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06/10/2025

Andrés Paredes, en una exploración poética de la memoria y la transformación

Fuente: telam

Infobae Cultura dialogó con el artista misionero sobre “Un puñado de tierra”, muestra en el Museo Sívori, como también sobre la escena del arte en el NEA, entre otros temas

>El aroma de la lavanda, yerba mate y otras plantas medicinales impregnan el ambiente de la primera sala de Un puñado de tierra, con la que el artista misionero Andrés Paredes se presenta en el Museo Sivorí.

Es un gesto el de Paredes (Apóstoles, Misiones, 1979) que despierta el instinto y que nos presenta, aún antes de observar cualquier obra, una idea central: allí hay un espacio vivo, que se encuentra en plena transformación, donde el ciclo de la vida está en auge.

El título, Un puñado de tierra, proviene de una poesía de Hérib Campos Cervera, poeta paraguayo exiliado, y remite a la memoria y el desarraigo: “Él habla del puñado de tierra como todos los que nos vamos de nuestro lugar, que llevamos en ese puñadito toda nuestra historia, todo nuestro momento de felicidad”, comenta Paredes a Infobae Cultura en un recorrido exclusivo.

En el centro de esa primera sala, unas instalaciones remiten a las raíces que buscan su lugar, y en ellas se encuentran “bolitas de arcilla que tienen adentro semillas de trébol y de árboles nativos. Entonces, cuando eso cae, la humedad hace que eso se abra y primero brotan las de trébol, hacen un colchoncito y de ahí va a salir un árbol. O sea que si tiramos esto, lo más probable es que salga un árbol nativo en cualquier lado”, detalló.

Están en el aire, colgantes, generando una contradicción entre sus deseos, sus funcionalidades y su posibilidades. Son, pero a la vez, no. Flotan en un estado de latencia, de espera, y ese estado de potencialidad, se convierte así en un concepto central en la propuesta.

En las instalaciones, diferentes flores pigmentan los marrones, entre ellas orquídeas traídas de Montecarlo, que florecen y se marchitan, pero que permanecen vivas: “El año que viene va a volver a florecer. No representa la muerte, sino lo temporal”, subrayó el artista.

La obra se inspira en la ontología guaraní y en leyendas como la del picaflor, que “cuando se mueren las personas, sacan las almas de las flores y las llevan al cielo”, aunque el artista introduce personajes sobrenaturales de su propia invención, como “una raya mandrágora” o “el tapir que tiene alas”, y retoma la cosmovisión guaraní, para quienes la Vía Láctea es “el camino del tapir”. La franja de pintura, compuesta de tierra, cemento y acrílico, alude a la primera ley del Kybalion: “Como es arriba, es abajo; el cielo en la tierra”.

Sobre el fondo de la sala, en la obra “El oro de los sueños”, un papel fabriano calado a mano tras años de trabajo, explora la conexión entre los ríos de América y la búsqueda histórica de tesoros minerales: “Es un poco esa cuestión de nuestros ríos, que están todos conectados y de esa búsqueda del tesoro mineral”.

“Existe esa latencia en lo inerte, en el mineral. Y en esa búsqueda, me gustaba pensar en armar esta situación de instalación donde se hable de esa capacidad espiritual que podría tener una piedra, qué sentiría una piedra y en esa pregunta también qué sentiría un continente si no se hubiesen sacado ni una amatista, ni un poco de oro, ni un poco de esmeraldas en Brasil. Es una utopía, pero la pregunta está”, expresó Paredes.

El recorrido continúa con una serie de pinturas matéricas inspiradas en el informalismo y en la obra de Tàpies. “Cuando vi toda la potencia de la obra de él, me pareció que había en esto como un registro performático”, explicó Paredes. Estas piezas fueron realizadas con la mano izquierda, buscando perder el control, el cuidado por el detallismo que lo caracteriza, y en las que experimenta con materiales como sales, yeso, selenita y arcilla del desierto de Atacama o de tierras de Brasil, así como pigmentos vegetales y minerales.

Estas obras mantienen una consistencia estética con las instalaciones escultóricas del ingreso, las raíces, lo figurativo cautivo del vacío, los colores que irrumpen, las hojas fantasmagóricas que marcan un eterno regreso: los ciclos de la vida como expresión de los esencial y, a la vez, de lo efímero.

En la última sección, la muestra incorpora el motivo de la vanitas barroca, reinterpretado desde una perspectiva contemporánea y personal, que se encuentran inmersas en varias grandes instalaciones de sitio específico, que recrean paisajes naturales, con una profusa vida insectos, como 350 mariposas y chicharras, restos de hormigueros y tubos de ensayo, prismas, poliedros, que hablan de estos elementos más como alquímicos, porque toda la muestra también tenga esa cuestión de la transformación”, explicó.

Andrés Paredes es uno de los artistas del Nordeste Argentino (NEA) con mayor proyección nacional e internacional. Sus obras forman parte de las colecciones del Museo de Arte Contemporáneo de Salta, el Museo Provincial de Bellas Artes René Brusau de Resistencia, el Museo Areco de Posadas y colecciones privadas en Argentina, Los Angeles, Madrid, Nueva York, París, Beirut, Hong Kong y Miami. En ese sentido, en este diálogo con Infobae Cultura, repasa un poco su historia como también reflexiona sobre la escena de esta parte del país:

En Un puñado de tierra hay un tema latente, el del desarraigo, el de la distancia del lugar que nos define, ¿a qué edad te estableciste en Buenos Aires?

¿Cómo fue esa camino? Me refiero desde el momento que decidiste que querías ser artista.

¿Cómo se produjo, entonces, la oportunidad?

¿Cómo está la situación hoy en tanto a oportunidades para los nuevos artistas de la zona?

En una época tuvimos el Mac-UNaM, un Museo de Arte Contemporáneo de la universidad, que fue muy vanguardista y después se cerró en 2007 y ahí sí, no quedaron ni las ruinas, porque no quedó nada de nada. Tenía dos espacios que funcionaban como salas y tenían un pequeño archivo. Fue muy importante. Creo que se está en la peor situación de pensamiento contemporáneo de la provincia.

— Nosotros pateamos la historia de nuestros pueblos. O sea, Corrientes es una ciudad antiquísima. La casa de mis padres tiene piedras del 1600, que si se empieza a escarbar un poco se va a descubrir que hay toda una historia atrás. Y al mismo tiempo está la naturaleza que es indomable al lado, que uno deja una ventana abierta y se llena de bichos. O sea, hay tanto estímulo, pero tanto estímulo y tanta carga, en mi caso, a nivel de la vegetación, que es imposible trabajar sin la naturaleza. En Misiones por mucho tiempo se hizo paisaje. Y nosotros tuvimos clínicas de arte y había muchos artistas que se negaban a trabajar con el paisaje y empezaban a hacer obra conceptual, geométrica, pero peleando contra el paisaje. Entonces, también trabajaban con el paisaje. Era como muy interesante porque ellos se embanderaban diciendo “no al paisaje” y la respuesta era al paisaje.

Se nota una frescura también de esa producción de obras, hay una reverencia. Yo la veo como muy consecuente con lo que es el lugar, lo que nos habita. O sea, yo por más que vivo en Buenos Aires hace un tiempo, viajo todo el tiempo a Brasil, a Paraguay, a Corrientes, al Chaco. Mis amigos que están en Chaco, la gente que yo consulto o que tengo intercambio conceptual o de alguna obra son pares del Chaco o de Misiones.

¿Considerás que esto que decías, que desaparecen los espacios de pensamiento, de alguna manera se refleja en la unión de los artistas? Digo, es algo que suele suceder, por ejemplo, durante las crisis. Buscar alternativa ante la ausencia de estímulos. Y después, ¿esto de producir para la feria no puede terminar estandarizando los procesos creativos?

Teniendo una carrera ya extendida, ¿cómo tratás de esos temas para no repetirte?

Uno de los temas que pude ver durante la— Sí. Creo que ahora se está pensando en que, aunque sea horrible la palabra, profesionalizarse en el arte. Mi facultad, durante muchos años, formó docentes, porque en el medio misionero la única manera de tener una facultad de arte era generar docentes. Entonces, el pensamiento estaba apuntado todo hacia la didáctica. Y ahí yo agradezco haber podido elegir los talleres que quise y terminar una carrera de diseño, porque no estaba focalizado en dar clases, sino en poder producir.

¿Considerás que hace falta un sistema más integrado para que crezca?

*“Un puñado de tierra”, de Andrés Paredes, en el Museo Sívori, Av. Infanta Isabel 555 (Parque Tres de Febrero). Lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19 h. Sábados, domingos y feriados de 11 a 20 h. Martes cerrado. Entrada: $10.000; residentes argentinos y/o extranjeros con DNI, $2.000. Miércoles sin cargo. Jubilados, ex combatientes de Malvinas, estudiantes universitarios presentando acreditación, personas con discapacidad más un acompañante, menores de 12 años y grupos de estudiantes de colegios públicos, sin cargo todos los días.

Fuente: telam

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