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01/10/2025

Soñaba con volar y se convirtió en precursora de la aeronáutica en el país: la increíble historia de la primera aviadora argentina

Fuente: telam

Amalia Celia Figueredo era muy joven cuando se le despertó la pasión por el vuelo y decidió segurila: no descansó hasta surcar los cielos. Cómo aprendió, su bautismo de fuego y por qué debió rendir dos veces el examen final para ser piloto

>¿Cuántas veces esa rosarina, que aún no había cumplido los veinte años, se habrá sentado en las largas gradas con las que contaba ese precario aeródromo de tierra alisada a contemplar el verdadero milagro de ver al hombre volar en una máquina de madera y tela? Era el de Villa Lugano, en un barrio muy distinto al que luce en la actualidad, y había sido inaugurado el 23 de marzo de 1910. Funcionó donde hoy se levantan los barrios Lugano I y II.

Amalia Celia Figueredo había nacido en la ciudad de Rosario el 18 de febrero de 1895 y era muy pequeña cuando su familia se mudó a la ciudad de Buenos Aires, cerca de Lugano. Cuando terminó sus estudios secundarios lo hizo con el título de maestra. Luego cursaría Obstetricia en la Facultad de Medicina de la UBA, en tiempos en que las mujeres eran pocas en la universidad y debían soportar las mofas de sus compañeros varones y el ninguneo de algunos profesores. También estudió Música en el prestigioso conservatorio que los hermanos españoles Fontova habían levantado en Buenos Aires por 1896.

Figueredo comenzó a tomar clases, las que eran teóricas, ya que las máquinas disponibles en Lugano eran monoplanos. Entonces, como era imposible que volase sola, en mayo de 1914 se anotó en la escuela de aviación que Teodoro Fels y Paillette habían levantado en la localidad de San Fernando, que contaba con el biplano Farman, en el que podían ir dos personas.

El 6 de septiembre de ese año rindió el examen, pero no aprobó. Se ignora si fue por cuestiones técnicas o a propósito, ya que estando a unos sesenta metros de altura se dio cuenta de que tenía flojos los tensores del aparato y debió hacer un aterrizaje de emergencia.

Volvió a rendir el 1 de octubre. La mesa examinadora, armada por el Aeroclub Argentino, estaba compuesta por Carlos Irmscher y Carlos Borcosque. El primero era un ingeniero alemán que se radicó en nuestro país y que un día, sin saber hacerlo, quiso volar, con resultados previsibles: estrelló la máquina en el despegue y se fracturó una pierna. Finalmente obtendría el brevet nº 26. Y Borcosque era un chileno, que luego de su paso por la aviación —fue el precursor de la fotografía aérea— hizo carrera en el cine.

El examen era exigente. Debía hacer series de “ochos” entre postes ubicados a una distancia de quince metros unos de otros; haría una pasada rasante sobre la mesa examinadora y, luego de elevarse a una considerable altura, debía apagar el motor y aterrizar planeando. Una vez en tierra, debía repetir la secuencia.

Era toda una celebridad. La invitaron a brindar exhibiciones públicas que hizo, por ejemplo, en el Hipódromo Nacional de Belgrano, en terrenos que hoy ocupa el estadio Monumental; en la Sociedad Sportiva de Palermo (hoy Campo Hípico) y, por supuesto, en Villa Lugano, donde todo había comenzado.

También voló al interior, a su ciudad natal y a otras localidades santafesinas. Cuando en 1915 se casó con Alejandro Carlos Pietra, dejó de volar. En 1928 quedó viuda con dos hijos y consiguió un empleo en la sede del registro civil de Belgrano, donde trabajó hasta que se jubiló treinta años después.

En 1941 vino de visita al país un grupo de aviadoras uruguayas. El 23 de noviembre, cuando partieron, ella fue en una máquina piloteada por Carola Lorenzini, una talentosa aviadora apodada “la paloma gaucha”. Al regreso a la base de Morón, Figueredo quiso bajarse porque estaba cansada y a Lorenzini le pidieron que hiciera su acrobacia que la caracterizaba, un looping invertido. Tal vez porque el avión que entonces usó no era el suyo o porque calculó mal, perdió la vida al estrellarse. Tenía 42 años.

Recibió innumerables distinciones, tanto en el país como en el extranjero, y fue presidenta del Aeroclub Femenino de Argentina. El senado la nombró, además, precursora de la aeronáutica en estas tierras. Murió el 8 de octubre de 1985, con su viejo sueño cumplido: conquistar los cielos.

Fuente: telam

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