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10/08/2025

Cafetines de Buenos Aires: tango, boxeo y los versos de la canción “Sur” de Homero Manzi que se distinguen desde el bar El Buzón

Fuente: telam

En la esquina Esquiú y Tabaré del barrio porteño de Pompeya, se erige desde hace 95 años un bar que no siempre se llamó así: fueron los vecinos quienes impulsaron la denominación para del boliche que quedaba enfrente del típico buzón rojo del Correo Argentino. Borges, Manzi, la naturaleza del sur de la ciudad de Buenos Aires y la configuración sentimental de otro Bar Notable

>“Nostalgias de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó, pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió”.

El Buzón está ubicado en Esquiú y Tabaré. Es la esquina de ángulo agudo de una manzana con formato triangular. Entre 1897 y 1927 toda la manzana estuvo ocupada por el Colegio Luppi. Siendo adolescente, Homero Manzi estuvo de pupilo en el Luppi. Esto ocurrió entre 1920 y 1923. Y por la ventana de su cuarto del primer piso miraba hacia “las calles y las lunas suburbanas”. Las noches del sur de Buenos Aires fueron su musa. La casualidad hizo que, durante los mismos años que lo tuvieron como pupilo a Homero Manzi, un jovencito Jorge Luis Borges escribiera su primer libro de poemas Fervor de Buenos Aires, publicado en 1923. En su iniciático texto, Borges dejó entrever su amor por el sur y los márgenes. Sin embargo, el sur borgeano resultaba más inasible. Las caminatas de nuestro máximo escritor se orientaban hacia la Estación Constitución para continuar la vía ferroviaria austral hacia Adrogué. El sur para Manzi siempre fue más terrenal. Sobre terrenos bajos, anegadizos, de “barro y pampa”. Jorge Luis Borges publicó su cuento El sur poco después de la muerte de Homero ocurrida en 1952. Dos enormes hombres de letras. Dos sures. Un mismo sentimiento localista.

Continúo con la historia de la manzana triangular. En 1927 falleció el director del Colegio que la ocupaba, Eduardo Colombo Leoni. Poco después este pedazo de barrio, allá en Pompeya se loteó en siete parcelas. Tres años más tarde, en 1930 —otro cafetín fundado en ese histórico año— abrió el bar. El nombre proviene del buzón del correo argentino ubicado frente a la puerta del boliche. Claro que su primera denominación no fue esa. Pero para el barrio ese ornamento urbano era su punto de referencia. “Te espero en el buzón”, “Nos encontramos en el buzón” y así. Finalmente, el bar se apropió del decir popular.

Hoy El Buzón está en manos de Arturo Antón, un uruguayo que antes de comprar el fondo de comercio —y también el baúl desfondado de historias, leyendas y mitos de una barriada— trabajó de mozo en El Reloj —calle Lavalle—, La Victoria —Recoleta— y en el Politeama —Avenida Corrientes— donde fue compañero de Pedro Quintana, de quien hablé en El mismo Arturo me trae el café a la mesa y se sienta a conversar. Desde su silla marca todos los puntos que narra Manzi en sus letras. “Allá está la esquina del herrero”, dice y señala con el dedo índice el cruce de Centenera y Eduardo Colombo Leoni. “El paredón del después formaba parte de la curtiembre Luppi”, sigue adelante con las indicaciones Arturo. La Curtiembre Luppi fue fundada en 1860 por el italiano Abraham de Filippi. Luppi era el apellido de su esposa. Cuando don Abraham fallece, su cuñado, Santos Luppi toma las riendas del negocio. Muchos historiadores del barrio afirman que Pompeya se consolidó alrededor de esa curtiembre. La empresa progresa y reclama mano de obra. Entonces, ante la falta de escuelas públicas en la cercanía, los Luppi deciden fundar un colegio privado para aliviar las necesidades de sus empleados. En 1887 abrió el Colegio Luppi. Ese que moldeó a Homero Manzi.

Arturo no se detiene. “Una luz de almacén”, agrega, sería la despensa y bar La Laguna que pertenecía a la familia Serventi desde 1890. Estaba ubicado sobre Centenera al 2900, vereda impar, frente a la actual Sede Comunal 4. De pronto, Arturo se pone de pie. Lo llaman desde la cocina para que les alcance unos platos a una pareja sentada en la punta del triángulo. De la mesa de al lado me chista un hombre mayor que estuvo escuchando mi charla. Es un viejo parroquiano del bar. Se presenta como Humberto, un ex-chofer de la línea 6 que unía Pompeya con Retiro y el Correo Central. Cuenta que la 6 fue la primera línea que circuló por la Avenida Corrientes en 1931, pero que ya tampoco corre con ese nombre. “La absorbió la 50” dice acongojado. El recorrido actual de la línea 50 tampoco llega hasta el Correo Central. Me detengo en este punto para contar otra sabrosa anécdota.

Corría el año 1999. El Correo Argentino había sido privatizado un par de años antes. El envío de cartas en papel era una costumbre en desuso. Fue entonces que la empresa que controlaba el correo decidió retirar de las veredas los viejos buzones de la ciudad. La polémica resolución se hizo efectiva, por ejemplo, con el buzón de la esquina de Esquiú y Tabaré. La misma que dio nombre al bar y contención a su entorno. Gregorio Plotnicki, vivía frente al Bar El Buzón. Viejo coleccionista de objetos tirados en la calle, fue el fundador del Museo Manoblanca, otro hito de Pompeya ubicado en la dirección que Homero Manzi inmortalizó en su tango Manoblanca, la esquina de Centenera y Tabaré. Cometido el desguace, Plotnicki escribió una sentida carta al Diario Clarín reclamando por la ausencia del buzón y la pérdida de identidad barrial. La pueblada acompañó con el cuerpo la misiva y un mes más tarde el buzón fue colocado de nuevo en su lugar.

Son las 3 de la tarde, el bar entra en su última hora de apertura. Algunos pocos trabajadores de la zona siguen ordenando los platos del día: tallarines verdes caseros con salsa bolognesa o ravioles con estofado. Por estos tiempos, el Bar El Buzón abre de lunes a viernes de 7 a 16. Muy atrás quedó el horario extendido hasta la noche o los fines de semana de tangos y poesía. Confiesa Arturo que entre 2003 y 2011 llegó a vender 15 docenas de medialunas con el desayuno. Hoy vende 3.

Como dije, el dibujo del bar tiene un formato recortado en extraños ángulos. Su mobiliario es de mesas de madera con tapas de color negro o verde y sillas tapizadas en cuero. Las paredes son un abrazo de tango. Las infaltables fotos de Carlos Gardel, un importante espacio homenaje a Homero Manzi, por supuesto, y un rincón dedicado a Ringo Bonavena quien supo visitar el bar. Sostiene Arturo que el deporte más popular del barrio era el boxeo. Horacio Acavallo y Alfredo Prada, ambos vecinos, lo acreditan. En cuanto al fútbol, la feligresía del Buzón adhiere al Club Atlético Huracán. Quizás otro motivo de disputa territorial con su histórico rival, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, que se suma al primer verso de Sur cuando Homero se ubica en “San Juan y Boedo…”.

Son tres los tangos que Homero Manzi le dedicó a Pompeya a partir de las imágenes, olores y sensaciones que le dejó la etapa estudiantil en el Colegio Luppi. He mencionado Sur y Manoblanca. Del tercero, Barrio de tango, también cité un verso. Arturo se ocupa de ubicar otras dos locaciones cercanas a su bar. El “farol balanceando en la barrera” corresponde al cruce de Centenera y la actual Perito Moreno, próximo al terraplén ferroviario, las noches con “ladridos de perros a la luna” y “el misterio de adiós que siembra el tren”.

Instagram: @cafecontado

Fuente: telam

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