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15/11/2025

El fuego de Ezeiza trajo un recuerdo espeluznante: la explosión de un buque petrolero en Dock Sud y el miedo a que “desaparezca” Buenos Aires

Fuente: telam

El 28 de junio de 1984 voló por los aires el barco de YPF “Perito Moreno”, mientras descargaba 13 mil metros cúbicos de petróleo crudo en el puerto de Avellaneda. Tardaron 11 días en apagar el fuego, que si alcanzaba las destilerías de la zona, podía desintegrar toda la ciudad. Los recuerdos de un cronista de Infobae y el trauma que aún queda en el barrio

>Lo recuerdo perfectamente: yo tenía seis años, estaba sentado sobre un mueblecito blanco de melamina frente a la tele, con un vaso de “jugo” Mocoretá en una mano. Miraba el clásico humorístico de aquellos años, El “jugo” saltó del vaso y me salpicó la remera. Miré desconcertado a mi vieja, que rehogaba cebollas a un metro de mí. Ella también me miró con sus ojos grandes, más grandes, esta vez, que lo habitual. Y de inmediato se fue para el balcón del piso 10 donde todavía, 41 años después, vive junto a mi papá, un pequeño departamento en Sarandí con una increíble vista al Polo Petroquímico de Dock Sud, al “monumento al fósforo”, como bromeaba mi papá, al barrio que todos llamamos Villa Inflamable no hace falta explicar por qué.

Sonó el teléfono. Mi vieja estaba en el balcón, atendí yo, que tenía 6 años. Era él, Héctor, mi papá, desde su trabajo, también en Sarandí. Trataba de sonar tranquilo pero se percibía su inquietud. Su oficina estaba (está, tiene 80 pero sigue trabajando) sobre la calle Iriarte, que en una línea recta imaginaria desemboca allá en el Docke, donde aquella noche del 28 de junio de 1984 crecía un hongo de fuego y humo que amenazaba el barrio entero, como en la escena inicial de Apocalypse Now, cuando una lluvia de napalm enciende la selva vietnamita, suena The Doors y Jim Morrison canta “This is the end, my only friend, the end (este es el fin, mi único amigo, el fin)”.

“¿Están bien? Pasame con tu mamá“, me ordenó, lacónico. Un miedo retornaba a sus venas desde los años horribles de Malvinas: un terror anclado en la advertencia de mis tíos, que vivían en Brasil, y que durante la guerra en las islas, apenas dos años antes, sugirieron a toda la familia que dejáramos Avellaneda, que fuéramos para allá, porque la prensa internacional aseguraba que si el conflicto escalaba la Thatcher pensaba bombardear las destilerías del Docke.

”¿Y qué podría pasar?“, preguntaba yo a los adultos, despuntando la curiosidad infantil que todavía me acompaña. “Si vuela el Docke vuela media Buenos Aires”, me respondían natural y, tal vez, irresponsablemente.

Los primeros minutos fueron de desconcierto y pavor. Llamó mi abuela Luisa. Vivía en un piso 15, también en línea recta a la explosión, en un edificio finito que, según contó y contaría hasta el día de su muerte, la onda expansiva lo sacudió como un yuyo en el viento. Llamaron mis tíos y mi abuela Juana. Todos vivíamos en un radio de 10 cuadras. El cielo negro de Avellaneda se había vuelto naranja, como la mancha de jugo que se estampó en mi remera.

El barco pertenecía a la flota de YPF y, cuando todo ocurrió, estaba descargando combustible. Como anoche en Ezeiza, volaron ventanas y techos de los barrios adyacentes, especialmente Dock Sud y la Isla Maciel, donde las casas, además, eran precarias, aquellas viejas construcciones de chapa características de la zona desde fines del siglo XIX.

Así como mi viejo pensó en Malvinas, rápidamente se empezó a especular con un atentado, en el contexto de la tensión que había entre Raúl Alfonsín y las Fuerzas Armadas por los juicios a las Juntas. Era una época donde las noticias tardaban en llegar, había que esperar al diario de la mañana siguiente o, en el mejor de los casos, algún enviado de los dos noticieros de la noche.

Al otro día se supo lo que había ocurrido y se conoció la muerte de tres operarios y la desaparición de otros seis que estaban en el buque a cargo de las maniobras de descarga.

“Estábamos programando una cena por un evento en el cuartel de Avellaneda y en eso se cortó la luz. Cuando estábamos reparando la luz, el cielo se puso rojo y vino la explosión”, recordó tiempo atrás Horacio Esteban Lalosevich, Comandante Mayor de Bomberos de Dock Sud, quien participó aquel día en el operativo.

“Fuimos para allá pero en el camino la gente nos decía que no siguiéramos. Atacamos el fuego desde Villa Inflamable y una lancha de Prefectura lo hacía desde el río. Estuvimos nueve noches trabajando a la vera del canal. Es un recuerdo muy importante en el barrio, está en las canciones de la cancha, en las paredes del Docke, fue algo fuerte para nosotros”, contó entre lágrimas Lalosevich al cumplirse cuatro décadas del hecho.

El buque tanque “Perito Moreno” tenía 172 metros de eslora y contenía 21 tanques, con una capacidad de 25.386 metros cúbicos de combustible. Había sido botado en 1966 por Astano Astilleros y Talleres del Noroeste S.A, en El Ferrol, España.

Ese día había atracado con una carga de 13.000 metros cúbicos de combustible. Para las 20.15 había descargado 10.000. Con una tripulación de 41 hombres durante la navegación, en ese momento había sólo 13 personas a bordo, las que estaban encargadas de la operación de descarga.

Las crónicas de la época contaron que el barco ardía desde su parte media, lo que incrementaba el peligro de una nueva explosión, porque allí estaba el tanque número 21 con los 3.000 metros cúbicos de petróleo crudo.

El bombero Daniel Blanco recordó que una de sus primeras tareas fue abrir las válvulas de un búnker de Union Carbide y que estaba en eso cuando se produjo la segunda explosión en el Perito Moreno.

Al día siguiente de la explosión, cuando todavía faltaba mucho para extinguir el fuego, el presidente Raúl Alfonsín se acercó a la zona del desastre. Lo hizo en contra de las recomendaciones de sus colaboradores. Todavía existía la amenaza de que vuele todo Dock Sud.

En Avellaneda, los más viejos no olvidamos aquello. Cuando se escucha un sonido extraño en el barrio, mi vieja todavía sale al balcón y mira para el lado del río.

Fuente: telam

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