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14/07/2025

Los mellizos argentinos que fueron a la universidad estadounidense para sordos donde una protesta estudiantil hizo historia

Fuente: telam

Diego y Pablo Pomeranec cuentan su experiencia en Gallaudet, la universidad donde se graduaron y es famosa por la rebelión estudiantil que pedía por un presidente sordo para la institución. El aprendizaje de lengua de señas, la inclusión en la comunidad y el sentido de pertenencia

>Son mellizos. Casi idénticos. Sordos de nacimiento. Hablan y leen los labios. Se ríen. Tienen, como buenos hermanos, mucho común. Aunque ellos tienen más en común que otros hermanos. Se educaron, a la par, en Argentina dentro de un sistema con reglas de oyentes. Hasta que algo les cambió la vida.

Fue allí donde, La movilización, que tuvo apoyo desde distintos sectores de la sociedad estadounidense, fue exitosa. Se cumplieron los requisitos de los estudiantes y desde entonces Gallaudet es presidida por personas sordas. La intensidad con la que se hizo el reclamo y su resolución están magistralmente retratadas en el documental que emite Apple tv+ llamado Deaf President Now! (Presidente sordo ya!).

Para poder entender y explicar con mayor exactitud qué significado tiene Gallaudet en la vida de alguien que es sordo, Infobae contactó a los mellizos Pomeranec, quienes nacieron el 28 de septiembre de 1970 en el barrio porteño de Belgrano.

A los padres de los mellizos, que tenían otro hijo, cuatro años mayor y oyente, se les planteó la inquietud de cómo hacer para educar a los pequeños. Tenían que decidir si iban a aprender a hablar por señas o por el sistema oral.

“A los nueve meses comenzamos a asistir al Instituto Oral Modelo, donde cursamos toda la primaria y nos graduamos recién a los 15 años, como era común entre los alumnos sordos debido al ritmo particular del proceso educativo”, explican.

La etapa educativa siguiente no fue fácil. “Ingresamos a una secundaria común a los 15 años. Nuestros compañeros oyentes tenían entre 12 y 13. Sentíamos vergüenza por ser los mayores. Algunos nos miraban como si tuviéramos una discapacidad mental. Pasamos cinco años enfrentando muchas dificultades por la falta de herramientas para alumnos sordos: no había intérpretes, materiales adaptados ni docentes capacitados. Dependíamos de nuestros compañeros para copiar los dictados, y nuestro aprendizaje fue posible gracias a los elementos visuales como el pizarrón. Aprobamos la mayoría de las materias, excepto aquellas con alta carga oral, como Historia o Psicología. Nos destacábamos en Matemática, Química, Dibujo Técnico y Educación Física. Aprendíamos con los ojos”, cuentan.

A medida que se acercaba la graduación, sentíamos un vacío. No podíamos imaginar una vida universitaria. Desde chicos, crecimos escuchando que no podíamos ser pilotos, doctores, ni profesionales. Esas frases nos quedaron grabadas”, aseguran.

Una vez finalizada la secundaria, y luego de un viaje al exterior, comprendieron que era fundamental aprender inglés y comenzaron a estudiar con una profesora particular.

“Viajamos a Estados Unidos para conocer Gallaudet y el Rochester Institute of Technology (RIT). RIT nos encantó por su enfoque tecnológico, pero no tenía un programa de inglés para extranjeros sordos. Nos recomendaron Gallaudet y su programa ELI (English Language Institute)”, dicen. Allí fueron; y se encontraron con un mundo nuevo.

“Conocer Gallaudet fue una revelación. Descubrimos la cultura sorda, algo que desconocíamos. Era una identidad, una forma de vida. Nos ordenaron no hablar. Aprender la Lengua de Señas Americana (ASL) fue difícil al principio: veníamos de una educación oral estricta y temíamos perder la voz. Al llegar nos resistimos a usar el lenguaje de señas que aprendimos rápidamente. Pero poco a poco fuimos encontrando un equilibrio entre ambos mundos. Cuando estábamos solos, aprovechábamos y en secreto hablábamos entre nosotros”, confiesan. Se ríen cuando recuerdan que, en los primeros días en Gallaudet, allá por 1991, ver a alumnos y profesores mover las manos en el aire a toda velocidad, les daba dolor de cabeza.

Se sorprendieron porque las habitaciones del campus donde vivían tenían timbre. Cuando alguien lo accionaba se encendía una luz dentro del dormitorio. Les ofrecieron algo cercano a un teléfono para sordos que era similar a una terminal de computadora en la que se mandaban mensajes escritos. Y se deslumbraron porque lo instalaron inmediatamente después de haberlo pedido. Sin demora. Todo estaba dado para que la pasaran bien en la Universidad. Era un lugar de avanzada.

“Al estar en Gallaudet -afirman- se nos abrieron oportunidades sociales, académicas, culturales y laborales que nos hicieron sentir, por primera vez, ´normales´ e iguales a nuestros pares oyentes. Tras las clases, participábamos de actividades extracurriculares. Practicamos deportes como tenis, raquetball y natación, y nos involucramos en producciones teatrales. Las noches estaban llenas de vida: fiestas, bailes y bromas que creaban un sentido de comunidad. Gallaudet ofrecía un entorno inclusivo con guías turísticos y visitas a museos con intérpretes de lenguaje de señas, lo que nos permitió disfrutar de una vida cultural plena >“En nuestro primer año, vivimos cada uno en dormitorios diferentes del del campus y los compartimos con compañeros de Corea y de Israel. Fue una experiencia enriquecedora, pero también un choque cultural, ya que no estábamos acostumbrados a la convivencia internacional. La comida de la cafetería de la Universidad no nos gustaba y era poco saludable, entonces para el segundo año, alquilamos un departamento cerca de la universidad junto con cinco estudiantes de Corea, Israel, Filipinas, Jordania y Estados Unidos. La convivencia trajo roces y finalmente, decidimos mudarnos solos, con mayor comodidad y autonomía”, sostienen.

“Aún sin rumbo definido, una profesora se sorprendió por nuestra motivación y nos sugirió que tomáramos un nuevo curso sobre tecnología de Closed Caption (subtitulado). Eso fue un giro en nuestra vida. Decidimos estudiar Administración de Empresas y tomar ese curso. Aprendimos sobre subtitulado en tiempo real y vimos cómo esa herramienta tecnológica podía abrir puertas personas sordas. Nos involucramos en varios proyectos y, al graduarnos, regresamos a Argentina con una misión clara: aplicar todo lo aprendido”, manifiestan.

El paso por Gallaudet no solo fue académico. Los mellizos Pomeranec señalan que hicieron varias pasantías que, además de experiencia, les brindaron una perspectiva más amplia del mundo laboral accesible para sordos. “Durante un verano, trabajamos en Sprint Relay Service, un servicio de operadora tipo call center para sordos en Sacramento, California. Ese servicio permitía a personas sordas realizar llamadas a oyentes a través de operadores que usaban TTY (teletipo), traduciendo entre texto y voz, lo que nos mostró la importancia de las tecnologías de comunicación disponibles para personas con problemas de audición”, sostienen.

Luego de varios años en Estados Unidos y cuando la lengua de señas ya no tenía secretos para ellos, se graduaron en Marketing y Business Management. Un detalle no menor: la lengua de señas que se habla en Estados Unidos es diferente al que se usa en Argentina y en otros países. Y también hay una lengua de señas universal. Que es distinta a las otras. La que predomina en el mundo es la que los mellizos aprendieron habla en Estados Unidos.

Diego y Pablo regresaron al país en 1998 con muchas ideas para llevar adelante: “Así nacieron nuestros proyectos: primero, un sitio web (www.sordos.com.ar) informativo sobre la comunidad sorda latinoamericana. Luego, Caption TV, la primera empresa en Argentina dedicada a la accesibilidad en medios. Más adelante, Caption Media amplió la oferta, y finalmente fundamos Pomeranec Media, pionera en ofrecer subtitulado en vivo e intérpretes en eventos públicos”. Gracias a eso, por primera vez muchas personas sordas en Argentina pudieron participar en igualdad de condiciones en congresos, seminarios y espacios culturales.

Desde que volvieron a la Argentina se enfrentan a las dificultadas diarias de una sociedad que no está del todo preparada para que los sordos se desenvuelvan con fluidez. Tan solo uno de muchos ejemplos de los inconvenientes que tienen: cuando a un sordo se le pierde una tarjeta de crédito no puede hacer el trámite telefónico necesario para dar de baja el plástico.

“Nos conmovió profundamente. Nos hizo revivir nuestro paso por Gallaudet. El documental está muy bien hecho y muestra cómo se organizó aquella protesta histórica. Fue una estrategia inteligente, casi militar, contra un sistema que nos negaba representación”, señalan.

“Llegamos a Gallaudet en 1991, casi tres años después de la histórica protesta de 1988 retratada en el documental por lo que los cuatro líderes principales del movimiento ya se habían graduado. Sin embargo, convivimos con otros estudiantes y profesores que habían participado en la protesta o que formaban parte de la comunidad que vivió sus repercusiones. Esas personas nos contaron historias acerca de cómo el movimiento transformó Gallaudet y fortaleció la identidad sorda a nivel global”, agregan.

“Tuvimos vínculo con uno de los cuatro líderes, Greg Hlibok, quien fue nuestro profesor de finanzas durante un breve período. Sus clases eran motivadoras. Era un claro representante del empoderamiento sordo que tanto admirábamos. La presencia de docentes como él reforzó nuestra percepción de que los sordos podíamos alcanzar cualquier meta profesional”, explican.

“El documental Deaf President Now! no solo retrata una protesta, sino que es además un símbolo de empoderamiento y unidad. Para nosotros, fue una confirmación de que nuestra historia tiene valor, y que nuestra lucha por la accesibilidad y la inclusión en Argentina es parte de una lucha global por los derechos de las personas sordas”, concluyen.

Los hermanos, que en septiembre cumplirán 55 años, hacen suyo el lema de Gallaudet: “Lo único que las personas sordas no pueden hacer es oír”.

Fuente: telam

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