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08/07/2025

Malaparte, el camaleónico escritor que intentó que ser fascista pareciera genial y después todo lo contrario

Fuente: telam

La biografía escrita por Maurizio Serra expone las múltiples facetas de Curzio Malaparte, desde su relación con el fascismo hasta su papel como testigo de las tragedias europeas del siglo XX

>En los últimos días de Curzio Malaparte, dos fuerzas dominantes de la Italia de posguerra —la Iglesia Católica y el Partido Comunista— se disputaron su lecho de muerte, intentando conseguir una conversión final. Según Maurizio Serra, ambas facciones afirmaron haberlo logrado. Este episodio, descrito en la biografía Malaparte, ilustra la naturaleza contradictoria y teatral de un personaje que, hasta el final, mantuvo en vilo a quienes lo rodeaban.

La noticia central de la obra de Serra es la reconstrucción de la vida de Malaparte —nacido Kurt Erich Suckert en 1898, hijo de padre alemán y madre italiana—, quien adoptó su célebre seudónimo en los años 20, en parte por sugerencia de Benito Mussolini, que deseaba que el escritor “italianizara” su identidad. El nombre, un juego con “Bonaparte” al que se antepone el prefijo “Mal-” (malo), resume la artificiosidad que caracterizó su trayectoria. Serra, exmiembro del servicio exterior italiano y autor de libros sobre figuras como Mussolini, Marinetti y d’Annunzio, sostiene que la vida de Malaparte fue un ejemplo de coherencia estilística, no moral.

El escritor encarnó las contradicciones de su generación: fue un intelectual anti-intelectual, un hombre viril que usaba maquillaje y cuidaba su peinado, valiente como soldado y corresponsal de guerra, pero cobarde en política y en su vida personal. Aunque despreciaba a los perdedores, sus propios fracasos y proyectos fallidos lo situaron entre ellos.

Tras la contienda, frecuentó círculos bohemios en Roma, redactó un manifiesto de vanguardia y cultivó la imagen de artista atormentado. Un libro crítico con el alto mando militar le valió notoriedad y lo acercó a los descontentos políticos, aunque pronto abandonó la izquierda para abrazar el nacionalismo.

Durante los años 20, Malaparte se alineó con el ala más radical del fascismo, el “sindicalismo nacional”, que proponía una revolución liderada por la clase obrera nacionalizada contra una élite decadente. Celebró la violencia callejera en sus escritos, aunque no participó en la Marcha sobre Roma de 1922, hecho que luego ocultó y utilizó en su beneficio tras la caída del régimen.

A medida que el gobierno de Mussolini buscaba alianzas con sectores conservadores, Malaparte se distanció de los ultras fascistas con la esperanza de avanzar en una carrera diplomática. Al no lograr sus objetivos, adoptó una actitud burlona hacia la dirigencia fascista, lo que le costó el confinamiento en la isla de Lipari. Más tarde, utilizó este episodio para presentarse como antifascista, pero Serra aclara que, tras su liberación anticipada por clemencia de Mussolini, Malaparte volvió a codearse con la alta sociedad fascista, incluyendo al ministro de Asuntos Exteriores Galeazzo Ciano y su esposa Edda, hija de Mussolini.

Serra sostiene que el fascismo no fue solo un culto colectivo al líder, sino también una empresa individual: una adoración narcisista del yo y una oportunidad para jóvenes ambiciosos de provincias insatisfechos con su lugar en la sociedad liberal.

El desprecio de Malaparte por los perdedores fue el hilo conductor de su vida y explica la facilidad con la que abandonó a Mussolini tras su caída para unirse al Reino del Sur, alineado con los Aliados. Su talento literario lo salvó tantas veces como lo metió en problemas. Sobrevivió a las purgas antifascistas del posguerra gracias a la intervención de su amigo, el jefe comunista Palmiro Togliatti, que esperaba aprovechar sus dotes para el partido.

En 1931, Malaparte publicó “Technique du Coup d’État”, donde retrató a Adolf Hitler como un cobarde y un débil, consolidando su imagen de anti-nazi. No obstante, su oposición al nazismo no le impidió que el Tercer Reich le permitiera cubrir el frente oriental y acceder a altos cargos nazis para el periódico italiano Corriere della Sera.

La obra de Malaparte ha trascendido los márgenes de la extrema derecha. Entre los admiradores de “Kaputt” y “La piel” se cuentan Milan Kundera, Edmund White y Gary Indiana. El Premio Malaparte, que lleva su nombre, ha sido recibido por novelistas como Rachel Cusk y Karl Ove Knausgaard.

El sociólogo Michael Mann definió el fascismo como “un movimiento de la pequeña intelectualidad”, pero Malaparte fue un talento de primer orden tanto en el periodismo como en la ficción, aunque nunca logró canalizar su energía creativa de forma constructiva.

Fuente: telam

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