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30/07/2025

Alfredo Londaibere en Colección Amalita: la exuberancia de la identidad, el deseo y los “chongos”

Fuente: telam

La muestra “Este soy yo” reúne casi 400 piezas del artista argentino, quien forjó su camino de búsqueda estética a través de una desenfrenada experimentación

>398 obras. Un non-stop de estímulos, colores, experimentación en collages y pintura. Deseo, desbordante y homoerotismo. La muestra Este soy yo, dedicada a Alfredo Londaibere (1955-2017) en la Colección Amalita, revela la desmesura creativa de un artista en una búsqueda irrefrenable.

La retrospectiva, que se despliega a partir de la construcción por parte de Cippollini de trece series cuidadosamente ensambladas, invita a sumergirse en la complejidad de Londaibere que, lejos de la formación académica tradicional, forjó su camino en talleres y a través de una autoeducación rigurosa.

Esta estructura responde a la propia lógica del artista, quien solía retomar temas y motivos a lo largo de los años, generando reiteraciones y variaciones que permiten rastrear sus obsesiones y transformaciones, así como a la implementación de un riguroso sistema de autoguardado y archivo en carpetas y sobres.

Así, Este soy yo retoma, desde otro lugar, a Uno de los ejes fundamentales de la obra de Londaibere es la experimentación con técnicas combinadas: dibujo, collage y pintura se entrelazan en la mayoría de sus piezas, muchas de ellas realizadas sobre papel. Esta elección de soporte no solo respondía a una cuestión práctica, contó el curador, sino que también a que “le permitía una mayor agilidad y libertad en el proceso creativo”. Y agregó: “La materialidad era fundamental en él”.

El segundo eje es el componente homoerótico y la exploración del deseo. Londaibere fue un activo participante del Grupo de Acción Gay a fines de los años 80 y principios de los 90, y su obra dialoga con las preguntas sobre la identidad, el cuerpo y la representación de la sexualidad.

La organización espacial responde a la diversidad y riqueza de su corpus: las 13 series seleccionadas se distribuyen en cuatro salas y un pasillo, este último reservado para las obras “periféricas”, aquellas que, según Cippolini, “se recortan del resto” y testimonian otras facetas del trabajo del artista, como la escultura en madera.

Un rasgo distintivo de la producción del artista es la ausencia de títulos en la mayoría de sus obras. Muchas piezas, especialmente las más tempranas, solo estaban numeradas o identificadas por el contenido de las carpetas donde se guardaban. Los títulos actuales, entonces, funcionan como guías indicativas o formales, y en ocasiones aluden directamente a los motivos representados, como “torsos”, “chongos” o “chicos en el bosque”.

“La parte más erótica de los cuerpos no fue tan mostrada. Ni la parte tanto de collage nunca se mostró en vivo”, enfatizó Cippolini.

Una de las cuestiones interesantes es cómo la identidad del artista se refleja incluso en la creación de su firma. “Su apellido verdadero era Londabe’here y al principio firmaba las obras con ‘Alfredo’. Luego, se empezó a llamar Londaibere. Si se googleá eso, el único que aparece es él”, dijo Cippolini. El nombre, inventado y adaptado, responde tanto a la dificultad de escritura de su apellido original como a una voluntad de singularidad y autoafirmación. La búsqueda de ese “este soy yo” fue, en ese sentido, no solo una búsqueda interna que se manifestaba en sus recurrencias, sino también se extendía en la proyección hacia un afuera.

La muestra no solo permite acceder a la diversidad formal y temática de Londaibere, sino que también invita a reflexionar sobre la construcción de esa identidad artística y personal. “Él por principio no le interesaba hablar demasiado de su obra. Decía: ‘Hagan su experiencia’”, recordó Cippolini.

En el tercer y cuarto núcleo, se produce un giro hacia lo íntimo y lo espiritual, donde la religiosidad aparece de manera sutil, diseminada en detalles y referencias que requieren una mirada atenta.

“La última parte fue más pictórica, fueron las flores, su parte más formal”, detalló el curador. El componente religioso, aunque menos evidente, atraviesa la obra como un hilo sutil, exigiendo del espectador una mirada atenta y sensible.

En Este soy yo se presenta a un Londaibere que se mueve por los carriles de lo mundanal, quitando la veladura mística, desnudando al hombre frente a su obra, frente a su esencia, que como en un diván, deja brotar la verbalidad pictórica de su deseo, su búsqueda irrefrenable. Y lo hace a través de 398 obras.

Fuente: telam

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