Domingo 28 de Septiembre de 2025

Hoy es Domingo 28 de Septiembre de 2025 y son las 13:29 ULTIMOS TITULOS:

28/09/2025

Cafetines de Buenos Aires: la esquina en la que Eloy Martínez supo el destino del cuerpo de Evita, y una trama regada de coroneles

Fuente: telam

Ubicado en Avenida del Libertador y Coronel Díaz, el Caffé Tabac abrió sus puertas en 1968. Vecinos ilustres, empresarios exitosos, personalidades de la farándula y deportistas se sentaron en sus mesas, así como un amplio abanico de políticos, algunos de oscuro paso por la función pública, como los que protagonizan esta historia

>Hoy, en “Domingo de Superacción”, les traigo una de coroneles. Paso a contarles la historia del Caffé Tabac, la elegante cafetería de Avenida del Libertador 2300 esquina —y cómo no— Coronel Díaz.

“Acá no hay grietas”, dice Mariano Giménez, gerente del Caffé Tabac. El comentario viene a cuento del amplio abanico de políticos que ocupan sus mesas. Algunos de oscuro paso por la función pública. Pero, como anuncié al inicio, hoy la historia la escriben coroneles.

Una fría noche de invierno de 1989, el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez acudió a una cita en el Caffé Tabac. Fue a reunirse con el coronel Héctor Cabanillas, quien le había dejado un sugestivo llamado en su teléfono particular. El coronel Cabanillas había sido Jefe de Inteligencia del Estado (SIDE) durante el gobierno provisional del General Pedro Eugenio Aramburu. En su legajo secreto constaban dos misiones de extrema complejidad. La primera, una orden recibida del por entonces presidente de facto. Lo designó para encargarse de los restos de Eva Perón. El encargo incluyó sacarlos del país bajo una identidad falsa. En la reunión confidencial en el Tabac el coronel Cabanillas entregó toda la documentación respaldatoria del derrotero del cadáver de la Abanderada de los Humildes. Papeles, fotos y expedientes que, posteriormente, le sirvieron de relato vertebral para la escritura de la novela Santa Evita.

El segundo coronel que viene a cuento fue el siniestro Carlos Eugenio Moori Koenig, quien había oficiado como edecán de la primera dama Eva Perón durante sus últimos meses de vida. En verdad, había sido puesto en ese lugar como espía para informar a los jefes del Ejército la evolución de la enfermedad en Evita. Pero fue en noviembre de 1955, un par de meses después del derrocamiento del presidente Perón, cuando el coronel Koenig se reencontró con Eva —o sea, con el cadáver embalsamado— para comenzar una espantosa custodia personal a partir del secuestro del féretro que reposaba en la CGT.

Todo este relato, propio de un casino de oficiales, escuchó Tomás Eloy Martínez en una mesa del Tabac. ¿Entienden ahora por qué anuncié “una de coroneles”? ¿Acaso fueron estos los únicos? Claro que no, pero antes continúo con la descripción del lugar.

Pasé por el Caffé a media mañana de una jornada laborable. El salón estaba explotado. ¿De jubilados? Para nada. ¿Gente sin actividad formal? Mucho menos. El Tabac es un lugar de trabajo. Allí se crean empresas, se escriben misiones y objetivos y se celebran contratos. Y también se pierde el tiempo. Recorrimos con Mariano Giménez todo el local. Me señaló el regalo que Andrés Calamaro dejó autografiado —un afiche de una corrida de toros—; las obras originales y la paleta de trabajo del artista plástico argentino Pablo Larsen; el flamante retrato de Marilyn; y un exquisito reloj antiguo de pared.

En oposición, la vereda es una gran explanada al sol donde todo —y todos— está expuesto. En ambos espacios cuesta encontrar sillas vacías disponibles. Argentina, no lo entenderías. Un detalle, la hoja de tabaco que hace de logo comercial está grabada en las mesas. Lo mismo ocurre en el Petit Colón, lo mencioné en la reseña. “Pertenecen al mismo grupo” aclara Mariano. La sociedad también es propietaria de la Confitería Ideal.

Una anécdota de color para destacar, en el Tabac se reunían Juan Carlos Calabró y Antonio Carrizo a escribir los guiones de El contra. El famoso grito de “Pedro” que Calabro hacía al camarero, era por la costumbre de llamar por su verdadero nombre al barman del Caffé Tabac. Resulta que pasaban tantas horas de intercambio de ideas y escritura con Carrizo que el personal ya ni los miraba, entonces lo reclamaban a los gritos.

Retomo el coronelato. No crean que no hay más. Existe uno, con ese grado, del que poco se sabe y lo nombramos todo el tiempo. Es el Coronel Díaz. ¿Alguien sabe quién fue el Coronel Díaz? ¿Y el nombre de pila? ¿Cuál fue el mérito para que lo hayan homenajeado con una importante avenida que sirve de límite entre Recoleta y Palermo? ¿Qué hazañas logró? ¿Qué país liberó, en cuál batalla venció, a qué prócer sirvió? El Caffé Tabac siempre será el café de Libertador y Coronel Díaz. Así como muchas parejas eligen casarse en la Sede Comunal de Coronel Díaz. O gente de todas partes va de compras al Shopping de Coronel Díaz. Como fanáticos visitan a diario la casa de Charly García sobre Coronel Díaz. ¿Nunca se preguntaron quién fue ese buen hombre? ¿Y si acaso no existió el tal Díaz? ¿O, quizás, hubo más de uno? Veremos.

Una ordenanza municipal del año 1894 modificó el nombre primitivo conocido como Coronel por el de Coronel Díaz. De inmediato, se mandaron a colocar las chapas con la nueva nomenclatura a lo largo de toda la traza. Jamás quedó claro a qué militar se estaba honrando. Sólo decir que fueron trece —vaya cifra—los coroneles Díaz que sirvieron con honor al Ejército argentino. Existe un consenso que el nombramiento le fue otorgado a Pedro José Díaz, mendocino, nacido en 1800. Sostiene Felipe Pigna en su libro Calles —Editorial Planeta, 2022—, que don Pedro José combatió en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú; luchó en la guerra contra Brasil e integró el ejército de Rosas en la batalla de Caseros. ¿El aporte de Pigna termina con la incógnita sobre el Coronel Díaz? La información del historiador es incuestionable. Sin embargo, para mi TOC —trastorno obsesivo cafetero, ya lo conocen— Pedro José Díaz no reunió suficientes méritos como para ser recordado con tan icónica avenida. Tampoco está probado el vínculo con la nomenclatura designada en 1894. En fin. Elijo creer que la misteriosa Buenos Aires esconde secretos irresueltos.

Pero, como si esto fuera poco, tengo para ofrecerles un último coronel Díaz. El coronel Alfredo Sebastián Díaz, también fue edecán de un Perón. En este caso, de Juan Domingo durante su tercer mandato en 1974. Lo acompañó los últimos seis meses como presidente, hasta su deceso. Luego escoltó otros seis a Isabel cuando, como vicepresidenta, asumió la vacante primera magistratura. En sus memorias cuenta que cuando María Estela Martínez de Perón enviudó lo llamó para preguntarle “qué debía hacer” y el edecán le sugirió que sacara de inmediato a José López Rega de la Quinta de Olivos. El coronel Alfredo Díaz, en un semestre, había percibido los hechizos que fluían por la residencia presidencial y se había enterado de las triples tareas que ocupaban los días y las noches del ministro de Acción Social y secretario personal de Isabel. Luego del último de los golpes militares, en 1976, cuando le correspondía su ascenso a general, lo pasaron a retiro. El antiguo acercamiento con el presidente Perón fue un aplazo en su boletín de servicio. Alfredo Sebastián Díaz falleció en 2012. Era vecino del Caffé Tabac.

Fuente: telam

Compartir

Comentarios

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!