18/10/2025
De la sátira al desafío: la historia de la revista que hizo temblar al poder durante más de 20 años y fue empujada a la quiebra

Fuente: telam
El 18 de octubre de 1999 se publicó el último número Humor®, una de las voces más valientes y lúcidas del periodismo argentino. Con sátira, inteligencia y coraje, enfrentó a la dictadura y expuso verdades que muchos no se atrevían a decir ni en voz baja. Los juicios del menemismo que la asfixiaron económicamente
>Opositora a la dictadura, fue el punto de encuentro de grandes mentes que encarnaron una idea tan simple como temeraria: hacer periodismo en serio, disfrazado de chiste y amparado en la sátira. Lo lograron. Y molestaron al poder. El 18 de octubre de 1999 se apagó Humor®, una de las voces más valientes y lúcidas del periodismo argentino. Luego de más de dos décadas de lucha, ironía e inteligencia corrosiva, se publicó el último número de la revista que, a fuerza de ilustraciones mordaces, textos punzantes y verdades incómodas, se enfrentó a la censura del gobierno militar y a la corrupción de la democracia, sin perder nunca el pulso ni la dignidad.
Se destacó por sus notas de actualidad y cultura escritas por periodistas e intelectuales de renombre, acompañadas por caricaturas y dibujos de destacados humoristas, lo que la convirtió rápidamente en un éxito de ventas. Pero, en 1999, quebró luego de perder dos juicios, con pagos judiciales exorbitantes, iniciados por el gobierno de Carlos Menem.
En plena dictadura de Jorge Videla, con la prensa amordazada, Humor logró burlar la censura con una inteligencia afilada. No fue solo una revista de humor gráfico; fue un espacio de análisis político, de reflexión social y de denuncia permanente. Lo que no se podía decir en los diarios, se gritaba desde las viñetas. Y lo que se susurraba en voz baja en las redacciones, aparecía publicado sin anestesia en sus páginas.Todo comenzó cuando Andrés Cascioli buscaba lanzar un nuevo proyecto tras el cierre de Chaupinela, revista que había dirigido entre 1974 y 1975 y que nació como una de las dos divisiones de la redacción de Satiricón, clausurada durante el gobierno de Isabel Perón.El primer número salió en junio de ese año y sorprendió a todos con una tapa que combinaba al director técnico César Luis Menotti con el ministro de Economía Martínez de Hoz. Un juego visual tan provocador como efectivo: “Menotti de Hoz dijo: ‘El Mundial se hace cueste lo que cueste’”, se leía. Con solo una ilustración, Cascioli dejaba en evidencia el uso político del fútbol y la complicidad civil con el régimen.
“Usé la tapa como editorial”, recordó Cascioli en una entrevista con el historiador Felipe Pigna durante un programa especial dedicado a Humor. “Ese primer número no tenía casi nada, lo único que había era eso: Menotti con las orejas de Martínez de Hoz. Y ya con eso tuve que ir a defender la revista. Nos fue bien, vendimos como treinta mil ejemplares, pero igual la calificaron de ‘exhibición limitada’. No se podía vender en los kioscos”, contó.“Me encontré con un equipo de cinco personajes... marcaban nombres, dibujos, títulos. Lo más insólito: nos daban pautas de vestimenta de las caricaturas. Una vez nos dibujaron una señora en malla para explicar hasta dónde podía llegar la bombacha. Nunca entendí nada... Y todo eso lo decían a los gritos”, revivió el creador de una de las publicaciones más preciadas antes de la vuelta de la democracia.
Pese a todo, Humor logró seguir su curso y quedarse. A fuerza de ingenio, ironía y resistencia, se convirtió en una voz incómoda para el poder y en un refugio para los lectores casi de nicho que necesitaban respirar un poco de verdad entre tanta propaganda oficial.Desde el primer número, la revista jugaba con los límites sin caer. Decía, a veces sin decir, y otras veces, los de la vereda de enfrente no entendían el mensaje ni los chistes. O decía, y punto. Pero siempre lo hacía desde un lugar incómodo: el de la crítica real que no distingue banderas si hay injusticia de por medio.
Humor Registrado fue mucho más que una revista satírica: fue un espacio de resistencia y creatividad en medio de la oscuridad, y un semillero de voces que marcaron la cultura y el pensamiento crítico de las últimas cuatro décadas. Entre sus colaboradores más destacados estuvo Alejandro Dolina, quien en diálogo con Pigna recordó sus inicios en la revista: “Yo escribí por primera vez en el número dos de Humor, no porque me hubieran convocado tarde, sino porque empecé entregando tarde”.El escritor a menudo intentaba renunciar para evitar la presión inmediata, pero fue justamente en esa urgencia donde encontró su voz: “En esa interacción entre el material que empecé a saquear para cumplir con plazos difíciles, apareció un estilo que correspondía a la revista. Salieron como especie de ensayo ficcional, porque el lenguaje era ensayístico y las historias que se vislumbraban eran historias de barrio con su épica, que hablaban de la época de alguna manera”. Para Dolina, lo más valioso fue haber encontrado “una entonación, un lenguaje austero para referir cosas muy sentimentales” que luego le sirvió para toda su carrera.
“La revista tenía un valor moral muy grande: atreverse a una oposición en un país en que nadie se atrevía, absolutamente nadie”, destacó Dolina.Allí fue. Hizo una propuesta para trabajar como a ella le gustaba, más allá de lo irónico.
“Le dije a Cascioli que esta era una época de mucho oscurantismo, con listas negras que borraban a gente vinculada a la cultura. Que Humor podía ser la vidriera ideal para volver a contar esas historias”, contó Moncalvillo. Quería ir más allá del humor escatológico que había marcado los inicios de la revista, y buscaba un periodismo que recuperara voces silenciadas.Finalmente, Cascioli aceptó. Así comenzaron una serie de reportajes que mezclaban lo gracioso con la crudeza de la realidad. “Uno de los primeros fue sobre el censor de Tato. Y aunque tenía cosas muy graciosas, era meterse en un mundo de censura tan siniestro que daba escalofríos”, recordó la ya fallecida periodista sobre el funcionario Miguel Paulino Tato, quien, trabajando para el gobierno represor, prohibió, editó y censuró cientos de películas entre 1974 y 1980.Humor Registrado fue, así, una trinchera hecha de tinta, papel y coraje. Una cuna de periodistas, dibujantes y escritores que enfrentaron la censura, la represión y el olvido con creatividad, valentía y una dosis justa de ironía. Aún es uno de los legados más poderosos que dejó el periodismo argentino.
Durante la dictadura, Humor caminó por la cornisa. Fue clausurada en varias ocasiones, sus redactores vigilados, sus textos monitoreados. Pero sobrevivió. Supo esquivar balas, burlarse de lo intocable y decir sin que pareciera que decía. La ironía fue su blindaje.
Las causas, que recayeron en jueces cercanos al poder —algunos de ellos, exintegrantes del estudio jurídico del entonces presidente— condenaron a la revista a enfrentar pagos judiciales exorbitantes. Lo que no pudieron las armas, lo logró la corrupción y así acabaron con un rincón incómodo de la cultura y de la lucha. En octubre de 1999, Humor Registrado se despidió de los kioscos para siempre.
Hoy, la revista es materia de culto y de estudio en universidades, citada en carreras como Comunicación, Sociología o Ciencias Políticas. Sus tapas están en museos. Sus personajes, en el recuerdo de quienes crecieron acomodándose en algunas esquinas para leerla a escondidas... Su espíritu sigue presente entre quienes creen en un periodismo de raíces que se atreve a incomodar al poder de turno. A 26 años de su cierre, Humor sigue vigente e interpelando.Fuente: telam
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