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01/05/2025

“¿Estás en la cama? ¿Estás vestida? Mostrame...“: Gabriela Cerruti sorprende con “El veneno del poder”, una inesperada ficción presidencial

Fuente: telam

La periodista y escritora argentina, ex senadora y vocera de Alberto Fernández, regresa con una novela que dará que hablar. A continuación, Infobae Cultura publica un fragmento

>Gabriela Cerruti vuelve a los libros. Autora de las reconocidas biografías de Carlos Menem (El jefe) y de Mauricio Macri (El pibe) y reconocida cronista del diario Página/12, quien luego se volcó a la política decidió regresar al mundo escrito. En esta ocasión, una inesperada novela. Se titula El veneno del poder, publica Sudamericana, y se presenta hoy en la Feria del Libro a las 17:30, en la Sala Victoria Ocampo del Pabellón Blanco. Acompaña a la autora Ingrid Beck.

La frase que antecede al primer capítulo dice: “Los personajes de este libro son producto de la imaginación. Cualquier semejanza con seres conocidos será sencillamente porque, en estos tiempos, la realidad se parece demasiado a la ficción”. El protagonista se llama Salvador Gómez y es presidente de la Argentina. Se mira al espejo, se prueba el saco, se recuesta en el sofá y manda mensajes efusivos a diferentes mujeres.

Posiblemente estén los que tracen paralelismos con el último mandatario que tuvo este país, antes de que llegue Javier Milei: Alberto Fernández. El dato curioso es que Cerruti, además de haber sido senadora y dirigente política dentro del peronismo, el último rol que tuvo fue ser vocera presidencial de, justamente, Alberto Fernández.

El presidente Salvador Gómez se afloja el nudo de la corbata y toda la ropa se desliza hasta los pies. Una segunda piel, que se le despega y lo deja en carne viva. Está desnudo. El espejo le devuelve el reflejo de sus tobillos flacos.

La cintura cruje como una máquina oxidada al agacharse. De la ropa amontonada en el piso toma con cuidado la corbata y la cuelga prolijamente junto a otras cien: variaciones de un mismo disfraz, el que cada día lo viste de hombre decente, de profesor, de abogado.

La corbata ordena, sostiene, amontona, fija. El nudo firme es el botón oculto de su Matrix. Las palabras pasan por la garganta y salen convertidas en oraciones aprendidas en las largas jornadas de la Facultad de Derecho. A veces le raspa a nuez de Adán y es signo inequívoco de que está nervioso: alguien en la platea está a punto de darse cuenta de todo. Entonces acomoda el nudo, y siente la mano de su padre que le acaricia la cabeza y le permite seguir adelante.

Escucha la voz del senador en la sobremesa de las vacaciones en Salta, bajo el calor abrasador, contando una y otra vez cómo enfrentó al gobernador para defender a los mineros. El niño de Buenos Aires, el atorrante, el molesto jugando solo en el patio mientras los mayores duermen las siestas interminables de la Puna. Quiere correr al río, sacarse la ropa, bañarse desnudo, besar a las chicas que encuentre por ahí. Tiene calor y sed, y ganas de cantar y de que sea de madrugada y la noche le quite la timidez para desplegar su encanto. Pero está tirado en el banco de piedra, con un libro en la mano. Las criadas lo escuchan y protestan, pero las primas les piden paciencia. Ya va a aprender. Está acostumbrándose. Las oye cuchichear mientras finge leer y sabe que es indefectible, que le pasa ahora y le va a pasar toda la vida: él trabaja, se esfuerza, se contiene, pero en algún momento alguien lo señala:

—Es el hijo de la nueva esposa del Senador.

Gómez se encierra en el jardín de invierno, en medio de helechos, teclados, guitarras, equipos de sonido y una colección sin igual de vinilos. Las mejores orquestas, los mejores cantantes. Populares, desconocidos: su gusto no solo es sofisticado, también es amplio. Gómez guarda ya más de sesenta guitarras. Acústicas, eléctricas, regalos, compras, de colección. Los nombres de músicos y artistas reconocidos van cayendo en las conversaciones como un reguero.

Son la prueba de su relación con la música. La construcción puntillosa de quién quiere ser: un melómano, compositor, poeta, cantante. Otro. Salvador siempre, en cada tiempo, en cada lugar, quiere ser, sencillamente, otro.

Se tira sobre el sofá y abre el chat en el teléfono.

—Hola, ¿estás?

—Hola, ¿estás?

A una, a otra, y a otra.

No les da tiempo a responder. Salta de una a otra. Buscando lo único que necesita saber.

El hijo del Senador es una sombra colgada en el vestidor. Ahora es, de nuevo, el hijo abandonado de Roque buscando amor y reconocimiento.

Fuente: telam

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