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19/10/2025

La alianza ¿semita? entre Israel y los países árabes sunitas es el futuro de la paz

Fuente: telam

Por decisión propia o por la intervención de EEUU, varias naciones árabes ya dieron el paso de tener relaciones plenas con Israel

>Desde hace décadas sigo diariamente al Medio Oriente por razones profesionales, pero rara vez en forma tan detallada como ha ocurrido desde el 7-X-2023. La razón es un libro de próxima aparición que tuvo que ser retirado del proceso de publicación para agregarle una posdata sobre el cese del fuego, y donde cada día me fue más visible el cambio geopolítico más profundo en mucho tiempo, como lo es una alianza de hecho entre Israel y los países árabes sunitas, que si se concretara en un Tratado sería la mejor oportunidad para la paz definitiva, incluyendo la posibilidad del Estado palestino.

En estos dos años, igualmente relevante para mí fue el hecho que en ningún país árabe se presenciaron escenas cotidianas de tan pronunciada judeofobia como en las universidades de la Ivy League estadounidense o en calles de ciudades como Londres, París, Toronto, Nueva York o Sídney. Más aún, no recuerdo ningún mandatario de esos países que haya caído en un discurso lleno de antiguos clichés antisemitas como ocurriera con Lula, Petro o Boric, solo por mencionar algunos, que después de la firma del cese del fuego se han quedado mudos, como desconocedores de la realidad del Medio Oriente en comparación al entusiasmo demostrado por los líderes árabes, sean emires, reyes, presidentes o dictadores. Aún más, hoy la optimista visualización de un futuro con mejores relaciones incluye vecinos como El Líbano o Siria, en ambos casos, resultado parcial de victorias de Israel en esta guerra, ya que Beirut recuperó su soberanía debido a la derrota de Hezbolá y en el caso sirio, la derrota iraní dejó sin su defensor a la dictadura, tanto que Bashar al-Asad se vio obligado a huir hacia Moscú.

A los actuales líderes palestinos también todavía les cuesta aceptar aquella parte de la resolución de la ONU de 1947 que habla de la división entre un Estado árabe y un Estado judío, además, que toda posibilidad de paz real tiene que transitar el camino de la desradicalización de Gaza y después de la Cisjordania, ya que es difícil lograrla si el sistema educacional y los medios de comunicación transmiten la glorificación del martirio y la ilegitimidad de Israel y los judíos, siendo un ejemplo a imitar lo que hizo Alemania en la desnazificación posterior a 1945.

No será un lecho de rosas ya que difieren los intereses, pero todo eso es conocido y negociable, siempre que exista la buena voluntad que se ha ido perdiendo con varios rechazos palestinos a ofertas territoriales a cambio de paz. El ejemplo más antiguo de éxito han sido las relaciones de Israel con Egipto después de 1979, con tantos acercamientos como discrepancias, que, por lo demás, son habituales en naciones que comparten fronteras. Todo indica que el mundo árabe sunita está preparado, aunque después del fracaso de Oslo, con responsabilidad de ambas partes, falta encontrar un liderazgo palestino que quiera ser socio en la paz después del rechazo de Arafat a la oferta de los dos Estados en Camp David el 2000, sin que hasta hoy exista una contraoferta, a pesar de que aquella fue reiterada por otro primer ministro, toda vez que Ehud Olmert le hizo años después una oferta parecida al actual presidente Mahmoud Abas, al parecer vitalicio.

Mientras tanto, lo que Trump obtuvo el 13 de octubre puso fin a dos años de guerra, lo que debe ser aplaudido sin reservas, además lo hizo en exitosa aplicación de la antigua mezcla de garrotes y zanahorias. No es la paz, ya que sería injusto pedir eso todavía, pero superó con largueza el cese del fuego, al lograr algo tan difícil como la devolución de los rehenes vivos.

Y si solo hubiese sido cese del fuego habría que aplaudirlo de todas maneras, ya que la evidencia indica que cuando hay agotamiento, la guerra no se reinicia en igual forma, tal como ocurriera en Corea en 1953 y entre Israel y los países árabes en 1949, de tal modo que, sin serlo jurídicamente, esa frontera de hecho se convirtió en demarcatoria oficial hasta el día de hoy.

Por ahora, la judeofobia se ha mantenido como (porfiada) realidad, ya que después del 7-X la serpiente abandonó su nido y el antisemitismo se desparramó a través del mundo, situación tan antigua como los judíos, igualmente milenaria, que simplemente no va a desaparecer, y al parecer, las comunidades judías fuera de Israel no se han acostumbrado todavía, a lo que será por algún tiempo una desagradable “nueva normalidad”, sea en Europa como también en Brasil o Santiago, Chile, donde arremete gracias a sus actuales presidentes, esa judeofobia que parece estar en comprobada retirada en el mundo árabe.

Para el Medio Oriente, aunque a algunos o muchos les disguste Trump, EEUU era y es el camino para la paz, toda vez que al no haber otro país que pueda cumplir su papel, es bueno o muy bueno que haya vuelto a ser la potencia indispensable. Por lo demás, fue un triunfo personal de Donald Trump, por su insistencia en entender que el éxito puede llegar después de algunos fracasos, y, sobre todo, entender mejor que otros presidentes estadounidenses aquello que caracteriza al Medio Oriente, donde el poder y su imposición inspira respeto.

Trump entendió tan bien esa realidad, que la reflejó en los países que lo acompañaron en la mesa de honor en Sharm el Sheij, por un lado, fue bueno que involucre de esa forma a los mencionados “amigos” de Hamas como Qatar y Turquía, como también a un país lleno de sospechas hacia Hamas, tanto que el actual presidente egipcio Abdul Fatah al-Sisi les dio un golpe de Estado el 2013 cuando era comandante en jefe, después que Mohamed Morsi fuera elegido presidente en las primeras elecciones democráticas en toda la historia de ese país; por lo demás, cuando han sido elecciones libres han sido ganadas por fundamentalistas en el mundo árabe, tal como ocurriera también en Gaza y en Argelia.

Lo que hay que entender es que lo que desagrada de Trump en occidente es precisamente lo que ganó la confianza de líderes árabes, especialmente aquellos tan cruciales como el emir de Qatar, a pesar (o quizás gracias) al ataque israelí a líderes de Hamas allí refugiados.

En Trump hay una mezcla de político y empresario, como también que en el proceso de paz participó alguien tan cercano como su yerno, todo ello es positivo para esos líderes árabes, ya que también se encuentra ese tipo de vinculación entre ellos, por lo tanto, nada a ser rechazado.

De hecho, tal como lo esperaban quienes conocen la realidad de Gaza, las dificultades aparecieron casi inmediatamente, toda vez que al día siguiente de los aplausos, el martes ya se enfrentaban en las calles no solo milicias rivales, sino que los restos de Hamas salieron de los túneles para atacar a otros palestinos, disparándoles a los integrantes de los clanes familiares, relevantes en Gaza al igual que en buena parte del mundo árabe, además de ejecutar públicamente a siete hombres acusándolos de ser “agentes israelíes”.

La Franja está destruida y es posible que el apoyo a Hamas se mantenga al igual que el sentimiento de agravio contra muchos de los países que se reunieron en la ceremonia de la firma, no solo Israel, factor para tener en cuenta en la reconstrucción, al igual que habrá mucho dinero disponible.

Hamas trata de sobrevivir, ya que, en los últimos días de ofensiva israelí, se encontraba tan sitiado en sus últimos reductos de Ciudad de Gaza, que su única fuerza o moneda de cambio residía en los rehenes, y al hacer devolución de los sobrevivientes aceptó su derrota política, pero simplemente no quiere hacerlo con la militar, ya que mediante la fuerza dio su golpe de Estado el 2007 con escasa resistencia de la Autoridad Palestina, por lo que sus primeras víctimas fueron palestinos, cientos de ellos.

Por el momento todo es frágil, sobre todo, por la decisión tanto de Hamas como de los ayatolás de rechazar que lo de ellos fue una derrota. El día de la firma, fue visible tanto la total ausencia de Irán como también el respaldo masivo que tuvo Trump, no solo entre los países árabes, sino también entre los musulmanes no árabes que respaldaron su plan.

En definitiva, hoy aparecen contrabalanceando en Europa los esfuerzos que hoy hace el Medio Oriente en contra de ese fundamentalismo, como quizás también en Gaza, si en el futuro no se consolida un (difícil) proceso de desradicalización.

Sin embargo, quizás las constantes del Medio Oriente permanecerán, por un lado, los extremos y el fanatismo, pero también probablemente seguirá siendo en este siglo XXI, tierra de fe y milagros. David Ben-Gurión, el principal fundador del Israel moderno, siendo en lo personal agnóstico, acostumbraba a decir, que, para ser realista, en esa parte del mundo había que creer en milagros.

A mi juicio, el mejor camino para la paz en el Medio Oriente es la tesis del libro que viene en camino, olvidarse de la antisemita Europa y acoger la posibilidad de una alianza ¿semita? de Israel y los países árabes, camino de moderación para materializar la resolución 181 (ONU, 1947) siendo precondición para esa alianza, el Estado palestino, en la medida que se logre otro requisito que ha estado hasta ahora ausente, la existencia de un socio palestino que pueda o desee lograrlo.

¿Existe ese líder entre los palestinos?

Barghouti, ha dicho ser partidario de la solución de dos estados, y siempre me ha llamado la atención que consistentemente ha aparecido durante años en los sondeos, ganando elecciones presidenciales palestinas, incluyendo Gaza y Cisjordania, quizás porque en su pueblo está legitimado, tanto como político como miliciano.

Dada la mala cobertura periodística que recibe el conflicto no me sorprende tanto que la gran prensa no se refiera a él, pero sí creo que ahora es el momento de preguntarse si será un nombre para tener a cuenta en el futuro.

Máster y PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)

Fuente: telam

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