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19/10/2025

Sebastián Galiani, exviceministro: “El riesgo de retroceder al populismo económico está siempre”

Fuente: telam

El economista, exsecretario de Política Económica y profesor en la Universidad de Maryland, analiza el escenario tras las elecciones, advierte desde EEUU sobre el desafío de sostener la acumulación de reservas y la necesidad de reformas de fondo

>A una semana de las elecciones de medio término, los mercados parecen decididos a mantener prácticas de cobertura frente a un resultado desfavorable para el Gobierno que lo lleve a disponer un giro en su política económica, en particular en los planos cambiario y monetario, pese a las reiteradas declaraciones del presidente Sobre esa base, el Gobierno recibió la ratificación y profundización de un inédito En particular, “los mercados” y cada vez más analistas de consultoras privadas manifiestan que la política cambiaria de flotación con bandas que se abren sin intervención del Banco Central, como el corsé monetario “están agotados” y por tanto aconsejan una paridad más alta para acumular reservas, alentar exportaciones y revertir el creciente saldo deficitario de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Con ese escenario, Infobae entrevistó al economista Sebastián Galiani, exsecretario de Política Económica y viceministro de Hacienda entre enero de 2017 y junio de 2018. Actualmente profesor de Economía en la Universidad de Maryland, Galiani cuenta con un doctorado en Economía de la Universidad de Oxford, trabaja ampliamente en el campo de la Economía del Desarrollo, es miembro de la NBER y Bread, y editor asociado de Journal of Development Economics, Journal of Economic Behavior and Organization y Latin American Economic Review. Desde Estados Unidos, analiza la realidad argentina y sus expectativas para la — Dos cuestiones que generan fuerte debate entre los economistas son la necesidad de acumular reservas en el BCRA y el posible atraso cambiario. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Y, aunque se acumule un nivel razonable de reservas, hay que ser muy cuidadosos con su uso: no están para evitar una depreciación cuando la economía enfrenta shocks reales (términos de intercambio, sequías, cambios de precios relativos), sino para suavizar episodios de volatilidad transitoria y desorden financiero. Su función es de seguro de liquidez, no de ancla para fijar precios relativos.

Sobre el “No niego que pueda haber atraso; sostengo que es difícil afirmarlo con seriedad en tiempo real. Las comparaciones históricas simples (promedios del TCR, “tablitas” de referencia) hoy dicen poco: los cambios macro y, sobre todo, los estructurales que separan los dos “proyectos de país” en disputa son demasiado profundos como para extrapolar linealmente el pasado.

— Pasadas las elecciones de medio término, el BCRA debería acordar un cronograma realista de acumulación de reservas, tomando en cuenta la remonetización esperada de la economía, y transitar hacia una flotación cambiaria crecientemente menos intervenida, usando las reservas sólo para amortiguar episodios de volatilidad y no para fijar precios relativos.

— Sí, es viable implementar un tipo de cambio único y flotante sin demoras largas: con dos años de equilibrio fiscal ya no hay razón para postergar; puede hacerse en un horizonte corto (meses, no años). La intervención del BCRA debe limitarse a suavizar la volatilidad nominal con reglas transparentes, no a fijar un tipo de cambio real, que debe determinarse libremente.

La unificación operativa -un solo mercado mayorista, desarme rápido de regulaciones que fragmentan oferta y demanda, límites prudenciales a posiciones cambiarias-, junto con una macro consistente (tasa real positiva, remonetización en curso y uso prudente de reservas como seguro de liquidez), completa el marco.

— No lo veo como un problema “cultural”, sino de incentivos y expectativas. En contextos de déficit fiscal y emisión para financiarlo, el dólar funciona como resguardo de valor; pretender “reeducar” al 10% que compra dólares es atacar el síntoma, no la causa. En cambio, con equilibrio fiscal, un BCRA que no financia al Tesoro ni acumula deuda remunerada para esterilizar excesos, una política monetaria orientada a la estabilidad de precios y tasas de interés reales no reprimidas, no hay razones económicas para dolarizar carteras -más aún cuando, por la propia política fiscal de EEUU, el dólar tampoco es invulnerable como activo-.

Lo que persiste en la Argentina es el riesgo de reversión política: el — En las últimas semanas hubo mensajes de respaldo por parte del Tesoro de Estados Unidos y elogios a la gestión económica argentina por parte de la directora gerente del FMI. ¿Cómo interpreta usted ese apoyo y sus posibles implicancias?

Para la Argentina, las implicancias son concretas: si el Gobierno preserva el equilibrio fiscal, avanza en reformas pro-productividad y consolida un régimen cambiario más limpio, este respaldo externo puede acelerar la remonetización, la acumulación de reservas y la baja del costo de financiamiento. Lo decisivo no es la foto del elogio, sino la persistencia del rumbo que lo hizo posible.

— ¿Detecta usted mayor preocupación en esos organismos por la política cambiaria y la falta de reservas, o por la necesidad de consolidar estabilidad macroeconómica mediante reformas estructurales de fondo?

En ese marco, el dólar y las reservas son variables operativas; la estabilidad macro de fondo depende de la continuidad del ancla fiscal, la profundidad de las reformas pro-productividad y reglas estables para invertir. Si esos pilares se sostienen, la remonetización, la acumulación de reservas y la baja del riesgo país llegan por añadidura.

— En materia de política económica, ¿cree que el Gobierno debe ocuparse activamente del nivel de actividad en todos los sectores, incluidos los menos eficientes, o focalizarse en lograr una macroeconomía estable e inducir a que cada sector se adapte al nuevo escenario?

El Estado, sí, debe proveer bienes públicos y cuellos de botella específicos cuando sean costo-efectivos (infraestructura logística, energía, conectividad, normas técnicas, certificaciones), además de políticas horizontales de capital humano y financiamiento. Y durante la transición, redes de protección y reconversión laboral bien diseñadas -temporales y evaluables- para acompañar a quienes necesiten adaptarse, sin petrificar la ineficiencia.

— Lo veo como un proceso gradual, gobernado por la política. Una buena elección de medio término puede operar como dispositivo de coordinación: reduce la incertidumbre sobre la continuidad del rumbo y da al Presidente un horizonte de seis años efectivos para negociar. En ese escenario, es más probable que los gobernadores se alineen detrás de una agenda tributaria y laboral pro-crecimiento, porque leerán que el costo de oponerse sube y el beneficio de acordar también.

Con ese marco, los sectores transables y de servicios basados en conocimiento reaccionan primero; luego se acelera la formalización. La heterogeneidad provincial seguirá pesando: habrá jurisdicciones “pioneras” que compitan con seguridad jurídica, ventanillas únicas y estabilidad fiscal, y otras que lleguen después. Pero si la macro estable se sostiene y el Congreso aprueba un paquete razonable, la inversión sube y el empleo privado formal sale del estancamiento -no de un día para el otro, pero de manera creíble y acumulativa-.

— Una reflexión final. Cada vez que un país ordena la macro, fija reglas de mercado previsibles y empuja reformas pro-productividad, se abre una ventana de crecimiento. La Argentina llega muy rezagada respecto de la frontera internacional -e incluso regional-, lo que paradójicamente nos da margen para un “catch up” rápido si hacemos las cosas básicas bien: estabilidad fiscal y monetaria, competencia, apertura, infraestructura y capital humano.

El riesgo, en cambio, es el de siempre: retroceder al populismo económico. Si volvemos a tirar por la borda la estabilidad y las reglas, esta vez el mundo probablemente nos baje el pulgar por un buen rato; la paciencia internacional con la Argentina no es infinita. La oportunidad está ahí, al alcance de la mano. Depende de nosotros transformar un año de orden en una década de crecimiento.

Fuente: telam

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