29/10/2025
El día que China descubrió que su política de hijo único había sido un error fatal y ya no había vuelta atrás
Fuente: telam
Hace diez años, el Gigante Asiático anunció el relajamiento de su restricción a la natalidad para intentar desactivar una “bomba demográfica”. Pero aún no logra compensar décadas de prohibición
>“Era de crecimiento negativo”. Así denomina China al severo proceso que atraviesa su demografía en los últimos años, un proceso que no para de profundizarse y que, así descripto, suena menos contundente de lo que es. “Era de crecimiento negativo” es, en realidad, un eufemismo para la crisis poblacional de magnitud histórica que atraviesa el gigante asiático que, en medio de esa crisis, ya dejó de ser el país más poblado del mundo.
Pero en 1979 el oficialismo chino no podía -o no quería- imaginarse esas consecuencias. Así que impuso la obligación de que los matrimonios que vivían en las zonas urbanas tuvieran sólo un hijo. Se trataba de un control radical de la natalidad en un país que en los años setenta del siglo pasado se acercaba a los mil millones de habitantes. En ese momento, el gobierno encabezado por Deng Xiaoping creía que para satisfacer las necesidades básicas de su población, esa población debía dejar de crecer casi exponencialmente.
A la vez, quienes no cumplían con la limitación de tener sólo un hijo debían pagar altas multas, en algunos casos, equivalentes a un año de ingresos familiares por cada “hijo excedente”. La política implementada fue criticada globalmente: se la calificó como una violación a los derechos humanos y reproductivos de millones de personas.
El Partido Comunista Chino hizo sus números: según estimó, la Política de Hijo Único evitó entre 300 y 400 millones de nacimientos que se hubieran sumado al total de la población. En ese sentido, el Estado consideraba que evitar ese incremento de la población permitía encauzar al país en un crecimiento económico más profundo y rápido.
Las consecuencias de la restricción a la natalidad fueron varias, y fueron mucho más allá de lo que el gobierno quería lograr. Por un lado, las décadas de freno a la natalidad generaron un desequilibrio demográfico y social de género. Llegó a haber casos de infanticidio contra niñas, además de un mayor abandono de esta población en hogares y orfanatos, y abortos selectivos según el sexo biológico del feto. Según el último censo, el 51,2% de los habitantes chinos son varones, una proporción que supera a la tendencia global.La medida que se había tomado pensando que no hubiera tantos habitantes, y que entonces cada habitante contara con más recursos per cápita, redunda ahora en una población activa cada vez más acotada respecto de la población pasiva. Hacia 2050, se espera que haya sólo un trabajador activo por cada persona retirada, una proporción que se aleja de la que hubo hace apenas algunas décadas: siete trabajadores activos por cada retirado.
Ese envejecimiento vertiginoso hizo sonar las alarmas y, hace exactamente diez años, China anunció el relajamiento de la Política de Hijo Único. El 29 de octubre de 2015 fue el día en el que, oficialmente, el gobierno empezó a desarmar la “bomba demográfica” que había empezado a construir décadas atrás. Pronto sabría que ninguna de esas medidas resultaría lo suficientemente fuerte.En el corto plazo, el relajamiento pareció generar el efecto buscado: que la natalidad creciera. En concreto, en 2016 hubo un aumento del 7,9% de los nacimientos respecto del año anterior, un incremento que no logró sostenerse como tendencia con el correr de los años siguientes. Ningún relajamiento parecía funcionar como para que la población china dejara de envejecer tan rápidamente.
Es que la sociedad se había moldeado bajo la Política del Hijo Único y, en medio de esa imposición, las parejas y especialmente las mujeres elegían postergar la llegada de hijos, o incluso no apostar a ese objetivo, priorizando la trayectoria profesional y una vida no tan dedicada a las tareas de cuidado. Como ocurre en tantas otras partes del mundo -también en Argentina-, el tiempo que las mujeres chinas dedican a ocuparse de cuidar es mucho mayor que el que destinan los varones, algo que también impacta en sus elecciones sobre maternar o no.El censo chino de 2020 confirmó las sospechas: la población de ese país crecía al ritmo más lento en décadas. Así que en mayo de 2021 el Partido Comunista volvió a anunciar un relajamiento. Desde entonces, cada familia podría tener hasta tres hijos. El gobierno lo anunció como una medida para “responder de manera activa al problema del envejecimiento” y “mejorar la estructura de la población”. La siguiente barrera cayó enseguida: en julio de 2021, China eliminó por completo todo límite a la natalidad, así como las sanciones impuestas a quienes los excedieran. El gobierno buscaba a como diera lugar revertir el efecto de la política que había instalado en 1979.En 2023, India se convirtió en el país más poblado del mundo y China, que había ocupado ese lugar históricamente, quedó en segundo puesto. Ese año, el gobierno censuró en redes sociales un artículo periodístico que daba cuenta de que el país había tenido en 2022 la tasa de fecundidad -es decir, el promedio de hijos por mujer- más baja de su historia desde que se llevaban registros. La información estuvo publicada pero luego fue borrada y ya no se permitió el acceso.La tasa, de 1,09 hijos por mujer, mostraba que, ya levantada la restricción de un solo hijo por familia -e incluso, ya levantadas todas las restricciones-, la natalidad estaba muy por debajo de la llamada “tasa de reemplazo”, que es la que permite que la renovación generacional se mantenga estable. En concreto, cuando un país está por debajo de la tasa de reemplazo, su población está envejeciendo. Con esa tasa de fecundidad, China se ubicaba además como el país con menor promedio de hijos por mujer entre los de más de 100 millones de habitantes.Aunque aún no existe el dato oficial, se estima que la tasa de fecundidad siguió bajando, y en 2024 se habría ubicado en 1 hijo por mujer, lo que ubicaría a China sólo por encima de Corea del Sur entre los países con menor natalidad. Son todos indicadores que confirman la tendencia que el gigante asiático empezó a admitir públicamente con el relajamiento de las restricciones a las familias que querían tener más de un hijo.
Diez años después del primer relajamiento, nada parece surtir efecto ante una población que, como tantas otras en el mundo, envejece cada año y, en el caso de China, también se achica. El mismo partido que hacia los ochenta impuso la Política de Hijo Único ahora incentiva la natalidad a través de subsidios para el cuidado infantil y la ampliación de licencia por matrimonio y maternidad.Mientras el gobierno imponía un límite taxativo en la cantidad de hijos, se fue produciendo un cambio cultural al que no escapa buena parte de Occidente. Los jóvenes universitarios chinos aseguran, en buena parte, que casarse y tener hijos “no son de relevancia” para sus vidas, según estadísticas de los últimos años.
Hace casi cincuenta años, el que era el país más poblado del mundo decidió que debía ser drástico para frenar un crecimiento poblacional al que no le encontraba borde. Y hace diez, ese país empezó a dar vuelta su propia decisión. Desarmó su Política de Hijo Único por etapas, pero nada parece reactivar la natalidad allí donde estuvo prohibido crecer como familia y ahora hay premios por hacerlo. ¿El desarme de la “bomba demográfica” habrá llegado demasiado tarde?
Fuente: telam
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