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29/06/2025

Joaquín Furriel, en la piel de Ricardo III: “Es importante poder reírse de la crueldad, así le bajamos el precio al miedo”

Fuente: telam

El actor argentino habla sobre la figura del rey inglés conocido como emblema del mal y su reflejo en el presente, a propósito de su trabajo en la versión del clásico de Shakespeare creada por el español Calixto Bieito

>A los 50 años, Joaquín Furriel está cumpliendo un sueño. Lo hace por las noches, cada vez que sube al escenario para convertirse en uno de los personajes más malvados y aterradores, Ricardo III (1452-1485), último rey inglés muerto en batalla y último de la dinastía Plantagenet, a quien la historia oficial le asigna el perfil de déspota cruel y sediento de poder. Shakespeare fue posiblemente quien más éxito tuvo con su retrato del famoso monarca como un sujeto deforme y sanguinario. Esa piel, la de un hombre resentido e incapacitado para el amor por los suyos y solo apto para eliminar cualquier obstáculo en su camino al poder absoluto, es la que Furriel se prueba en cada función.

Su historia personal cuenta que supo muy pronto dónde quería pasar la mayor parte de su vida. Joaquín Furriel (Buenos Aires, 1974) se preparó para actuar desde los 13 años, cuando comenzó a estudiar en un taller de su escuela de Adrogué, punto de partida de un recorrido que más tarde lo llevaría a consolidar el oficio en el entonces llamado Conservatorio Nacional de Arte Dramático. A los 20 llegó la primera obra de teatro y a los 22 hizo su primer papel en el cine y también el primero en la televisión. Hay hitos en la carrera de Furriel (Patrón, en cine; Montecristo, en TV; La vida es sueño y Hamlet, en teatro) y hay también muchos premios y nominaciones que respaldan un presente de desafíos y proyectos.

Lo que sigue es la transcripción de la charla que mantuvimos con Furriel el viernes por la tarde en el foyer del teatro, café de por medio, unas horas antes de que saliera a escena. Tal como era de imaginar, fue imposible hablar sobre el mal sin desviarse todo el tiempo hacia el presente y hacia las diferentes formas de la crueldad -reales y virtuales- a las que asiste la humanidad cada día con agobio y perplejidad, sin haber encontrado aún las respuestas adecuadas para habitar una vida menos inquietante.

— No siento que tenga un momento. Lo que sí me pasa es que, a medida que voy creciendo, que voy sumando años y más recorrido de vida, cada vez me gusta más. Mejor dicho, encuentro que puedo interpelarlo como autor con otra dimensión, con los temas que toca, con lo que dice.

— ¿Y te pasa que hay personajes que tal vez no te llegaban tanto y con el tiempo eso va cambiando?

— ¿Así lo pensaste en ese momento?

— Sí, sí, sí. También porque es como si internamente hubiese hecho una especie de pacto en el que dije “bueno, cada cuatro años me gustaría hacer una obra clásica”. Y empecé a leer y decanté por Ricardo III porque me parecía interesante no solo lo que hace el personaje en la obra, por la peripecia y la maldad. Sino porque cuando hago estos personajes me gusta mucho investigar; te diría que el trabajo de campo es lo que más me estimula. Me daban ganas de estudiar tratados sobre la maldad.

— Sí. Es como si te dijera que, en mi caso, que soy padre, mi hija ya es adolescente, pienso cómo puedo decodificar un mundo que me parece que está pasando hace ya varios años un momento de poco virtuosismo, ¿no? Donde se están ponderando cosas que no me parecen importantes. Me gustaría poder vivir en un mundo donde la intención sea mejorar la convivencia entre nosotros. Acompañar las decisiones de cada uno. Ser más respetuosos, menos prejuiciosos. Menos racistas.

— Hablás de otra era.

— Sí, la implosión del capitalismo.

— Claro. De alguna manera se ve como Saturno devorándose a sus hijos, ese cuadro de Goya, ¿no? Y son épocas de mucha incertidumbre.

— Sin matices, por otra parte.

— ¿Y qué Ricardo III tenías en la cabeza? ¿Qué habías visto?

— ¿Y de cine habías visto?

— Quería volver un segundito a lo que estábamos hablando acerca de la historia del mal porque pensaba que es como si se estuviera descomponiendo el consenso en relación al mal al que se llegó después del nazismo, ¿no? Como si estuviera descomponiéndose al punto de que ahora se permiten decir ciertas cosas que durante muchísimos años nadie decía. Aunque tal vez lo pensaban.

— Está cambiando de nuevo la mirada sobre qué es el mal. O qué es la conciencia.

— ¿Pero no te quedás mal cuando un anónimo te dice algo horrendo?

— ¿No?

— Pero gente resentida hubo siempre, solo que esta etapa de crueldad habilita cosas que antes no se permitían.

— Amorosa.

— No, claro. No parece eso.

— Es que la gente reacciona por miedo.

— Yo te diría que lo estamos viendo.

— No solo acá quiero decir. Me parece que es un momento del mundo en donde eso está apareciendo en todas las esferas.

— ¿Habías visto Zona de interés, de Jonathan Glazer? Me imagino que sí.

— Es la misma actriz de Anatomía de una caída. La película de Glazer es extraordinaria.

— Claro, no de exterminio.

— La asocio con otra escena en la que con ella se prueba el tapado de piel que perteneció a una mujer que está o estuvo en Auschwitz.

— Eso ocurrió en diciembre pasado, en Manhattan. Y el asesino se convirtió en un ídolo para muchos en las redes sociales.

— Claro, no es solo acá.

— ¿Vos decís que esa foto en Olivos durante la pandemia forma parte también de esa pornografía de la ostentación de la que hablabas?

— Es lo que estaría pasando, en principio la inflación bajó mucho y era algo necesario.

— ¿Cuál sería esa salida? ¿Por dónde la ves?

— Erosionando, claro.

— Sí. Con clases medias amplias.

— Con gobernantes que llegan desde las clases medias, cosa que en el resto de Latinoamérica no suele ser así.

— Me resultó interesante cuando hablabas de cómo te educaron tanto en casa como en las instituciones estatales a las que asististe y hablabas de tu hija adolescente. No recuerdo cuántos años tiene tu hija exactamente.

— Decías que querés traducirle de algún modo que puede haber una vida diferente. Está bien difícil. ¿Cómo se hace para que entiendan que puede haber una vida diferente a esta que no parece tener ninguna salida, ningún modelo a seguir?

— Pero el tema es que para muchos, no es el caso de tu hija, pero para muchos jóvenes la democracia no es más que deuda.

— ¿Entonces?

— Para volver a Ricardo III, una obra y una puesta tan exigente con los artistas, y creo que también exigente con el público, ¿cómo vive un actor que entrega tanto durante una temporada, cómo es la vida cotidiana? Todo gira alrededor de algo así, me imagino, porque tanto el cuerpo como la cabeza están completamente comprometidos con lo que estás haciendo cada noche.

— Cuando decís “entreno mucho”, para alguien que no está en este universo, ¿de qué hablamos?

— ¿Te imaginás dirigiendo? ¿Querés dirigir?

— Porque todo lo que te escucho, de algún modo, también conduce un poco a eso.

— De la puesta, de lo que haces cada noche, ¿cuál es la escena que más te costó y cuál la que más te emociona?

— No te pasa eso con él.

— Replicando.

— Claro.

— Eso es la pasión.

— ¿Qué pensás que puede aportar hoy esta puesta de Ricardo III?

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Fuente: telam

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