19/10/2025
La soberanía, entre optimistas y pesimistas

Fuente: telam
Se trata del principio fundamental del Estado
>A la soberanía, “el poder más alto en un determinado territorio”, se le define como “el cuerpo político que nace con “el contrato social/CS)”. Es, por consiguiente, “el principio fundamental del estado”. Se le reconoce como connatural al ordenamiento jurídico y con respecto al cual no puede existir uno superior. Pero no por ello absoluto o arbitrario.
En esa especie de un inimaginable océano, en cuyas olas nos ubicamos en procura de no abandonar la ecuanimidad, asumamos, que navegamos en un “magnánimo vapor” capitaneados por nosotros mismos, ya que sin exclusión todos éramos buenos capitanes y de fragata, en una humanidad plena de tropiezos para alcanzar “estadios aceptables de bienestar”, tanto espiritual como material (“salud física, mental y social”, como se lee). En una sola palabra de “dignidad”.
La “soberanía” calcada en todas las “declaraciones de Independencia”, pero, asimismo, en “las constituciones, sin excepciones, en “dupla” con el engranaje del “CS”, terminan conformando una especie de “duplita” que coadyuvaría a “un buen gobierno consecuencia de una democracia en verdad eficiente”. Lo opuesto nos ha mantenido como a “Damocles”, escarmentado por Dionisio, un tirano de Sicilia, quien facilitó que el primero disfrutara siendo servido como rey un opíparo banquete, afabilidad que terminó al percatarse Damocles al final de la comida que arriba de su pescuezo colgaba una espada afilada sujeta solo con un pelo del crin de un caballo, “probablemente el del mismo Damocles”. Una narrativa que censura a las constituciones, a la democracia que ellas postulan y a quienes la dirigen.
En efecto, en un rápido paseo por nuestro continente se observa: 1. Argentina, Milei, con todo y “la libertad avanza” se reuniría en la Casa Blanca con Donald Trump, en busca de cerrar un rescate de Estados Unidos para su tambaleante plan económico, 2. Brasil, enredado en la polémica de Bolsonaro, quien procura se le exculpe de un golpe de Estado, 3. Colombia, con un Primer Magistrado que sabe que está enredado, pero no lo admite, 4. Chile, cuyo Presidente pareciera haberse desprovisto del sarampión juvenil, el país que fue ejemplo de desarrollo bajo la dictadura de Augusto Pinochet, pareciera que va camino a la denominada “derecha” con José Antonio Kast, 5. Perú, en el cual diera la impresión de que el mejor presidente de las últimas décadas es Pedro Castillo, el del sombrero, 6. Ecuador, con respecto al cual cuesta negar que Rafael Correa se apropió de la tierra de José María Velasco Ibarra, 7.Bolivia, para Carlos Sánchez Berzaín el presidente que resulte electo tiene dos opciones: a) La del continuismo, de ser el cuarto jefe del narcoestado plurinacional o b) Volver a ser el Presidente de la República de Bolivia. El politólogo estima que lo que pareciera vislumbrarse es una frágil esperanza de cambio a la seriedad.
De Centroamérica, con excepción de la noble Costa Rica, la del Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, todo huele a desastre. Las pautas para un adecuado uso de la soberanía en el continente, da la impresión de que dolosamente se les subvierte o no se les conoce.Esa democracia sustentada en una novedosa constitución, promulgada en 1961, a raíz del derrocamiento de lo que creíamos que iba a ser la última dictadura, se inicia con un preámbulo, por demás, hermoso: “Con el propósito de mantener la independencia y la integridad territorial de la Nación, fortalecer su unidad, asegurar la libertad, la paz y la estabilidad de las instituciones; proteger y enaltecer el trabajo, amparar la dignidad humana, promover el bienestar general y la seguridad social; lograr la participación equitativa de todos en el disfrute de la riqueza, según los principios de la justicia social, y fomentar el desarrollo de la economía al servicio del hombre; mantener la igualdad social y jurídica, sin discriminaciones derivadas de la raza, sexo, credo o condición social; cooperar con las demás naciones y, de modo especial, con las Repúblicas hermanas del Continente, en los fines de la comunidad internacional, sobre la base del reciproco respeto de las soberanías, la autodeterminación de los pueblos, la garantía universal de los derechos individuales y sociales de la persona humana, y el repudio de la guerra, de la conquista y del predominio económico como instrumentos de política internacional; sustentar el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la dignidad de los ciudadanos, y favorecer pacíficamente su extensión a todos los pueblos de la tierra; y conservar y acrecer el patrimonio moral e histórico de la Nación, forjado por el pueblo en sus luchas por la libertad y la justicia y por el pensamiento y la acción de los grandes servidores de la patria”. Durante 4 décadas mantuvo su vigencia y bajo ella no puede negarse que se alcanzaron solidos estadios de progreso político, económico y social.
A la soberanía se le percibía, sin mayores esfuerzos, en un tricolor que el aire del Ávila y del Caribe movían en señal de libertad.Será acaso que la Divina Providencia nos está sugiriendo que leamos nuevamente “la cartilla”: 1. La gobernabilidad, 2. La soberanía, reglas para su ejercicio, 3. En qué consiste el desarrollo (político, económico y social), 4. La imperatividad de alcanzarlo, solo posible a través de una democracia eficiente, 5. Entorno institucional para la gobernabilidad y la participación ciudadana y 6. La reducción de las desigualdades y las exclusiones sociales.
La ilustración con respecto a los temas, tal vez, sea la ruta para un “contrato social” ejecutable. La soberanía, bien ejercida.Suena fácil, pero se nos ha hecho difícil.
@LuisBGuerraFuente: telam
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