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26/09/2025

El intento de golpe de Estado de Antonio Tejero en España y la fibra íntima que decide el destino en un segundo

Fuente: telam

La historia no siempre se escribe con grandes discursos ni con actos heroicos. A veces se escribe con gestos mínimos, con cuerpos que, aun temblando, deciden no agacharse. Porque, ¿quién puede saber con certeza cómo va a reaccionar cuando el miedo entra a los gritos? Nadie ensaya esas escenas

>Nelson Mandela decía que el coraje no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de él. Y esa frase, tantas veces repetida, adquiere otra densidad cuando se la encarna en una escena concreta, cuando se la pone a prueba frente al abismo.

La imagen es cinematográfica. Tejero irrumpe pistola en mano al parlamento en plena sesión, acompañado por guardias civiles armados. Hay gritos, disparos al techo. Todos los diputados se lanzan al suelo, se esconden detrás de sus bancas, intentan protegerse. Todos… salvo tres. Tres figuras permanecen erguidas, inmóviles en sus asientos, resistiendo el pánico con una obstinación que solo puede nacer de la convicción más profunda. Una de ellas era Adolfo Suárez, presidente del Gobierno y arquitecto de la transición democrática.

Las horas que siguieron fueron tensas, inciertas. Pero algo se quebró en los golpistas cuando vieron que no todos se habían rendido. Esos tres hombres —Suárez, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo— no permitieron que la historia se escribiera en clave de miedo. Su sola actitud ayudó a torcer el rumbo de los hechos. Los militares empezaron a negociar. La escena se desinfló. El golpe, finalmente, fracasó.

Pensaba en esa imagen porque, más allá de las diferencias de tiempo y lugar, todos enfrentamos nuestros propios 23 de febrero. A menor escala, más íntimos, pero igualmente decisivos. Son esos momentos en los que algo amenaza con arrebatarnos lo que somos. Una injusticia en el trabajo. Una presión que busca silenciarnos. Un miedo que nos empuja a traicionar nuestros principios. Un vínculo que nos aplasta, un entorno que nos exige claudicar.

La historia no siempre se escribe con grandes discursos ni con actos heroicos. A veces se escribe con gestos mínimos, con cuerpos que, aun temblando, deciden no agacharse. Y otras veces, también, se escribe con quienes se tiran al piso pero luego se levantan. Porque ¿quién puede saber con certeza cómo va a reaccionar cuando el miedo entra a los gritos? Nadie ensaya esas escenas.

Porque es en tiempos de calma cuando se siembran las certezas que luego, en la tormenta, pueden ayudarnos a decidir de qué lado de la historia queremos estar.

* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”.

Fuente: telam

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