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20/04/2025

Moisés y Jesús, dos historias con sorprendentes coincidencias

Fuente: telam

Estas figuras bíblicas comparten aspectos de sus relatos de vida, desde la infancia amenazada hasta el paso por Egipto, el aislamiento antes de asumir su misión y el número 40.

>Una madre desesperada deposita a su bebé en una cesta y lo deja flotar por el Nilo, el gran río de Egipto, confiando en que las aguas, a veces traicioneras, tengan más piedad que los hombres: hay una orden de matar a todos los bebés judíos y ese niño es uno de ellos. Años más tarde, otro chiquito es llevado a Egipto por sus padres, huyendo de la amenaza de un rey que teme perder el trono y también ha ordenado exterminar a los menores de dos años. Ambos sobreviven a una masacre ordenada por el poder de turno. Ambos crecen para cambiar la Historia. Sobre ambos relatos la editorial Leamos -el sello de Infobae- publicó libros electrónicos para descargar gratuitamente. En el caso de Moisés, Moisés y Jesús no vivieron en el mismo siglo pero las coincidencias narrativas entre sus vidas han fascinado a teólogos, historiadores y escritores durante más de dos milenios. La Biblia los presenta como figuras fundacionales: uno saca a su pueblo de la esclavitud en Egipto; el otro, según la tradición cristiana, ofrece una liberación espiritual universal. Sus historias se entrelazan como espejos narrativos, pero también revelan diferencias profundas que los sitúan en planos distintos.

La historia de Moisés comienza con un acto de desesperación. El faraón ha ordenado matar a todos los varones hebreos recién nacidos, temeroso de que los esclavos se conviertan en amenaza. En medio de ese decreto, una mujer de la tribu de Leví esconde a su hijo durante tres meses. Luego, sin otra salida, lo coloca en una canasta y lo deja en el Nilo. La hija del faraón lo encuentra, se compadece y lo cría como si fuera suyo.

Siglos después, en Belén, un monarca también se siente amenazado por la llegada de un niño. Herodes, rey de Judea, escucha rumores de que ha nacido el “rey de los judíos”. Ordena una matanza de niños. José, avisado en sueños, huye con María y el pequeño Jesús hacia Egipto. Allí se quedan hasta la muerte del rey.

En ambos relatos, la infancia está marcada por la persecución y la huida. Ambos sobreviven por la acción decidida de sus padres y madres y viven -Jesús, algunos años- de niños en Egipto. En ese punto, sus vidas comienzan a correr en paralelo.

Moisés crece como príncipe, aunque es hebreo. Su juventud está signada por un conflicto de identidad: vive entre privilegios egipcios, pero siente que no pertenece a esa cultura. Cuando ve a un capataz golpeando a un esclavo hebreo, lo mata y huye al desierto. Allí, en Madián, se casa y se convierte en pastor.

Jesús, en cambio, crece en la humilde Nazaret, hijo de un carpintero. Poco se sabe de su juventud, salvo un episodio en el que se queda en el templo de Jerusalén, discutiendo con los sabios a los doce años. A diferencia de Moisés, no se educa en palacios ni se forma como príncipe. Su vida transcurre en la periferia, entre campesinos y artesanos.

Pero ambos pasan por una etapa de retiro y transformación antes de iniciar su misión pública. Moisés se encuentra con Dios en forma de una zarza ardiente mientras cuida ovejas. Jesús, tras ser bautizado, se retira al desierto durante 40 días, donde es tentado por el diablo. Ese número —40— aparece en ambos relatos como símbolo de preparación.

En la Biblia, el número 40 no es casual. Es una cifra cargada de simbolismo que aparece repetidamente en contextos de prueba, transición o revelación. En la vida de Moisés, 40 años marcan su estadía en el desierto de Madián antes de ser llamado por Dios. Más adelante, liderará al pueblo israelita durante otros 40 años en el desierto, camino a la Tierra Prometida.

Para los hebreos, los 40 años representaron la purificación de una generación esclavizada, incapaz de creer del todo en la promesa. Para Jesús, los 40 días fueron una preparación espiritual, un anticipo de las pruebas que vendrían. La duración, el entorno y el sentido de ambos episodios subrayan la idea de que no hay revelación sin prueba.

Moisés sube al monte Sinaí y desciende con las tablas de la Ley. Es un momento fundacional para el pueblo de Israel: a partir de entonces, la alianza con Dios se rige por un código, un conjunto de normas que estructuran la vida religiosa y civil.

Si Moisés trae la Ley, Jesús propone una lectura nueva de esa ley. No la anula, según el propio texto, pero la lleva a su plenitud. La justicia deja de ser solo cumplimiento de normas y se vuelve asunto del corazón.

Uno de los puntos más significativos en la comparación es la noción de alianza. Moisés es el mediador del primer pacto entre Dios y el pueblo de Israel, sellado en el monte Sinaí con la entrega de los Diez Mandamientos. Esta alianza define a Israel como nación y establece un marco legal, religioso y ético.

Para los primeros cristianos —especialmente en los textos de Pablo— Jesús es visto como el cumplimiento de lo que Moisés anticipó. Mientras Moisés intercede por un pueblo concreto, Jesús es presentado como mediador universal.

Ambos personajes son asociados con milagros, aunque en contextos diferentes. Moisés, según el libro del Éxodo, convierte su bastón en serpiente, hace caer plagas sobre Egipto, abre el mar Rojo y hace brotar agua de una roca en el desierto. Sus prodigios son actos de confrontación y liberación frente al poder faraónico.

Jesús, por su parte, sana a ciegos, leprosos y paralíticos. Multiplica panes y peces, camina sobre el agua y resucita muertos. Sus milagros no tienen como finalidad castigar a un enemigo, sino restaurar al ser humano. No apuntan al poder, sino a la compasión.

Ambos usan signos para demostrar autoridad divina, pero el contexto revela un matiz importante: los de Moisés están ligados a la construcción de un pueblo; los de Jesús, a la transformación del individuo.

Las diferencias más claras entre ambos emergen al final de sus vidas. Moisés, según el Deuteronomio, muere en la cima del monte Nebo, viendo la Tierra Prometida desde lejos, pero sin poder entrar en ella. Nadie sabe dónde fue enterrado.

Mientras que la muerte de Moisés cierra un ciclo —el del éxodo y la formación del pueblo—, la de Jesús inaugura una nueva narrativa que se expande más allá de las fronteras del judaísmo.

¿Fueron estas similitudes casuales o construidas con intención? Muchos estudiosos sostienen que el Evangelio de Mateo, escrito para una audiencia judía, presenta deliberadamente a Jesús como un “nuevo Moisés”. Desde su nacimiento hasta su enseñanza en el monte, los paralelismos funcionan como señales para lectores conocedores de la Torá.

Moisés y Jesús, separados por siglos y contextos, comparten estructuras narrativas que reflejan preocupaciones comunes: la infancia amenazada, el liderazgo divinamente inspirado, la enseñanza moral, la mediación espiritual. Pero también representan dos modos distintos de entender la relación entre lo sagrado y lo humano.

Los libros están disponibles en formato digital y el acceso es muy sencillo. Solo es necesario entrar En el caso de Moisés, la libertad, se puede leer Si ya se tiene una cuenta en Bajalibros, los libros quedan disponibles de inmediato. Si no, hay que registrarse. El proceso es breve y no se solicita tarjeta de crédito ni ningún tipo de pago: solo se completan unos datos básicos y se confirma la cuenta a través de un correo electrónico. Al hacer clic en “Activar”, el acceso queda listo.

Fuente: telam

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