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08/09/2025

“Rashomon” cumple 75 años: la obra maestra de Kurosawa que cambió para siempre la visión sobre la realidad

Fuente: telam

El clásico de Akira Kurosawa no solo conquistó festivales y rompió fronteras, sino que también instaló el famoso “efecto Rashomon” en la narrativa audiovisual global

>¿Cuándo la verdad se volvió poco confiable? ¿En qué momento un hecho ocurrido en la realidad pasó a ser solo una opinión más? ¿Cuándo dejamos de coincidir sobre lo que acaba de suceder?

La película conquistó después el Festival de Cine de Venecia de 1951 y llegó a Estados Unidos ese mismo año, donde su nombre se volvió una forma abreviada de decir: “Bueno, esa es tu interpretación, esta es la mía”.

La discusión sobre la naturaleza definitiva de la realidad es antigua entre los filósofos, pero ¿qué tiene “Rashomon” que llevó a que “el efecto Rashomon” se instalara en el habla cotidiana? En la efervescencia y la incertidumbre de la posguerra, con Jean-Paul Sartre y los existencialistas defendiendo la libertad individual en un universo absurdo y la bomba atómica amenazando al mundo, la cultura global parecía lista para una obra que desmontara la experiencia consensuada. La humanidad esperaba una nueva era de dudas. Kurosawa la presentó.

Según el jactancioso bandido, Tajōmaru (Toshiro Mifune), la esposa, Masago (Machiko Kyō), acabó consintiendo la violación y animó al bandido a batirse en duelo con su marido, Kanazawa (Masayuki Mori), ofreciéndose al vencedor. La esposa, en cambio, declara entre lágrimas que, tras la agresión, su esposo la repudió y que quizá apuñaló a su marido en un trance de pena y vergüenza. Un médium (Noriko Honma) invoca el espíritu del samurái, que sostiene que su voluble esposa lo abandonó con el bandido, dejándolo solo en el bosque hasta morir por suicidio.

En la última parte, un cuarto testigo oculto pone en duda todas las historias y sostiene que la esposa fue violada, despreciada por el marido y abandonada tras una pelea torpe entre los dos hombres.

Basada en dos relatos de El asombro fue aún mayor cuando arrasó en Venecia, recibió el León de Oro y se convirtió en la primera película japonesa con proyección global. Al ser distribuida por RKO en Estados Unidos en diciembre de 1951, cosechó críticas entusiastas. En ese momento, el presidente de Daiei, Masaichi Nagata, empezó a atribuirse el mérito de la película, para molestia de Kurosawa.

Último año en Marienbad (1961) de Alain Resnais no existiría sin Rashomon; los cineastas más audaces de Hollywood también aprendieron de la película. (Sin mencionar a Martin Ritt, que la reversionó en 1964 con Paul Newman como western, titulada El indigno). Robert Altman reconoció que Rashomon era “un poema… que rompe esa idea visual de que si lo vemos, es un hecho”. De ahí surgen las narrativas entrecruzadas de Nashville (1975) o las incógnitas de 3 mujeres (1977), donde la personalidad resulta igualmente inasible.

Resulta relevante destacar que muchas películas y series que dicen emplear el “efecto Rashomon” en realidad hacen una “versión ligera”, presentando varios puntos de vista para, finalmente, decantarse por uno cierto.

Nada de esto menciona aún la audacia técnica y la belleza de la película de Kurosawa: el largo paseo bajo los árboles al inicio, la cámara apuntando directamente al sol (Altman intentó hacerlo tras ver el filme), las escenas con el médium y los contrastes en la actuación de Mori (solemne, teatral), Mifune (exagerado) y Kyō (de un extremo al otro). “Rashomon” perdura porque, además de provocar, está maravillosamente realizada.

Y fue premonitoria. ¿El mundo ya se orientaba hacia una subjetividad relativa, o fue “Rashomon” quien empujó ese cambio?

Incluso Kurosawa marcó límites: cierra “Rashomon” con el cese de la lluvia y el leñador tratando de enmendar el mal del universo al cuidar a un bebé abandonado. Un cierre sentimental, quizá, pero que el director consideró el único posible. La fe en algo —tal vez la simple bondad humana— es un requisito indispensable de la civilización.

En eso, todos podemos estar de acuerdo.

Fuente: telam

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