03/11/2025
Es argentina y cuenta cómo es vivir en el destino turístico más decepcionante del mundo: “Perdió su identidad cultural”
Fuente: telam
Romina Mirabella emigró a una ciudad caribeña en 2002 y ofrece una mirada crítica sobre su experiencia, en un lugar que se caracteriza por sus hoteles all inclusive, playas de arena blanca y mar turquesa
>Durante décadas, Cancún fue sinónimo de vacaciones paradisíacas: arena blanca, aguas turquesas y hoteles de lujo. Sin embargo, en los últimos años su imagen se desgastó. Un informe de Radical Storage, elaborado a partir de 97.409 reseñas de visitantes en 100 de las ciudades más visitadas del mundo, lo ubicó como “¿Es Cancún un destino sobrevalorado?”, le preguntó Infobae a Romina Mirabella (39), una argentina que vivió 12 años en esa ciudad paradisíaca y en 2023 se mudó a Mérida, ubicada a dos horas de allí. Y aunque ella destacó su belleza natural y su infraestructura, admitió que las experiencias no siempre están a la altura de las expectativas.
El primer punto de conflicto es el económico. Muchos viajeros coinciden en que Cancún se volvió un destino inaccesible. Las tarifas de los hoteles, excursiones y restaurantes aumentaron de forma sostenida en los últimos años, impulsadas por la demanda internacional y la dolarización del turismo. “Los precios no reflejan el de una nación sudamericana, sino de Europa o los de Estados Unidos”, se lamentó Romina.Contó que existe una gran diferencia de precios entre la zona hotelera y el resto de la ciudad: “Un agua en una tienda de conveniencia céntrica te puede salir fácilmente el doble de lo que te sale del otro lado de Cancún, donde no es la zona turística. Y ni hablar de los restaurantes”.En lo que respecta a los taxis, se quejó de que no hay tarifas fijas: “Cuando voy a tomar uno, le digo a mi esposo que hable él, que es mexicano, porque si te escuchan con un acento diferente te cobran el triple. Se aprovechan muchísimo de los turistas”.La zona hotelera de Cancún, con su avenida principal repleta de resorts y cadenas internacionales, concentra gran parte del turismo. Ese modelo de desarrollo, basado en grandes complejos frente al mar, diluye el carácter local y cultural que muchos viajeros buscan.“Cancún se volvió yankilandia”, aseguró Romina, al referirse a que la construcción de edificaciones imponentes y majestuosas es similar a la de Miami. “Ya casi no quedan mercados de artesanías. Son todos shoppings con marcas internacionales. Si querés eso, te vas a Miami. En Cancún uno busca otra cosa, algo más auténtico. Esto está desapareciendo”, admitió. La argentina asegura que la ciudad mexicana perdió su esencia: “Era una zona selvática, con raíces mayas muy marcadas. Pero cuando descubrieron su potencial turístico, empezaron a talar, construir y desplazar gente. Hoy es una ciudad llena de hoteles, precios disparatados y playas saturadas”.Cancún fue durante años el emblema del turismo caribeño, pero esa fama también juega en su contra. Las redes sociales, los influencers y las agencias promocionan un paraíso sin defectos. Este año hubo un esfuerzo de las autoridades de mostrar las playas limpias, cuando en la práctica estaban Según relató Romina, el gobierno no estuvo a la altura del problema y utiliza los recursos turísticos de manera poco transparente. Actualmente, cada hotel le cobra a los turistas -por orden oficial- un impuesto de saneamiento ambiental por noche de 4 dólares, que se abona al momento del check-out.“Básicamente lo que todo el mundo sabe acá es que el gobierno se mete todo el dinero en el bolsillo y las moneditas que le sobran las tiran para que hagan algo. Mientras ellos sigan subiendo fotos viejas, fakes de hace ocho años, donde se ve todo limpito y perfecto, la gente no se entera. Ya cuando llegás, pagaste el hotel, el avión, y no podés pedir que te devuelvan la plata”.Otro aspecto que decepciona a muchos viajeros es el acceso restringido al mar. “Los hoteles se adueñaron prácticamente de toda la costa. Hay muy pocos espacios públicos y están llenos. Si te ponés en una playa frente a un hotel, enseguida viene el personal de seguridad a decir que te retires”, explicó Romina.
Aunque las playas son legalmente públicas, la realidad es otra. “Te pueden sacar igual, y muchas veces los accesos están bloqueados por construcciones o por zonas peligrosas. No podés caminar libremente por toda la costa”, ejemplificó.“Es común ver camionetas o cuatriciclos con policías encapuchados y armas largas. No solo por las calles céntricas sino también en las playas. No se tapan la cara para cuidarse del sol, como muchos creen, sino para que los delincuentes no los reconozcan y tomen represalias contra sus familias. Acá, la violencia está naturalizada”, relató.Para Romina, la violencia se volvió impredecible y las balaceras ocurren a cualquier hora del día, incluso en lugares que frecuentan los turistas. Basta tan solo con recordar “Una amiga me contó que un amigo suyo fue a comer a un restaurante en Cancún. Los meseros tenían remeras rojas. Él también llevaba una roja. Entraron unos hombres armados a matar a los mozos y lo mataron a él también, solo por el color de la ropa. Eso pasó hace poco - recordó -. Pero todo el mundo mira para otro lado porque hay complicidades. La policía está arreglada con los cárteles, por eso nadie dice nada”.Romina también lamentó que los millones de dólares que ingresan a Cancún por el turismo no se trasladen a mejorar la calidad de vida de sus habitantes. “Esa plata no vuelve en obras, ni en limpieza, ni en seguridad. El gobierno se queda con todo. Mientras tanto, los turistas pagan precios europeos y viven una experiencia que muchas veces no está a la altura”, denunció.Romina Mirabella nació en Hurlingham, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, y desde joven se dedicó al mundo del fitness y el baile. Licenciada en Educación Física y especializada en entrenamiento funcional, combinó durante años ambas pasiones. Su espíritu inquieto y aventurero la llevó a vivir en Puerto Rico, donde trabajó como directora en una academia de danza. Aquella experiencia fue el primer paso hacia una vida nómade, marcada por la búsqueda de nuevos horizontes.
Corría el año 2002 cuando Romina decidió dejar Buenos Aires. Tenía poco más de veinte años y la determinación de empezar de cero. Ahorró, preparó sus valijas y viajó sola, a pesar de la preocupación de su familia. “El que no arriesga no gana”, dijo con convicción.
El proyecto de vida se consolidó en Cancún, donde ambos crearon una empresa dedicada al bienestar físico y nutricional, que tiene una comunidad on line compuesta por casi 450 mil seguidores. “Yo soy la cara visible de @teamromypower. Me ocupo de las clases, del fitness, y él de la parte de nutrición y administración”, explicó.
Sin embargo, con el paso de los años, el sueño de vivir en un paraíso comenzó a desmoronarse. “Cancún terminó siendo un lugar muy distinto al que me habían vendido, y la inseguridad nos terminó expulsando a la ciudad de Mérida”, resumió.El encanto sigue ahí, pero escondido detrás del marketing. El viajero que espera autenticidad y contacto con la cultura mexicana puede salir decepcionado. En cambio, quien busca confort, playas limpias y entretenimiento sin complicaciones probablemente se enamore.
Fuente: telam
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