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18/12/2025

El campeón del mundo al que llora toda la Selección a tres años de la gesta en Qatar: sus inolvidables gestos

Fuente: telam

Hace poco menos de un mes, Omar Souto, histórico gerente de selecciones nacionales y un segundo padre para los héroes de La Scaloneta, falleció a los 73 años. Llevaba casi 30 en el predio de Ezeiza, donde dejó su huella en cada habitante

>En medio de los festejos por la conquista del Mundial de Qatar 2022, una imagen pasó casi inadvertida. Entre la efervescencia, en la tarima donde se entregaron los premios, Lionel Messi estaba sentado junto a su pareja, Antonela Roccuzzo, mientras sus hijos, Thiago, Mateo y Ciro, revoloteaban alrededor. Omar Souto, histórico gerente de selecciones nacionales, habitante del predio de Ezeiza desde 1996; confidente y una especie de segundo padre para las estrellas de la Albiceleste, se arrimó al fogón. La escena duró varios minutos e irradiaba intimidad, sonrisas, años compartidos en el lodo y en la gloria. Abstraídos los protagonistas del impacto de la gesta que acababan de alcanzar cada uno en su rol, parecían estar en una sobremesa y no en el césped de un estadio Lusail en ebullición.

Siempre estuviste presente y fuiste la persona que abrió el camino para que la AFA se fijara en mí. Un ser humano enorme, imposible de olvidar para todos los que tuvimos el privilegio de pasar por la Selección”, Los empleados, junto con los planteles de las selecciones mayor y Sub 20 femeninas, se reunieron en el círculo central de una de las canchas del predio e hicieron una suelta de globos celestes y blancos, que llevaron al cielo una camiseta con el dorsal Nº 10 y la inscripción “gracias, Omar”. Su legado es profundo, al punto que el apellido Souto se multiplicó por dos en el hito del Mundial: su hijo Juan Cruz fue utilero del plantel. Y hoy se mudó al Inter Miami, siguiendo al capitán de la Selección.

“Jubilate”, le dijo a Messi en ese diálogo que fue un símbolo de la relación entre ambos. Algo parecido había acordado con Ángel Di María tras el desahogo de la Copa del Mundo. “Me dijo que si ganábamos nos retirábamos juntos, pero él sigue y yo también”, se divirtió Omar. Fideo colgó la casaca de la Selección tras otra vuelta olímpica en la Copa América 2024. Pero el gerente continuó. Continuó aunque le costara, a pesar de que la salud lo forzara a frenar. Su pasión siempre pudo más. Dejó de viajar tras ser diagnosticado, por un tiempo no pudo ir a Ezeiza, pero muchas veces se dializaba por la mañana y se marchaba a su oficina en el complejo. Oficina... Casi nunca estaba entre las cuatro paredes. Siempre se lo veía yendo y viniendo, inquieto. O disfrutando del “olor del pasto”, como alguna vez supo patentar Diego Maradona.

“Todos decían ‘no canta el himno, no canta el himno’. Y en realidad nadie escuchaba que en los torneos ponían la parte que no era la cantada. Ahora se cambió y, ¿vieron? Leo lo canta”, supo derrumbar un mito. “Él siempre quiso jugar para la Selección. Siempre. Cuando empezó a ganar, se ve todo”, remarcó.

“Me fui del predio de Ezeiza a un locutorio de Monte Grande. Pedí una guía telefónica de Rosario, sólo sabíamos que era rosarino. Arranqué la página donde estaban los números de los Messi, hice una llamada cualquiera a mi casa para justificar que había entrado y volví al predio a rastrearlo. A la primera que ubiqué fue a la abuela. La abuela de Lionel me pasó el contacto del tío. El tío, el del padre. Llamé al padre, me presenté y le dije que queríamos contar con su hijo, con el detalle de que le erré al nombre: siempre había escuchado que Leo es el apodo de los Leonardo”, le puso el sello a una anécdota espectacular.

También podía jactarse de haber sido uno de los responsables de uno de los pocos sinsabores de Messi en su estadía en Doha. Es que, en paralelo al camino al olimpo, puertas adentro del búnker de Qatar University, las estrellas de la selección argentina se jugaron el honor en 40 cartas. Porque aunque suene a un pasatiempo en pos de fortalecer el espíritu colectivo de la delegación, los torneos de truco en la Albiceleste ya son leyenda. Y allí el equipo de Papúa derrotó al del capitán en la final.

Souto, Claudio Tapia, presidente de la AFA, y el administrativo Alberto Pernas, compusieron el trinomio ganador en una partida, según contaron, muy disputada. Los rumores marcan que Paredes, el cajero de las apuestas, demoró en la repartija. “No quería pagar, tenía pisada la caja”, le apuntaron en la intimidad.

El gerente muchas veces era blanco de las bromas. Y él las disfrutaba, las tomaba como una prueba del cariño que le prodigaban los futbolistas. Muchas de ellas se hicieron virales, como en la previa del Mundial de Rusia. En uno de los traslados del plantel en micro, Souto dormía con su cabeza apoyada contra un vidrio. Sergio Agüero y Di María lo advirtieron y les brotó la picardía. Munidos de sus teléfonos móviles para filmarlo, se acercaron y le gritaron: “¡Despertate, che!”. Y provocaron el sobresalto del veterano empleado, que terminó golpeándose la cabeza. El Kun era otra debilidad para Papúa.

“Siempre fue el más jodón, desde chico. Pero ganó dos Mundiales Sub 20. No hay que olvidarse de que después de Messi fue el que más impacto tuvo en Europa. Un fenómeno”, lo defendió hace un par de meses, también en una nota con este medio.

En medio de esa meseta, de su periplo a préstamo por varios clubes del Viejo Continente o como suplente en el Arsenal, Dibu lo llamó para pedirle entradas para él y su hermano con la intención de ir a ver un partido de la Albiceleste en el Monumental. “Yo te las doy, pero prometeme que la próxima vez no me vas a pedir entradas, te voy a ver como arquero de la Selección”, lo aguijoneó Souto. El día que fue citado, resultó la primera persona a la que el guardameta fue a abrazar.

Fuente: telam

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