08/10/2025
La mítica revista Caras y Caretas: de las primeras denuncias de corrupción en la política a la increíble vida de su creador

Fuente: telam
El primer número salió el 8 de octubre de 1898. Cuáles fueron los orígenes y el desarrollo de esta publicación que por décadas fue de lectura obligada en los hogares argentinos
>Cuando a ese hombre pequeño, flaco, de nariz curva y cabeza oblonga le preguntaban en qué año había nacido, respondía que no sabía, que él era muy chico entonces. Se lo solía encontrar en el Bar Apolo, sobre Corrientes aún angosta, reducto de la farándula teatral. Allí, recordando viejos tiempos y anécdotas inolvidables brillantemente relatadas, departía Eustaquio Pellicer, escritor, periodista, humorista, padre de una pila de publicaciones que hicieron historia en el periodismo rioplatense. Una de las revistas de su creación fue Caras y Caretas.
Mientras tanto, despuntó el vicio periodístico con la publicación de versos cómicos y entre febrero y mayo de 1887 editó “La Pellicerina”. Según él, “se inspiró en dos ideas: la primera fue la de hacer dinero. Con esta sólo bastaba”. Cuando se metió de lleno en el mundillo periodístico local, se olvidó de la zapatería para siempre.
Se asoció con el dibujante y caricaturista alsaciano Charles Schütz, quien en 1860 había llegado a Buenos Aires y que al tiempo se radicó en la capital uruguaya. Ambos editaron Caras y Caretas, cuyo primer número vio la luz el 20 de julio de 1890. Era una publicación de ocho páginas que salía los domingos. En ese ejemplar pedía “dinero y salud, o por lo menos dinero, si no fuesen posibles las dos cosas. Porque ¡no hay que darle vueltas! El dinero es la vida y lo demás una zoncera”. Saldrían 85 números, pero Pellicer fue el director hasta el 71, y Schütz pasó como propietario. Al parecer, Pellicer decidió radicarse en Buenos Aires por cuestiones de persecución gubernamental y la censura al periodismo.Colaboraba en el diario La Nación y se hizo famosa su columna “A pesca de noticias”. Si bien la columna fue ganando espacio en el diario gracias a la popularidad que tomó, cuando el general Mitre se enteró que su hijo Bartolito tal vez soñaba en convertir a su diario en una hoja humorística, la hizo eliminar.
Cuando la guerra contra los moros en Melilla estaba a punto de estallar, fue enviado a cubrirla. El conflicto nunca pasó, vivió un tiempo en Madrid y regresó en enero de 1896 con una novedad: junto con el empresario Francesco Pastor proyectó en el Teatro Odeón las primeras películas filmadas por los hermanos Lumiére, la sensación del momento.A fin de 1896 fundó en Mar del Plata el diario La Rambla, de poca duración, y el hijo de Mitre le propuso reflotar la revista Caras y Caretas. Pellicer sería su director, pero pronto descubrió que no era buena idea que un español tuviera semejante exposición: España se negaba a reconocer la independencia de Cuba y la hostilidad hacia los españoles era más que notoria. Se decidió que fuera el hijo de Mitre, pero cuando éste se enteró que sería una publicación en la que se ridiculizaría a políticos -muchos amigos suyos y otros adversarios- se opuso. Y así la dirección recayó en José S. Alvarez, popularmente conocido como Fray Mocho.
Caras y Caretas apareció el sábado 8 de octubre de 1898, cuatro días antes de que Roca asumiera su segunda presidencia. Costaba 25 centavos, aunque al poco tiempo fue rebajada a 20. Se presentaba como “semanario festivo, literario, artístico y de actualidad”. Era voceado por los canillitas como “el caricareta”. Su director bien merece una columna aparte. Fray Mocho había nacido en Gualeguaychú el 26 de agosto de 1858. No llegó a recibirse de maestro en la Escuela Normal de Paraná porque organizó una revuelta de estudiantes contra un profesor y fue expulsado.Cuando tomó la dirección de la revista, ya sufría de pleuresía. Murió el 23 de agosto de 1903. Tenía 45 años y lo sucedió Carlos Correa Luna.
La revista atravesó gran parte de la historia argentina: había nacido bajo el signo del liberalismo conservador; conoció la apertura democrática y la experiencia inédita de tres gobiernos radicales; después, fue testigo del primer golpe militar y transitó la década infame, antes de apagar sus rotativas a fines de 1939. Su primera redacción fue en San Martín 284, en 1902 se mudó a Bolívar 578 y luego se instaló en Chacabuco 151 hasta su cierre. Aún se conserva el edificio, que tenía taller propio, y servicios anexos, como peluquería.
Marcó una revolución tipográfica, publicitaria y literaria en Buenos Aires. Fue la primera publicación que pagó las colaboraciones, introdujo el color, tanto en la tapa como en las publicidades, dio un claro predominio a lo gráfico sobre el texto y realizó una adecuada síntesis entre la realidad política, cultural y social, cubriendo eventos de crónicas sociales, pero sin escatimar la crítica.Por sus notas sobre política nacional, internacional, economía, artes, ciencias, cultura, la convertía en una revista popular y variada. Fue la primera en publicar historietas en el país, la iniciadora del empleo de la fotografía en sentido periodístico, y además las fotos salían con firma.
Todos cayeron en la volteada, oficialismo y oposición. Había mucha libertad para ironizar sobre los gobernantes y los políticos del momento, que salían brillantemente dibujados, sin que hubiera una reacción del poder de turno. Había una especial tolerancia hacia el humor político entendido dentro de una concepción de pluralismo democrático.Casi todos publicaron en sus páginas. Banchs, Cané, Del Valle Inclán, Joaquín González, Lugones, Payró, Rodó, Darío, entre muchísimos más.
En sus comienzos, a Roca lo tomaron de punto tanto con su política económica, social y exterior. También criticaba la administración municipal e hizo causa común con la gente, como cuando criticó la aparición del tranvía, al que asoció a los peores males.
Tampoco se salvó Figueroa Alcorta o los que vinieron después, como Hipólito Yrigoyen, a la par que incluían la novedad de fotografías tomadas en los campos de batalla de la primera guerra mundial. Aplaudió el golpe militar del 6 de septiembre de 1930. Luego, empezaron a mermar las notas políticas para darle más espacio a los textos literarios.
En 1903 Pellicer se había ido de la revista porque consideraba se había desnaturalizado su idea original. Pretendía una publicación de batalla, lejos de la gran empresa comercial a la que iba en camino. En 1904 fundó “P.B.T. Semanario Infantil para Chicos de 6 a 80 años”, muy similar a Caras y Caretas. Lo curioso fue su tamaño: 23 por 13 centímetros. En 1909 dejó la actividad y se dedicó a la explotación ganadera en Las Flores, y cuando con el campo no le fue bien, volvió a la revista, de la que se fue definitivamente en 1917.
Cuando el periodista Juan José de Soiza Reilly -veterano de la revista- lo visitó en 1912 en su quinta de Villa Loreto, en Banfield, le preguntó por qué seguía escribiendo y trabajando, pudiendo quedarse tranquilo en su quinta. “Necesito ganarme la vida. Los ‘quinteros’ únicamente en España pueden vivir de rentas”. Lo decía ese ameno conversador que tenía un profundo conocimiento de los hombres y cuya vida había transitado en esa maravillosa montaña rusa que es el ejercicio del periodismo.
Fuente: telam
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