Domingo 9 de Noviembre de 2025

Hoy es Domingo 9 de Noviembre de 2025 y son las 16:10 ULTIMOS TITULOS:

09/11/2025

Recuerdos de aquellos veranos mágicos de Maradona en la playa Marisol: “Siempre le pedía a mi abuela que le hiciera alitas de pollo”

Fuente: telam

Los hermanos Ana Lía y Martín Bahía recibieron en los ‘90 a Diego, Claudia y sus hijas en lo que por entonces era un desconocido balneario del sur bonaerense. “Se hicieron parte de la familia”, contaron a Infobae. Los días de playa, los bailes de Carnaval, los asados y la solidaridad que dejaron una marca para siempre en los pueblos de la zona. Fotos inéditas

>En alguno de esos tantos Maradonas que sabiamente enumeró Ernesto Cherquis Bialo -aquello de “Fiorito a Dubai, barro y 7 estrellas, canillas de oro y letrina”- vivió un Maradona humano que, crucificado por una suspensión por doping en Italia, encontró refugio y resurrección en una playa del sur bonaerense.

Es de esos días el Maradona que entrevistó otro legendario periodista, Enrique Moltoni, para el viejo Canal 9 desde la mismísima arena: un Diego en sunga verde flúo que habla de volver al nido familiar, a quedarse en su patria, un héroe de camino hacia una de sus tantas redenciones.

Es el mismo Diego hiper sensible que se viraliza cada tanto, el que participa de un partido a beneficio en la zona, en Tres Arroyos, y luego de otros dos, y se emociona hasta las lágrimas cuando, para agradecerle el gesto que tuvo con los niños discapacitados, le regalan un cuchillo con su nombre tallado.

Diego llora puñal en mano y habla de lo injusto que es un mundo que trata de manera desigual a los discapacitados. “Acá no hay intereses, acá hay gente que trabaja para los chicos que no pueden caminar, que muchas veces creemos que son inferiores a nosotros y no es verdad. Con la ayuda nuestra los vamos a hacer igual a nosotros”, es la frase que se hizo célebre y que Diego casi no pudo terminar, quebrado, con los ojos a punto de rebalsar de lágrimas.

Hoy Ana Lía tiene 50 y un hijo de 8 fanatizado con el fútbol que no puede creer que su mamá, su tío y sus abuelos hayan sido tan amigos del astro mundial de todos los tiempos.

“Andaba por el pueblo solo, nadie lo molestaba, lo tratábamos como uno más y él conocía el nombre de todos, saludaba a todos; a mi casa entraba sin golpear, le pedía a mi abuela que le cocinara alitas de pollo y aparecía y se las robaba del horno”, ríe y se emociona ella.

Parece inexplicable, un capricho del cosmos, que Maradona haya entrado en la vida bucólica de los habitantes de Marisol y del pueblo cabecera Oriente que, para esos años, tenía apenas 2000 habitantes. Pero todo tiene una explicación.

Diego llegó por sugerencia de su médico psiquiatra de entonces. Le contó que era un lugar ideal para que, tras los problemas en Italia, nadie lo molestara. Allí podría pescar, salir a cazar, vivía muy poca gente (según el censo, en Marisol lo hacían 18 personas). Diego fue con Claudia a tantear antes, en noviembre de 1991, y Pablo, el padre de Ana Lía, junto a su hermano Martín, fueron sus guías de pesca y de la vida cotidiana en el pueblo.

“Desde el vamos se dio cuenta que era toda gente sencilla y él era uno más entre esa gente. Lo invitaban a comer de todas las casas y él iba con toda su familia”, recuerda Ana Lía, que jovencita como era se la pasaba jugando con Dalma y Giannina.

- ¿Por qué te decía Gordillo?

En el partido de Tres Arroyos (que se llenó tanto que, recordaría el propio Diego fue el único partido de su carrera que la gente “lo vio de costado porque de frente no entraba”), Maradona le cedió el tiro libre a Gordillo para que lo patee. “Por supuesto que no lo pateé”, ríe tres décadas después del susto.

“Desde el primer día que llegaron siempre fueron naturales todos. Él venía de abajo y así era. Era muy humano, llevaba comida y gaseosas a la playa y le convidaba a todo el mundo, llevó unas motos de agua y dejaba que la use quien quisiera. Hemos vivido millones de anécdotas”, admite Martín que lo recuerda a Maradona como “un buen pescador y buen jugador de pádel; era increíble, hacía bien todo”.

Maradona, es sabido, bailaba muy bien. Los hermanos Bahía conservan fotos y videos de Diego en plena danza, tanto en el bolichito del pueblo como en las fiesta de carnaval o los cumpleaños.

“Mi casa era la parada obligatoria. Almorzábamos y cenábamos ahí con Diego. Mi abuela lo amaba, lo llenaba a bombones, a empanadas de corvina, a alfajores de dulce de leche y coco”, enumera Ana. Claudia adoraba el lenguado al roquefort que hacían en la casa de los Bahía y de hecho lo recordó durante su paso por el reality Masterchef. Ana Lía lo cuenta orgullosa.

Martín recuerda que para Maradona era una aventura entrar a la playa con la Estanciera 4x4 y un carro tirado con 20 chicos y adultos arriba. Nadie puede desconocer el parentesco entre esa escena y la de los Cebollitas en el Rastrojero de Yayo.

Otra imagen que no se olvida Ana Lía: “Se levantaba todas las mañanas y se afeitaba al sol, sacaba un espejito afuera, porque era lo que su papá hacía en Fiorito. Le gustaba hacer eso. Después de afeitarse se ponía a bailar con las nenas. Siempre estaba de buen humor”.

Era un Diego joven, fuerte, de 31 años. Un sector de la sociedad lo cuestionaba, pero llevaba consigo el aura de la persona más famosa y querida del planeta.

“Estábamos todo el día en la playa”, sintetiza Ana Lía, y sigue Martín: “Hablábamos de cualquier cosa. Él nos contaba de sus goles, del gol con la mano a los ingleses, de su vida en Fiorito, de las cosas que vivió, pero también se prendía a las guerras de los chicos con las bombuchas”.

“Siempre fue el ídolo de todos”, agrega Martín, que la última vez que lo vio fue en 1998. “Conocimos un lado B que no se ve en la tele. Fuimos parte de una misma familia, un mismo clan, toda gente sencilla”, resume Ana Lía que después del verano del 94 nunca más abrazó a Diego Armando Maradona.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!