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06/07/2025

Infobae en Formosa: crónica de un desmonte en tiempo real

Fuente: telam

Desde que se sancionó la Ley de Bosques en 2007, Formosa cuadruplicó su superficie desmontada. Infobae viajó al corazón de la provincia para documentar junto a Greenpeace el avance de la deforestación. Además, el impacto sobre los ecosistemas nativos y las comunidades campesinas e indígenas que dependen del monte para subsistir

>La tierra cruje cada vez que damos un paso. Está seca y agrietada. Estamos en Ibarreta, una localidad del departamento Patiño, al sudeste de la provincia de Infobae llegó a Formosa el martes 24 de junio, pocos días antes de las elecciones provinciales en las que Desde que se sancionó la Ley Nacional de Bosques en 2007, hasta el día de hoy, Formosa cuadruplicó la superficie de desmontes. Es una de las provincias que se disputa el podio de las desmontadoras con Chaco y Santiago del Estero”, nos explica Noemí.

Formosa —que en latín significa “hermosa”— forma parte del Gran Chaco Americano, un extenso territorio boscoso que se extiende por el norte de Argentina, el oeste de Paraguay, el sudeste de Bolivia y una franja del sur brasileño. Se lo considera el segundo ecosistema forestal más grande de Sudamérica, después del Amazonas.

Sin embargo, todo ese ecosistema está en riesgo.

Según el Informe Anual 2024 de Greenpeace, en el último año la provincia perdió 36.915 hectáreas de bosque, entre desmontes e incendios. Buena parte de esas pérdidas ocurrió en zonas que, por ley, deberían estar protegidas. Para ponerlo en perspectiva: la superficie de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es de 20.000 hectáreas. Es decir, en estos quince años se perdió un bosque equivalente a 25 veces la capital del país.

Además, la provincia impulsa desde hace años un programa de expansión ganadera que busca aumentar el stock a 3,5 millones de cabezas. Ese proceso también intensificó un aumento de la deforestación.

Minutos antes de localizar la topadora, Noemí Cruz nos explicaba cómo se lleva a cabo un desmonte. El proceso puede hacerse con una o dos máquinas. Cuando se utilizan dos —dijo— se ubican en paralelo y se les engancha una cadena grande y pesada, como las que usan los barcos. Luego se encienden los motores y avanzan. “A medida que se abren paso van barriendo el monte, como afeitando lo que está en el camino. Por eso quedan así las raíces”, describe la experta en bosques, mientras señala una que arrancaron de cuajo. “La mayoría de los árboles no resisten esa fuerza”, agrega.

Dejamos esa parte del terreno y avanzamos algunos kilómetros en camioneta hasta llegar a un punto que Greenpeace había identificado, mediante imágenes satelitales, como el perímetro activo del desmonte. Desde el camino de tierra, a simple vista, no hay señales de actividad. Una “cortina” de árboles impide ver el movimiento de la topadora, pero se la escucha: el sonido del motor se mezcla con el canto de las aves.

En esas primeras tomas aéreas aparece una topadora, pero está detenida. Volamos durante algunos minutos, esperando que arranque, pero inesperadamente el drone pide un cambio de batería. “La perdimos”, dijo el piloto.

Hacemos un segundo intento y encontramos una en movimiento. “Podés bajarlo un poco. La máquina hace tanto ruido que el tractorista no escucha el drone”, le dice su compañero. Y entonces la vemos: la topadora se desplaza de forma recta y constante, como si trazara una cicatriz sobre el monte. Envuelta en un humo blanco, se mueve con precisión mecánica, encadenando movimientos: avanza, empuja, aplasta. Los árboles caen uno atrás de otro como fichas de un dominó.

“Nosotros los pequeños campesinos sufrimos los efectos del desmonte. Se secan los árboles y no hay recursos para la producción ganadera. Los animales lo padecen muchísimo y los seres humanos, también”, dice Teófila Palma.

Teófila tiene 59 años, es docente jubilada y una de las principales dirigentes de la Federación Nacional Campesina (FNC), una organización que nuclea a pequeños productores agrícolas y ganaderos del norte argentino. Desde Las Lomitas, donde vive, se traslada con frecuencia a su pequeña granja en Pozo del Mortero. Ese predio, de 150 hectáreas, es una fracción de las 1.200 que antes pertenecían a su familia. Fue la única de sus ocho hermanos que decidió conservar la tierra. Allí nos recibió con mate, té, pan casero y sus perros, Bob y Remigio.

La falta de agua está directamente relacionada con el desmonte. Una cosa lleva a la otra: se producen los desmontes, cambia el clima, aumentan los vientos que generan la erosión de la tierra y eso va cambiando toda la textura del suelo. Los árboles y los pastos se secan, se acaba el alimento para los animales y las pocas reservas de agua, sean en represas o en canales, se evaporan con el calor”, agrega.

Mariela Soto tiene 44 años, un hijo de 12, y vive en un paraje cercano a Ingeniero Juárez, al oeste de Formosa. Cría cabras y produce quesillo y dulce de leche. Conoció a Teófila en un encuentro del FNC y desde entonces se acompañan. Hija y nieta de campesinos, Mariela dice que no puede imaginar su vida fuera del campo. “Quisiera estar un momento en el cuerpo de esas personas que manejan las topadoras. Cómo piensan: eso es lo que no logro entender. La barbaridad que hacen cuando entran con esas máquinas y devoran el monte. No queda nada. La impotencia es terrible”, dice.

Días antes del hallazgo de la topadora en Ibarreta, conversamos con Pablo Chianetta, secretario de la Asociación para la Promoción de la Cultura y el Desarrollo (APCD), una organización que trabaja junto a comunidades wichí y nivaĉlé del centro-oeste provincial para fortalecer sus derechos culturales, territoriales y ciudadanos.

Nosotros trabajamos con las comunidades que viven en el bosque, donde los territorios boscosos están mejor cuidados”, dice Pablo mientras despliega un mapa satelital, que muestra el avance de la deforestación entre 2000 y 2024.

“Estas son las últimas dos décadas. Los cuadraditos muestran lo que se desmontó según los años. Miren cómo se fue coloreando este mapa. Formosa es de las cuatro provincias que más han desmontado y deforestado en Argentina, junto con Salta, Chaco y Santiago del Estero. Con el Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos, la provincia registró que cerca del 70% de su superficie está cubierta por bosques, y que el 65% de ellos puede ser desmontado. Preguntémonos si eso es sustentable”.

No se trata solo de arrasar especies y talar árboles. Lo que se arrasa son mundos. ¿Dónde educa un indígena wichí a sus hijos si no tiene el paño donde enseñar? Lo que estamos haciendo es una erosión genética y una erosión de los conocimientos culturales de los pueblos que viven ahí”.

Imágenes de Video/Sebastián Pani.

Fuente: telam

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