16/09/2025
Una kipá, un grupo de agresores y cartas de perdón: la historia de una medida judicial inédita contra la discriminación

Fuente: telam
Se cumplieron 20 años del caso en el que Daniel Rafecas intervino tras el ataque de tres adolescentes a un joven judío en Buenos Aires e implementó una sanción educativa. El alcance de aquella decisión y el desafío de combatir el antisemitismo en la actualidad
>Fue un miércoles de mediados de agosto de 2005. Un joven de 15 años, que llevaba una kipá en la cabeza, salió de la estación de subte Congreso de Tucumán, de la línea D, cuando otros tres adolescentes —uno de 16 y dos de 17— empezaron a perseguirlo, lo empujaron y lo insultaron con frases antisemitas. Mientras lo hostigaban, el chico logró alejarse y se refugió en un comercio. Cinco días más tarde, en una resolución inédita, el juez federal porteño Daniel Rafecas dispuso que los tres agresores hicieran una visita guiada al Veinte años después de aquel episodio, la postal de ese chico corriendo con temor a ser atacado por su condición de judío se trasladó a un nuevo escenario: las redes sociales. De acuerdo con el último informe de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), en 2024, los hechos de antisemitismo crecieron un 15% respecto de 2023. Además, dos de cada tres ocurrieron en el ámbito digital. “Las redes sociales han amplificado los discursos de odio. Lo que antes se decía en voz baja, ahora se grita desde una pantalla y se vuelve viral en segundos. Por eso, hoy más que nunca, la memoria y la educación no son solo herramientas del pasado: son un deber del presente y una esperanza para el futuro”, aseguró el presidente de la Institución, Mauro Berenstein, en el informe.
Cuando el caso llegó a su despacho, Rafecas se enfrentó con un dilema porque los agresores eran menores de edad. La clave —dice ahora— estuvo en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), incorporada a la Constitución Nacional en 1994. “Esa norma nos obliga a los jueces a darle siempre prioridad al interés de los menores. Procesarlos y que les quedara un antecedente penal, hubiera sido muy negativo para su presente y para su futuro. Eran adolescentes que ignoraban por completo en qué se habían embarcado”, explica.
La resolución que tomó fue inédita: trasladó el juzgado al Museo del Holocausto de Buenos Aires y convocó a los agresores junto a sus padres. Rafecas conocía bien el lugar: era consejero académico de la institución y, como profesor de la Facultad de Derecho de la UBA, solía llevar allí a sus alumnos. Esa vez lo hizo como juez, acompañado por la directora del museo, Graciela Jinich, y con un objetivo claro: que la sanción fuera reparadora para todos. “En ese momento yo tenía un rol muy activo en el museo y me parecía que era el ámbito adecuado para darle una solución creativa o alternativa al procesamiento”, explica.
La audiencia se realizó un lunes por la tarde y duró alrededor de dos horas. En ese lapso, los tres jóvenes conocieron las leyes raciales que afectaron a los judíos en Alemania a partir de 1935 y que los excluyeron de la ciudadanía alemana hasta que, a partir de 1941, los obligaron a llevar la estrella amarilla en su ropa. También vieron la vestimenta que debían usar en los campos de concentración: apenas una camisa y un pantalón liviano, cuando la temperatura podía llegar a 25 o 30 grados bajo cero.Manuel Kobryniec, entonces secretario general del museo, recuerda el impacto de aquella decisión. “Fue una idea brillante y ejemplificadora. Unos días después, el tema salió en las primeras planas de los diarios y tuvo una repercusión inesperada. Desde entonces se multiplicaron las visitas escolares, tanto de Capital Federal como del interior del país”, le cuenta a Infobae.“La resolución marcó un precedente judicial —resume Rafecas— porque a partir de esa decisión prácticamente todos los casos de antisemitismo o discriminación protagonizados por menores comenzaron a derivarse al Museo del Holocausto o al Vale destacar que, en aquel entonces, Según cuenta Rafecas, hacia el final de la actividad, los tres adolescentes le manifestaron su arrepentimiento y pidieron disculparse con la víctima. Al día siguiente, el magistrado habló con la familia del joven agredido —hijo de un reconocido rabino—, que aprobó la decisión judicial, pero prefirió evitar el encuentro cara a cara con los hostigadores.
La alternativa fue que los tres jóvenes redactaran cartas de puño y letra ofreciendo su perdón. “Les pedí que escribieran con sus palabras, sin ayuda de nadie. Aunque lo hicieron con errores de ortografía y de sintaxis, expresaron de un modo muy genuino y conmovedor el arrepentimiento por lo sucedido”, recuerda.Mirando en retrospectiva, el juez vuelve a lo esencial: la sensibilidad frente a cada caso. “Trabajo en Tribunales desde hace casi cuarenta años e integro una gran burocracia, pero a título personal —y siempre lo transmito a mis colaboradores— no hay que perder la sensibilidad frente al acusado y frente a la víctima. Hay que recordar que detrás de los expedientes hay personas de carne y hueso. Especialmente si son adolescentes, que todavía no tienen nivel madurativo pleno para comprender lo que están haciendo”, reflexiona.
Aunque pasaron dos décadas de aquel episodio, los números muestran que el antisemitismo sigue vigente. El último informe de la DAIA —que se realiza de manera periódica y sistemática desde 1998— registró 687 denuncias en 2024, un 15% más que en 2023, y alertó que el 66% de los casos ocurrieron en el ámbito digital. El 61% se propagó en plataformas como X (ex Twitter), Facebook, Instagram o YouTube, mientras que las agresiones físicas también crecieron: fueron diez en un año, frente a las tres del período anterior.“El crecimiento actual del antisemitismo está vinculado a diversas dinámicas recientes. En particular, el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente, que actúa como catalizador de odio; mientras que el desarrollo de las redes sociales y la desinformación facilitan la difusión masiva de discursos antijudíos, favoreciendo el resurgimiento de prejuicios históricos —ahora resignificados mediante fake news y narrativas conspirativas— que ponen a los judíos como chivos expiatorios de complejos problemas sociales”, sintetiza el informe.
“Lo que no se registra, no existe. Dar a conocer el odio antijudío insta a la sociedad toda a hacerse cargo de uno de sus flagelos más antiguos y, a la vez, más presentes y devastadores con los que convivimos”, sigue.*Más información de Museo del Holocausto,
Fuente: telam
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