Miércoles 13 de Agosto de 2025

Hoy es Miércoles 13 de Agosto de 2025 y son las 08:10 ULTIMOS TITULOS:

12/08/2025

La República de las Letras: la primera red social que conectó a Newton y Voltaire e hizo virales las ideas del siglo XVII

Fuente: telam

Mucho antes de internet, una red de sabios unió a pensadores de distintos países a través de cartas, libros y en los cafés. Sin algoritmos ni pantallas, compartían ideas, debatían ciencia y filosofía, y tejieron una comunidad que cambió para siempre la historia del conocimiento

>En un mundo hiperconectado, regresar a las raíces puede conducir a respuestas más profundas. Siglos atrás, no fue necesario un teléfono ni internet para ser influencer. Los grandes ilustres de la historia dejaron huella social por otras vías. La República de las Letras surgió como una red transnacional de eruditos que, desde el Renacimiento hasta la Ilustración, cultivó lazos de intercambio intelectual por medio de las cartas, los libros y las reuniones en salones, cafés y academias. Su origen se sitúa en la Europa del siglo XV, aunque algunos estudiosos remontan sus raíces hasta la Antigüedad. Esta gran influencia sigue vigente, aunque sus formas hayan mutado con el tiempo.

La República de las Letras no reconocía fronteras nacionales, sociales ni de género. El monje francés Noël Argonne la describió en 1699 como una comunidad que “abarca al mundo entero y está compuesta por todas las nacionalidades, todas las clases sociales, todas las edades y ambos sexos >La pertenencia a esta república no dependía de una ciudadanía formal, sino de la producción intelectual: investigaciones, publicaciones y escritos funcionaban como credenciales. Aunque su epicentro fue europeo, en el siglo XVIII la red se expandió a ciudades como Batavia (actual Yakarta), Calcuta, Ciudad de México, Lima, Boston, Filadelfia y Río de Janeiro. Entre sus ciudadanos más célebres figuran Galileo Galilei, John Locke, Erasmo de Róterdam, Voltaire y Benjamín Franklin. Las mujeres, aunque menos numerosas, desempeñaron un papel activo: Anna Maria van Schurman, Isabel de Bohemia, Marie de Gournay, Dorothy Moore, Bathsua Makin, Katherine Jones y Lady Ranelagh fueron filósofas, maestras, reformadoras y matemáticas que colaboraron con figuras como René Descartes y Michel de Montaigne.

En sus orígenes, la República de las Letras surgió antes de la especialización disciplinar. Sus integrantes se consideraban “filósofos”, amigos del saber, y cultivaban tanto el latín y el griego como la historia, la lógica y las ciencias naturales. No era extraño que un matemático como Isaac Newton dedicara años a la alquimia o a la historia antigua. El término “Letras” abarcaba todas las ramas del conocimiento, y la comunidad funcionaba como una fraternidad de curiosos y estudiosos.

La magnitud de este intercambio epistolar se refleja en cifras como las 20.000 cartas de Voltaire o las 13.600 de Antonio Vallisneri, médico y naturalista italiano. Muchas de estas cartas se digitalizaron en proyectos que buscan mapear la red intelectual de la república, dándole una dimensión visual a ese espacio metafórico. La circulación de la información era un principio fundamental: las cartas se enviaban por correo o a través de amigos, comerciantes y diplomáticos, y se esperaba que el destinatario las compartiera con otros. Incluso los libros y manuscritos que circulaban por esta red debían pasar de mano en mano, y era costumbre agradecerlos con un “antidoron”, un regalo de retorno.

El intercambio no se limitaba a la correspondencia. Los jóvenes que realizaban el “Grand Tour” por Europa, así como otros eruditos itinerantes, llevaban cartas de recomendación y eran recibidos en bibliotecas, archivos y colecciones. Esta práctica, conocida como “peregrinatio academica”, ofrecía la oportunidad de dialogar con sabios locales y participar en la vida intelectual de distintas ciudades. La conversación culta, idealizada como un simposio griego, se materializaba en salones privados y cafés, donde los ciudadanos de la república debatían sobre historia, política, ciencia y filosofía.

El avance tecnológico aceleró este proceso. El telégrafo, el ferrocarril y los barcos a vapor facilitaron la comunicación y el transporte, mientras que la impresión masiva abarató y multiplicó la circulación de libros y periódicos. No obstante, para intelectuales como Peter Burke, la república no desapareció, sino que se transformó. “Yo no rechazo ninguno de esos modos de comunicación que ayudaron a los estudiosos a asistirse y colaborar, lo que no significa que siempre lo hicieron pero al menos que existía una ética de cooperación”, afirmó Burke en BBC.

La esencia de la República de las Letras reside en esa ética de colaboración y en la convicción de que el saber debe circular sin barreras. Aunque su geografía sea imaginaria, su legado persiste en cada intercambio intelectual que trasciende fronteras, disciplinas y generaciones.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!