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23/04/2025

La “señora de las flores amarillas” que ingresó al velatorio privado de Francisco y la historia de su relación con el Santo Padre

Fuente: telam

Su nombre es Carmela Mancuso, tiene 79 años y se hizo conocida cuando el Papa la nombró al agradecer la presencia de sus fieles el día que recibió el alta médica, tras su larga internación. Infobae la encontró en las inmediaciones de la Casa Santa Marta antes de que ingresara a la basílica para despedirse del pontífice. “Y él se fue al cielo y reza por todos nosotros”, sostuvo

>Fueron solo doce las palabras que el papa Francisco pronunció desde una ventana de la clínica Gemelli, donde permaneció internado durante 38 días a causa de una neumonía bilateral que presentó sendas complicaciones. En ese breve discurso, sentado en una silla de ruedas, saludó con ambas mano y, esbozó una sonrisa sensible. Su rasgo cambió cuando descubrió entre el público, devotos preocupados que habían seguido con atención su recuperación, a una mujer y a lo que la mujer llevaba en sus manos. “Grazie a tutti...vedo a questa signora con i fiori gialle... ¡Brava!”, expresó ante el micrófono en señal de gratitud con los presentes, pero especialmente con una fiel: “Veo a una señora con las flores amarillas, qué bien”.

Cuando el Papa la distinguió entre la multitud desde la ventana del hospital, pidió recoger esa ofrenda. No se lo quedó. Al regresar de la clínica en camino a Santa Marta, cumplió con una de sus costumbres: rezar en la Basílica de Santa María la Mayor, una imponente edificación del siglo V, donde el Sumo Pontífice eligió ser sepultado. La iglesia queda, curiosamente, enfrente del consulado argentino en la capital italiana. Cuando solicitó alterar el rumbo de la comitiva, la delegación no tuvo tiempo de preparar una rampa para que el Papa acceda por las escaleras al templo. Quería entregar el ramo de Carmela. No fue Francisco, entonces, sino el cardenal Makrickas el encargado de depositar las flores a los pies de la Salus Populi Romani.

“Ayer las traje como un deseo -dijo en referencia a su ramo-. Creía en una mejoría. Siempre creí en una recuperación”. Consultada sobre su vinculación con la muerte del obispo, expresó: “Es el camino que todos tomamos. Él se fue al cielo y reza por todos nosotros. Era verdaderamente un santo, un santo, Yo lo llamaba siempre Santo Padre, Santo Padre. Y lo hice durante seis años: llevaba flores, iba a todas las celebraciones, pero a las audiencias iba todos los miércoles y recuerdo su alegría cada vez que veía las flores”.

Y la última vez que lo vio había sido el domingo de Pascua, tras su última aparición pública desde el balcón de la Basílica de San Pedro, donde se mostró en silla de ruedas, sin las cánulas nasales para el oxígeno, donde hizo un contundente llamamiento por la libertad religiosa como condición indispensable para la paz en el mundo, en el marco de la tradicional bendición “Urbi et Orbi”. “No puede haber paz sin libertad de religión, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás”, afirmó esa mañana ante 35.000 fieles congregados en la plaza.

Carmela era una de las presentes. Relató que le dejaron estar cerca de él cuando bajó del ascensor y se subió el papamóvil. “Sentí una gran alegría. Le di las flores, le deseé lo mejor, lo saludé en nombre de todos mis amigos, mis familiares y de todo el mundo. Lo abracé, lo besé y él me dio otra corona del rosario porque la noche anterior me había dado su bendición. Justo antes de ir a la basílica se detuvo. Yo no sabía que tenía esa posibilidad. El gendarme me llamó y me dijo que estaba ahí el Santo Padre. ¡Qué felicidad! Cuando vi al Santo Padre, me apresuré, él me estaba esperando para darme otro rosario. Y cuando fui allí, ¡qué alegría, qué alegría! Santo Padre, lo abracé, le besé las manos y le deseé una buena recuperación”.

La primera vez que levantó un ramo de rosas amarillas fue para acompañar a una mujer al hospital pediátrico Bambino Gesú, conocido también como “el hospital del Papa” en la ciudad romana. Carmela se había enterado de la triste historia de una niña de solo tres meses a la que debían operar de urgencia. Durante una visita a la Divina Misericordia, una iglesia cercana a la Plaza de San Pedro, conoció a la tía de la paciente, quien le reveló que tenía miedo de ir a visitarla. Carmela decidió acompañarla: llevó consigo un ramo de rosas amarillas. “Desde entonces, siempre empecé a llevar flores en señal de agradecimiento. De hecho, cada vez que llevo flores, pongo una tarjeta con muchos mensajes y pido una bendición para mis familiares y amigos. Y desde hace un mes también para el Papa”, contó hace un mes, cuando a fines de marzo el Papa había recibido el alta clínica.

Desde que se instaló en Roma hace seis años, Mancuso viajaba con periodicidad en tren desde Monteverde al Vaticano, para unirse a los fieles en la Plaza de San Pedro y rezar el rosario. La primera vez que vio al papa Francisco había sido en diciembre de 2017. Desde entonces, acudía con regularidad a las audiencias papales al público de todos los miércoles y a diferentes celebraciones conducidas por el Santo Padre. En las últimas semanas, su frecuencia había aumentado al compás de su preocupación por la salud del pontífice de 88 años. Los médicos y los agentes de seguridad ya la identificaban entre los fieles gracias a la curiosidad de su ramo amarillo. Ella guardaba con orgullo imágenes impresas de cada una de sus visitas a la plaza vaticana que ostentaba frente a la prensa y los devotos.

Fuente: telam

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