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22/10/2025

Churchill los volvió un mito y, como recompensa, la monarquía le regaló posavasos: el biógrafo de Lady Di vuelve a contarlo todo

Fuente: telam

El nuevo libro de Andrew Morton explora cómo el político, a través de su vínculo con los Windsor, moldeó una imagen de los reyes y su papel en momentos decisivos del siglo XX

>En 1954 De no ser por el nuevo libro de Andrew Morton, Winston and the Windsors, los lectores quizá nunca hubieran sabido qué significaba esto: Churchill fue invitado a cruzar el caballo de la reina con una yegua propia (aprobada).

Morton se hizo famoso en 1992 con la publicación de Diana: Her True Story, cuando obtuvo la primicia de su vida gracias a cintas secretas entregadas por la propia princesa. A día de hoy, ha escrito biografías de numerosos personajes, desde Wills y Kate hasta Posh y Becks.

El libro apela con habilidad a la nostalgia, entrelazando dos pilares del género narrativo de no ficción —la Segunda Guerra Mundial y la familia real—, justo a tiempo para la temporada de regalos. Solo le faltaría una intriga de asesinatos en un pueblo pintoresco para ser el favorito de los lectores de aeropuerto.

El trabajo de Morton retoma la forma cronológica tradicional y, por ello, en su propia manera discreta, desafía a los innovadores. El libro recorre la vida y carrera de Churchill a través de los monarcas, desde Victoria hasta Isabel, y repasa episodios clave del Reino Unido del siglo XX, como la victoria de Aureole en Ascot.

Puede surgir la duda de si resulta necesario otro repaso a la crisis de abdicación, el Blitz o los esfuerzos del rey por superar la tartamudez. Pero entonces, se llega a la página 191 y se descubre que, durante momentos especialmente difíciles, Churchill obtenía “estímulo intelectual” murmurando en voz baja mientras “empujaba con el estómago las sillas que rodeaban la mesa del Gabinete”, y se agradece una nueva visita al personaje.

Sea o no verídica esta anécdota, los Windsor dieron a Churchill motivos de sobra para forcejear con el mobiliario. Cuando no discutía con ellos sobre nombres para acorazados (George V se molestó por la sugerencia de Churchill de llamar “H.M.S. Oliver Cromwell”) o los contrariaba al unirse a los liberales, desempeñaba el papel de principal mediador del clan.

En 1910, el periodista belga Edward Mylius escribió un artículo en el que criticaba a la monarquía británica por ser un “espectáculo de inmoralidad” y daba crédito a un antiguo rumor que sostenía que Jorge V era bígamo, tras haberse casado en secreto con una plebeya en su juventud. El escrito se publicó poco antes de las elecciones generales, cuando el sentimiento antisistema era intenso. Sin embargo, el Palacio de Buckingham vaciló, sin querer dar publicidad a un rumor infundado. Churchill, entonces ministro del Interior, exigió que se tomaran medidas. Se celebró un juicio por difamación, el nombre del rey fue limpiado y pudo regresar entonces a su colección de sellos.

Décadas después, Churchill comprendió que la Inglaterra en guerra necesitaba un reflejo de su sacrificio común, y aconsejó que el rey Jorge VI no enviara a sus hijas a Canadá. Como relata Morton, “fue quizá el mayor servicio de Winston a la familia real”, consolidando su imagen “como representantes de la lealtad, la decencia y el valor silencioso: una familia en paz en una nación en guerra”.

Churchill contribuyó a forjar la mitología de la dinastía Windsor, y ellos le dieron unos posavasos. Y queda un tercer elemento en la ecuación: el biógrafo real, que toma prestado de las bibliografías de los grandes de su género (incluido él mismo) para volver a contar las historias una y otra vez.

Fuente: telam

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