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22/06/2025

Michel Nieva y la distopía que llegó hace rato, un largo camino de Borges a Silicon Valley

Fuente: telam

El escritor y ensayista argentino reflexiona sobre ciencia ficción y los magnates digitales como nuevos profetas. “No hay confianza en ningún tipo de ideología, entonces la nueva narrativa política viene de la fascinación por los avances tecnológicos”, afirma

>Michel Nieva es escritor, poeta y ensayista pero sobre todo, es un hombre muy inteligente. Y en este tiempo reciente, se ha convertido en uno de los autores más lúcidos y sagaces de una nueva generación de la literatura contemporánea argentina. Su obra se caracteriza por un cruce entre ciencia ficción “criolla”, la sátira política y una contundente metacrítica social, siempre atravesada por una certera mirada irónica. Una especie de cyberpunk con alto octanaje de hiperrealismo ¿mágico? latinoamericano.

En casi todos los casos hay escenarios apocalípticos, todo tipo de deformaciones y monstruos biotecnológicos -no muy ajenos de la realidad actual, por cierto- y un paisaje argentino desolador (aquello que pudimos ser y no fuimos). Resalta su capacidad para revisar géneros populares desde una refinada óptica literaria y su abordaje de temas complejos como la identidad argentina, el colonialismo interno, el cambio climático y la transformación tecnológica, plagado de sátira y referencias a la historia reciente.

—En Ciencia Ficción Capitalista hablas de “magnates borgeanos” ¿Por qué?

—Es una ironía, porque lo que lo que disparó ese libro fue cómo los magnates de Silicon Valley inspiran muchos de sus productos, de sus narrativas, a partir de la ciencia ficción. Pero leída de una manera completamente literal. Pienso que son como una especie de Quijotes o Madame Bovary leyendo literatura de ciencia ficción. Es que todo este caldo de cultivo, esta ideología californiana, surge al mismo tiempo que el cyberpunk, un género que, digamos, aventuraba un futuro en donde las condiciones de vida de las personas eran peores por culpa de un avance del capitalismo a través de tecnologías que precarizan la vida. Estos personajes empezaron a leer estas novelas y en vez de alertarse sobre estos futuros sombríos, trataron de sacar esas tecnologías narradas para aplicarlas y monetizarla con sus compañías. El ejemplo más emblemático que menciono en mi libro es Snow Crash, un libro de Neal Stephenson, que es un referente del género y que transcurre en un futuro no muy lejano, en el siglo 21, en Los Ángeles: se privatizaron hasta los más elementales servicios y la mayoría de las personas no tienen trabajo o tienen trabajos muy mal pagos. Y para disfrutar un mínimo de placer vital tienen que subir a un metaverso en el que se pueden convertir en lo que quieran. Elon Musk o Jeff Bezos leyeron este libro y en vez de pensar “qué terrible este futuro”, dijeron “oh, esto es increíbles, tenemos que inventarlo y hacerlo realidad.”

Muchos de los conceptos que surgen de esa novela, como el metaverso mismo que después lanzó Mark Zuckerberg, lo convierte en el emblema de su corporación. Esta novela también es tomada dentro de todo este tipo de redes sociales. Lo mismo el Google Maps y muchas otras ideas. El escritor de ciencia ficción es una figura privilegiada para pensar nuevos avances tecnológicos y cada vez más son contratados por estas corporaciones.

Mi libro surge de pensar esta colaboración entre los escritores de ciencia ficción y este nuevo paradigma de utopías tecnológicas que surgen en Sillicon Valley y que con el tiempo fueron adquiriendo más poder hasta nuestro presente. En la asunción de Trump, los representantes de la oligarquía plutocrática del país eran todos magnates digitales: Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Elon Musk... Y bueno, de ahí surge esto: son magnates borgeanos, como lectores del género.

—Entonces ¿no entendieron o decidieron negar lo que transmiten esas novelas y convertirlo en algo que les pueda reportar ganancia? Una cosa cínica detrás de este positivismo tecnológico.

—¿Parecen profetas, no? Sobre todo Musk.

—Sí. Hay una combinación entre la tecnología de punta y una figura muy arcaica de Occidente, que era el patriarca salvador de la humanidad. Un mesías que también tiene características de profeta. Y es lo que vuelve tan personalista a estas narrativas enfocadas en hombres, en una época de crisis absoluta de las narrativas democráticas occidentales: el patriarca y profeta que va a salvar a la humanidad. Este tiempo de derrumbe de todo tipo de creencias y convicciones ideológicas, hace que las personas adhieran tanto a esas ideas como a las figuras que las encarnan.

—¿Entonces ahora la ciencia ficción tiene un “prestigio” que, digamos, no tenía en consonancia con una gran popularidad, hace 40 o 50 años?

—¿Y cuál fue el primer libro de ciencia ficción que leíste o cuál fue el que más te impactó al momento en que te formabas como lector?

—En ese sentido, tu novela La infancia del mundo trae esa narrativa de ciencia ficción (que siempre estaba relacionada al primer mundo) a un escenario bien argentino. ¿Por qué?

—La ciencia ficción latinoamericana siempre fue marginada. Tengo amigos escritores de 20 años más que yo, que me cuentan que ponían sus libros en las secciones de “ciencia ficción” y que los lectores decían “Si es latinoamericano y de ciencia ficción tiene que estar en la categoría de ‘literatura latinoamericana’”

—En tu libro de ensayos Tecnología y barbarie, hay uno que hablar de la literatura argentina con “la pampa” como paisaje e inspiración para nuestra conformación como nación ¿De dónde viene esa idea? Andrés Di Tella ha hecho una gran película sobre más o menos el mismo tema... Y vos avanzas sobre el canon literario argentino.

—Siempre me interesó el ensayo como género. Y también por los escritores argentinos que me gustaban, como Borges, que creo que impone un canon de que para escribir literatura en Argentina no solo hay que escribirla, sino generar las condiciones de lectura para esos textos que sean entendidos. Y después se repite un poco esa figura. César Aira, Piglia, Saer son escritores que repiten esta cuestión de que hay que escribir ficción y no ficción que participe de ese proyecto literario. A mí me gusta pensar mi escritura ensayística (como yo la llamo “ciencia no ficción”). El primer ensayo que publiqué fue porque me invitaron a dar una conferencia en Rafaela sobre Cyberpunk. Me invitaron porque había publicado una novela de “cyberpunk gauchesco”. Entonces, como procedimiento alternativo, en vez de decir que no existe el cyberpunk argentino, propuse que el origen de la literatura argentina es cyberpunk.

[Fotos: Gustavo Gavotti]

Fuente: telam

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