06/05/2025
El lado solidario del Latam Economic Forum, cuyos fondos serán donados a organizaciones con un fuerte anclaje social

Fuente: telam
Todo lo recaudado en el marco del evento del que participarán Javier Milei y el Luis Caputo será destinado a dos instituciones: la Fundación de Acción Social de Jabad y la Asociación Cooperadora del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez
>En la edición 2025 del La decimoprimera edición del evento económico y financiero organizado por la consultora Research for Traders, se realizará el jueves 8 de mayo desde las 8:30 en el Goldencenter. Contará con la presencia del presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, quien estará a cargo de la apertura de la jornada. Luego, habrá un panel de especialistas integrado por el economista y diputado nacional de Juntos por el Cambio por Santa Fe Luciano Laspina; el economista, fundador y CEO de Carta Financiera, Miguel Ángel Boggiano; el analista político y director de Poliarquía Consultores, Alejandro Catterberg; y el politólogo y especialista en Relaciones Internacionales, Fabián Calle.
El foro fue creado hace más de una década por Darío Epstein “con el fin de generar un espacio de reflexión y análisis sobre temas económicos y políticos de actualidad y principalmente como vehículo para lograr impacto social a través de lo recaudado en cada edición”. Lo recaudado en el evento se destina al financiamiento de dos proyectos sociales.Al respecto, el vocero de la Fundación Jabad, Alejandro Altman, explica: “Somos coorganizadores del evento junto a Darío Epstein, de la consultora Research for Treaders, y su equipo. Es una manera de unir voluntades con un fin concreto: mejorar la vida de quienes más lo necesitan”. Sobre Epstein, expresa: “Él se acercó un día y dijo: ‘Tengo ganas de ayudar, de mejorar el mundo, ¿cómo lo puedo hacer? Tengo tiempo, tengo contactos y tengo agenda’, y ahí se creó“. También cuenta: “El 100% de lo recaudado va a parar a las causas solidarias. Ninguno de los organizadores cobra un peso, y eso también habla del espíritu que lo impulsa”.“Todos podemos hacer algo. No hay excusas para no mirar al costado y ver lo que le pasa al prójimo. El foro es un ejemplo claro de que, con ganas y usando lo que cada uno tiene a mano, se puede ayudar a otro”, reflexiona Altman.
Respecto a destino del dinero que se recaude este año, aclara: “El objetivo es acompañar a familias de clase media que hoy están en riesgo de exclusión”. “Estamos viendo una situación parecida a la de la pandemia: muchas personas que antes no necesitaban ayuda ahora se acercan porque no pueden sostener las expensas, el comedor escolar o la cuota del colegio. Vienen a pedir apoyo para no caerse del sistema. También estamos evaluando destinar una parte a reformas en el hogar de niños. La Cooperadora del Hospital Gutiérrez, por su parte, está analizando la compra de dos o tres equipos médicos con lo recaudado. Apenas lo definan, lo vamos a comunicar”.“Nosotros no trabajamos en función de la coyuntura, sino del compromiso constante. La ayuda social no se detiene. Como parte de la comunidad judía, nuestra tarea está dirigida principalmente a sus miembros en situación de vulnerabilidad, pero siempre con una mirada abierta y solidaria hacia el conjunto de la sociedad”, afirma Alejandro Altman en promedio, con todos los programas para niñas, niños, jóvenes, adultos y adulto mayores, a unas 3000 personas. “Es un proyecto gigante”, afirma.La Fundación, creada en 1989 y que desde entonces ayudó a más de 15 mil personas, se define como un espacio que brinda ayuda integral y personalizada a miembros de la comunidad judía que se encuentran en situación de vulnerabilidad y desprotección. Por medio de sus programas y prestaciones, atiende diversas problemáticas, con el objetivo de disminuir los efectos de la exclusión social a través de acciones concretas que mejoran la vida cotidiana de su población destinataria.
Desde su creación en 1999, el programa Ieladeinu acompañó a más de 600 niños, niñas y adolescentes. Trabaja en red con otras organizaciones públicas y privadas para erradicar el maltrato infantil, promover los derechos de la niñez y prevenir la violencia contra ellos. En 2008, con apoyo de UNICEF, Ieladeinu publicó un libro que sistematiza su experiencia y enfoque. Su intervención finaliza cuando la situación familiar se encuentra normalizada y los niños pueden desarrollarse sin riesgo en su entorno. El objetivo central del programa es apoyar y fortalecer a la familia como ámbito natural y prioritario de protección y desarrollo para los niños y adolescentes. Cuando ese entorno se vuelve peligroso para su integridad física o emocional, se articula con organismos de protección de derechos que evalúan la necesidad o no de una medida de separación.
Además de hogares y dispositivos de acogimiento, cuenta con recursos específicos como trabajo domiciliario, acompañamiento terapéutico, orientación legal, tratamientos psicológicos, entrevistas de orientación a padres y grupos terapéuticos para madres y padres. Los llamados centros de vida son espacios terapéuticos que complementan —o, cuando es necesario, suplantan— las funciones parentales, siempre con el horizonte de garantizar entornos afectivos, protegidos y respetuosos de la identidad de cada niño.Para adolescentes y jóvenes, el programa Ofek (“Horizonte”) ofrece oportunidades de formación, inserción laboral y acompañamiento psicosocial. “Acá vienen chicos que por distintos motivos quedaron relegados. Les enseñamos cómo armar un currículum, cómo prepararse para una entrevista laboral, y también los conectamos con empresas. Incluso tenemos una casa donde pueden vivir transitoriamente, como si fuera una pensión estudiantil. Pero con la idea clara de que eso es momentáneo, hasta que puedan sostenerse por sí mismos”, explica Altman.
Creado en 2012, Ofek acompaña cada año a más de 80 jóvenes que viven en situaciones de vulnerabilidad social, emocional y económica. El programa les ofrece tutorías educativas, orientación vocacional, espacios terapéuticos y talleres de habilidades sociales y laborales. También gestiona una casa de convivencia supervisada, donde los jóvenes aprenden a organizar su vida cotidiana con autonomía y responsabilidad. “No se trata solo de que consigan trabajo. Queremos que puedan proyectarse, armar un camino propio, con seguridad emocional y herramientas reales”, reconoce el vocero de la Fundación.“El sueño —agrega— es que ese trabajo que realizan con sus manos tenga impacto social, pero también emocional. Cada objeto lleva el nombre de quien lo hizo. Ese botiquín o juego llega a una escuela rural con una historia detrás. No es solo ayuda, es dignidad. Hay una conexión emocional que es hermosa. Además, no es solo por darles algo para hacer. Hay un encuadre, una motivación. Si llegan tarde o faltan, se descuenta el día. Eso, simbólicamente, les da estructura y sentido”, admite.
Detrás de cada acción hay una estructura diseñada que es el resultado de mucho rigor. Nada queda librado al azar. “No basta con hacer el bien: hay que hacerlo bien”, resume Altman. “El 98% de nuestras actividades se financian con donaciones. Por eso buscamos eficiencia y transparencia. Administramos fondos que la gente nos confía para mejorar la vida de otros, y eso tiene un nivel de responsabilidad altísimo”.La Fundación cuenta con un equipo profesional interdisciplinario y una estructura de trabajo que prioriza la atención personalizada. Cada situación se aborda contemplando tanto las necesidades materiales como las dimensiones emocionales, familiares y comunitarias. El principio rector es la dignidad: “Antes que una ayuda, ofrecemos un vínculo”, sostienen desde la institución. En los últimos años, la demanda creció especialmente en áreas como salud mental, alimentación y sostenimiento habitacional.
“Administramos fondos que nos fueron confiados para mejorar la vida de otros, el dinero donado no es simplemente plata: es un acto de confianza. No es dinero común. Es casi sagrado. Tiene un nivel de responsabilidad que nos obliga a hacer las cosas no solo bien, sino de la mejor manera posible”, asegura. “No creemos en grandes estructuras que diluyen la ayuda. Preferimos asociarnos con quienes están en el territorio, con quienes comparten nuestros valores, no solo humanos, también organizacionales: eficiencia, transparencia y compromiso real con la gente”, subraya Altman.Esa red de ayuda se articula desde Jabad Lubavitch Argentina, la institución que da forma y sustento a los tres ejes principales de acción: Ieladeinu, restitución de derechos a niños, niñas y adolescentes; Ofek, inclusión laboral y educativa para jóvenes; y Fundación de Acción Social, que da asistencia directa a familias y adultos mayores.
La Asociación Cooperadora del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez es, desde hace casi 70 años, un actor indispensable en el acompañamiento a pacientes pediátricos y sus familias. Su trabajo combina logística, recursos y cercanía, y permite cubrir necesidades que exceden el alcance presupuestario del sistema público.“Trabajamos codo a codo con ellos porque compartimos valores y una forma de trabajar eficiente y clara. Cuando hacemos alianzas, buscamos organizaciones que sean coherentes, que tengan un impacto concreto. No creemos en grandes estructuras burocráticas. Preferimos trabajar con quienes están en el territorio y conocen las urgencias de verdad”, afirma sobre cómo logran los vínculos. También trabajaron con asociaciones como APAER y Fundación Sí, entre otra.
Este año, la alianza se renueva. Fundación Jabad y la Cooperadora del Gutiérrez compartirán nuevamente los frutos de una jornada que vincula al mundo empresarial con el impacto social directo. “Sabemos que el mundo va a estar mejor cuando cada uno se comprometa en su pequeño mundo”, reflexiona Altman. “La mayoría de las personas quiere hacer el bien. A veces solo hay que mostrarles el camino. Por eso decimos: si querés ayudar, hay lugar para vos. Siempre.”
Fuente: telam
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