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01/10/2025

Cómo “Abaporu” fue esencial para construir la identidad nacional de Brasil

Fuente: telam

La historiadora y antropóloga brasileña Lilia Moritz Schwarcz disertó sobre la emblemática obra de Tarsila do Amaral que se encuentra en el Malba

>Abaporu, de Tarsila de Amaral, se ha consolidado como uno de los emblemas más reconocibles del modernismo brasileño y, a la vez, como un punto de partida para la reflexión sobre la identidad nacional y la construcción de mitos culturales.

El conferencia tuvo introducción a cargo de Para Moritz Schwarcz, El origen del título de la pintura, así como su significado, se encuentra en la relación entre La pintura, con sus formas distorsionadas y colores intensos, se convirtió en un manifiesto visual. Schwarcz detalló que “con sus proporciones distorsionadas —una cabeza pequeña, brazos delgados, pero pies y manos enormes—, la pintura pretendía reforzar el vínculo de los brasileños con la tierra, a partir del gran cactus verde y, al fondo, un sol amarillo intenso”.

Esta composición, a la vez simple y compleja, se inscribe en el “momento antropofágico” de la artista, junto a otras obras como Antropofagia (1929), La Luna (1928) y El Lago (1928).

Así, el concepto de antropofagia cultural se convirtió en el eje del movimiento. Según Schwarcz, “la antropofagia aparecía como una referencia a las prácticas indígenas del pasado, que ‘digerían’ las influencias extranjeras para transformarlas en algo propio y original”.

El diálogo entre arte y sociedad se refleja en la interpretación de los elementos visuales de Abaporu: Schwarcz subrayó que “la temática de lo nacional, como bien mostró Nádia Battella Gotlib, se manifiesta en la representación de los pies y las manos de la figura, que aparecen desproporcionadamente grandes, simbolizando el trabajo manual realizado por gran parte de la población brasileña.

Mientras tanto, la cabeza, menos evidente, representa el trabajo intelectual, relegado a una reducida élite económica y académica”. Esta lectura conecta la obra con la historia de la esclavitud y la desigualdad social en Brasil, donde los pies descalzos se convirtieron en símbolo de cautiverio y los zapatos, en emblema de libertad.

Ejemplos como las ilustraciones de Jean-Baptiste Debret y las fotografías de Militão Augusto de Azevedo documentan visualmente la jerarquía social a través del calzado.

La obra de Tarsila do Amaral se inscribe en un contexto de renovación artística y de diálogo con las vanguardias europeas. Schwarcz relató que “Tarsila desembarcó en Brasil a finales de 1922 y pronto le presentaron a Mário de Andrade, Oswald de Andrade, Menotti del Picchia y Anita Malfati: ‘los cuatro del modernismo paulista’. Llegó en el Massilia, un barco de lujo, trayendo en su equipaje pinturas especiales, vestidos elegantes y mucha renovación artística”. Su formación con Fernand Léger, Albert Gleizes y André Lhote en París influyó en su manera de representar la sociedad brasileña.

Además, el libro Macunaíma de Mário de Andrade retoma el mito de las tres razas y la figura del “héroe de nuestra gente”, consolidando la narrativa de un Brasil mestizo y universal.

La crítica contemporánea ha revisado el legado del modernismo paulista. Schwarcz citó la autocrítica de Mário de Andrade: “el modernismo paulista no habría tenido en cuenta el elemento social: más que incluir a los demás, los definió”. Esta reflexión invita a pensar en los límites y exclusiones de la narrativa modernista, que a menudo dejó fuera a otras razas, géneros y clases como protagonistas.

Fotos: Alejandro Guyot / Malba

Fuente: telam

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