ¿Está preparado para lo que pueda venir más adelante?
—Es verdad.
—Me habló de una etapa de negación, otra de enojo, otra de negociación... ¿Y el miedo?
—¿Se van mezclando?
—¿Y cómo lo afecta en su profesión, teniendo en cuenta que trabaja con el lenguaje y los gestos?
—¿Cómo cuáles?
—Es un ejemplo: en lugar de quedarse en la autocompasión, se puso a planear cómo resolver mirando para adelante...
—Muy cierto.
—¿Siente que es el encargado de escribir cómo sigue su historia?
—Usted está casado con Senda, su novia de toda la vida, y tiene una hija de 28 años, Aldana. ¿Cómo reaccionó su familia frente a esta obstáculo?
—Como cualquier matrimonio, supongo.
—¿Y su hija?
—¿Va a lo pragmático?
Fuente: telam
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