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30/12/2025

Cromañón, una madre y una pregunta: “Espero que nos reencontremos y me cuente por qué no pudo salir de esa maldita cámara de gas”

Fuente: telam

El recuerdo y el dolor a flor de piel de Nilda Gómez, la mamá de Mariano Benítez, una de las 194 víctimas del incendio del boliche Cromañón, ocurrido el 30 de diciembre de 2004, que se convirtió en la tragedia no natural que dejó el mayor número de muertos en la Argentina. Transcurridos 21 años de la catástrofe, casi 70 padres fallecieron y las familias quedaron con secuelas que día a día van impactando en su salud física y mental

>“Todavía no puedo hablar de mi hijo sin llorar”, se sincera Nilda Gómez, mamá de Mariano Benítez, uno de los 194 muertos injustamente en el incendio del boliche Cromañón, aquella funesta noche del 30 de diciembre de 2004. “Cuando estoy sola lloro fuerte, muy fuerte. Pero no me lo permito en los momentos en los que está mi mamá de 92 años, y mi hija, que está operada”, confiesa. Así será su testimonio durante toda la charla con Infobae, mezcla de ahogo, tristeza, congoja y angustia, pero a puro sano recuerdo donde también asomarán las sonrisas de una madre orgullosa de su hijo.

Si bien hace una pausa, se percibe en ella que quiere seguir hablando de Mariano, su amado hijo. Lo hace con ansias, con una necesidad que a la vez la hace fuerte en una fecha donde siempre suele estar deprimida y sin ganas de hablar: “Al final compramos una casa en Mar de Ajó. Y Mariano iba con sus amigos, la casa se llenaba de chicos, de la alegría que hoy me falta. Una amiga mía les cocinaba, otra hacía determinada cosa, lo mimaban mucho ellas. Pasamos Navidad y fin de año. Algo que hoy no puedo repetir y eso me enoja, me entristece. Me acuerdo de que yo me tiraba a la pileta y él estaba atento. ‘Mañana te enseño a nadar’, me dijo. Y fue así, al otro día ya estaba flotando y braceando. También me enseñó a nadar debajo del agua. Me llevaba con su mano en mi cintura y me hacía tocar el fondo, siempre como te conté, con la mano de él en mi cintura. Todavía la siento. Cada vez que estoy mal pienso en su mano en mi cintura. Y eso me saca a flote como en el agua y me mejora cuando estoy deprimida. La sensación es increíble, pero se me repite todo el tiempo. Yo sé que cuando estoy aturdida o acongojada pienso en eso y salgo“.

Los viajes con él también aparecen uno tras otro en la memoria de Nilda: “Fuimos a Disney con su hermana y también al Santuario Histórico de Machu Picchu. Lo imagino ahí observando desde el borde de una montaña. A veces lo veo mirándome a mí, apoyado en un árbol, en medio de un césped corto, lindo, verde, cuidado... Ahora viene a mi mente el año 2004, cuando estudiaba Derecho conmigo. Antes había ido a la universidad a aprender informática, pero no le gustó porque había mucha matemática. Yo estaba haciendo la maestría, así que fuimos compañeros de la facultad. Terminé esa maestría y él el primer año de Derecho. Tenía su novia y era muy amoroso con ella y con las chicas en general, cuidaba mucho a las adolescentes y a las mujeres, todas me lo cuentan. No sé qué sueños tendría, pero sí sé lo que hacía y sentía, cómo le gustaba vivir, salir, ir a ver recitales hasta que esa noche me lo mataron en una maldita cámara de gas. Él me cuida, cada vez que estoy mal me protege, lo siento todo el tiempo. Mirá, solo espero el momento en que nos reencontremos algún día para que me cuente por qué no pudo salir esa perversa madrugada del boliche”.

Nilda, como puede y con sus herramientas, intenta sobreponerse día a día. Ya pasaron 21 años, pero para ella y para todos los familiares de los muertos la lucha por justicia continúa. Cuando se refiere a Callejeros, el grupo que tocaba aquella noche de tanto dolor, los menciona como “La banda de la muerte”: “Ellos creen y sienten que están en la cima de la fama. Y en realidad están en la cima, pero de una pila de 194 cadáveres, de la tragedia. Ellos también participaron en esa masacre y su acción fue absolutamente necesaria para que se produjera. No lo digo yo, lo expresó la justicia a través de una sentencia que estableció responsabilidades como si fueran tres lados de un triángulo equilátero. Y colocó al gobierno de la ciudad, al de la Nación y a los privados como responsables. Entre los privados está La banda de la muerte, Chaban (Omar Emir), Argañaraz (Diego, manager de Callejeros) y todo lo que ellos representaban, lo que diseñaron, armaron, crearon, y en esas condiciones dieron ese concierto, ese recital. La justicia fue muy clara, planteó que el 33,3% de la responsabilidad fue del Estado nacional. Igual porcentaje para el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y la misma cifra para las personas que ya nombré y prefiero no volver a hacerlo”.

Hoy familiares, amigos y seres queridos de las víctimas de Cromañón siguen en la pelea. Porque todavía no les cedieron el predio, pese a que había una promesa que aún no se cumplió. Y además una ley que estableció que se lo iba a expropiar, pero por inacción de parte de la justicia y del poder político, eso todavía no ocurrió. El lugar iba a ser destinado a un espacio de memoria y reflexión, pero aún continúa en poder de Rafael Levy, su dueño. “Otra falta de respeto hacia las víctimas”, detalla Nilda. “Aunque suene increíble, así se manejaron las cosas. La misma inacción por llamarle de alguna manera pasó con el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires de ese momento, Aníbal Ibarra, que nunca fue citado prácticamente por la justicia. Solo tuvo una sanción política porque fue destituido. Pero nunca la justicia lo llamó. La banda de la muerte tuvo una responsabilidad compartida con todos ellos, fueron socios del espectáculo que terminó en masacre. Sobre todo con el tema de la seguridad, una responsabilidad compartida con la policía, con los bomberos, con toda la laxitud que hubo en permitir que, por ejemplo, hubiera el triple de personas de las que estaban permitidas. E incluso que estuviera habilitado, ya que por las normas de la ciudad, un boliche clase C como era ese nunca debió haber sido autorizado en las condiciones en las que estaba ese edificio. Una clara corrupción que por ejemplo no tuvo en cuenta que las puertas de emergencia estaban cerradas por fuera. Cuidado que al día de hoy hay lugares que están así también, ¿eh?”.

Para Nilda, la pelea por justicia perdurará por siempre: “Siempre digo que Cromañón no terminó el 30 de diciembre de 2004 cuando se apagó la última chispa que había, se retiró el último cuerpo y se lo entregó a las familias. Ese fue el inicio de la lucha. Porque además de los 194 muertos y 1432 heridos, las familias quedaron con secuelas que día a día van impactando en la salud mental, en la salud física, en el bienestar de todos los damnificados. Ya llegamos casi a 70 padres que fallecieron. Por eso es necesario que nos otorguen el predio. El proyecto estaba aprobado, pero bueno, la inacción política de Alberto Fernández hizo que lo firmara a último momento cuando ya se estaba yendo del gobierno. Somos fuertes, logramos poner en el banquillo de los acusados y hacer el juicio a tres funcionarios de Ibarra. No nos alcanzó para llegar a Ibarra por la protección política que tenía. Por otro lado, también pudimos acusar y condenar a la Policía Federal que dependía del Ministerio del Interior de Aníbal Fernández. Fue un logro porque en estos casos la política se une, se amalgama para autoprotegerse. Otro capítulo aparte es el del baterista de Callejeros, Eduardo Vázquez, que fue condenado a 35 años por matar a su mujer, Wanda Taddei prendiéndola fuego. Pero ahora con 15 años transcurridos pide un beneficio y se están analizando salidas transitorias. Eso no puede ser, pido que alguien haga algo y proteja y beneficie a las víctimas, no a sus asesinos”.

Fuente: telam

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