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16/09/2025

Miriam Grossman: “He visto contenidos de Educación Sexual de muchos países; los de Argentina son los peores”

Fuente: telam

“A causa de la ESI, hoy los chicos creen que ‘mujer’ y ‘varón’ son términos inventados por hombres blancos heterosexuales”. La reconocida psiquiatra estadounidense, especialista en infancia y adolescencia, visitó nuestro país, donde hizo un pormenorizado análisis del enfoque dado hoy a esta materia

>“Conozco los contenidos de Educación Sexual de varios estados de los EEUU, de Canadá, Gales, Australia, Nueva Zelanda, Colombia; también el material que se promueve en muchos países a través de la ONU. Y el de Argentina es uno de los peores que he visto”, dijo la autora de “You’re teaching my child What?” (¡¿Qué le están enseñando a mi hijo?!), recién traducido y publicado en nuestro país).

Miriam Grossman es muy conocida en su país y en el mundo por su prédica contra la ideología de género y la doctrina queer, por estar basadas en creencias y no en ciencia.

También ha testificado en el Congreso de los EEUU en relación a estas temáticas y ha dado conferencias en diversas instituciones, incluyendo la Cámara de los Lores y las Naciones Unidas. Lo que sigue es una síntesis de los conceptos que dejó en sus días en Buenos Aires.

Lo primero que dejó en claro es que los objetivos de la ESI no son los que proclaman sus promotores -prevención de abusos y cuidado del cuerpo y la salud-: “El fundamento no es la salud sino la libertad sexual a toda edad”, aseguró.

Esto se traduce en un incremento alarmante de casos de enfermedades de transmisión sexual y de abortos entre adolescentes. También de depresión y otros trastornos, como lo fue constatando ella en sus años de atención a menores en consultorio.

“Los fundamentos de la sexualidad moderna son que toda restricción sexual es mala”, dijo y en consecuencia se debe “luchar contra todos los tabúes”. También se parte del concepto de que “los chicos son sexuales, tienen pensamientos sexuales y cometen actos sexuales”.

“La ESI celebra la actividad sexual a edad temprana -afirma Grossman-. Por eso tenemos una explosión de enfermedades sexuales. El comportamiento sexual temprano está relacionado con la depresión adolescente”.

No es sólo el físico el que se está desarrollando, lo mismo pasa con el cerebro, que madura hasta los 25 años. “El cerebro de un adolescente tiene un córtex prefrontal inmaduro. Que es la parte que toma buenas decisiones, que piensa las consecuencias de los actos”, detalló.

“Padres -advertía entonces- si creen que los objetivos de la educación sexual son prevenir el embarazo y las enfermedades, los están engañando. Deben entender que estos planes de estudio están basados en una ideología que probablemente ustedes no comparten. Esta ideología valora, por encima de todo -de la salud, la ciencia o la autoridad de los padres- la libertad sexual”.

Fue por lo que vio en su consultorio que Grossman se puso a analizar los contenidos de los libros de ESI en los que halló evidencia de sexualización infantil (“exponer a niños y adolescentes a imágenes sexuales y enseñar conductas que no son apropiadas para su edad”) y de grooming (“reclutar al alumno para un sistema de pensamiento opuesto a las creencias de su familia”).

La exposición a imágenes inadecuadas va insensibilizando al niño poco a poco, explicó. Se lo confunde acerca de su imagen corporal y se promueve un comportamiento sexual prematuro. Desde muy temprana edad, se les habla de la posibilidad de disfrutar del propio cuerpo a solas y con otros. “A los niños de jardín de infantes no se les debe hablar de placer, que es un concepto adulto”, dijo Grossman.

En la charla en la Legislatura, organizada por Padres Unidos y Citizen Go, y de la que fue anfitriona la legisladora Marina Kienast, Miriam Grossman proyectó imágenes tomadas de los libros de ESI que se distribuyen en varias provincias y en particular en las escuelas de la provincia de Buenos Aires.

Mostró imágenes del juego de cartas NOS, destinadas a introducir temas y preocupaciones que con frecuencia no están en la mente de los chicos de 9 años a los que van dirigidas. En ellas se ve a un niño con un adulto en la bañera (“¿quién es el señor de la bañera?”), a dos varoncitos besándose en la boca (“no lo hacen a esa edad”, dijo), etc.

También mostró imágenes de un librito que permite a niños desde 5 años “armar” su propio cuerpo a piacere, para naturalizar la idea de la transición sexual. Un juego de niños, al parecer, según los promotores de la ESI.

Los destinados a preadolescentes y adolescentes no son menos perturbadores: mujeres con pene, varones con vulva, otros con ambas cosas…

La doctora Grossman fue categórica: “Todos los mamíferos son masculinos o femeninos. Hay diferentes formas de ser mujer y de ser varón. Hay niñas más ‘masculinas’ y varones más ‘femeninos’. No están en un cuerpo equivocado. Es un tema de personalidad”.

“Hay personas con angustia respecto de su sexo; se trata de un desorden psicológico”, afirmó. Pero “los niños están siendo adoctrinados en ideología de género: les dicen que la percepción es más importante que la realidad”.

“Pero la realidad fundada en la biología es que el sexo es binario”, aseguró. “La meta de la ESI es hacernos cambiar la forma de pensar sobre el sexo. ¿Crees que alcanza con ver los genitales para determinar el sexo?, preguntan, por ejemplo, y afirman que la lista de autopercepciones es infinita y que existen tantos cuerpos como identidades”.

Llegan al extremo de decir que “no hay órganos sexuales masculinos o femeninos, que los cuerpos no tienen género, que lo que cuenta es la identidad”.

Siguió proyectando imágenes tomadas de los libros de ESI locales -(“Perdón por mostrar esto, pero esto es lo que ven sus hijos”, dijo) como la imagen de dos adultos desnudos en un vestuario, destinada, señaló, a normalizar situaciones que no lo son. “Se les dice a las niñas que borren las banderas rojas, se les enseña a reprimir el reflejo de alerta ante una presencia extraña, adulta, masculina”.

“En los años 80 y 90 los padres se preocupaban porque sus hijos estaban teniendo sexo y consumiendo drogas. Esos eran días buenos -dijo Grossman, no sin ironía-. Ahora no pueden dormir porque sus hijos son víctimas de una psicosis colectiva: creen que mujer y varón son conceptos inventados por hombres blancos heterosexuales. Creen que sus mentes y cuerpos no coinciden y que con fármacos y operaciones los pueden cambiar y ser felices. ¿Cómo traigo a mi hijo de nuevo a la realidad? era su dilema. Por eso escribí Lost in Trans Nation”.

También señaló que esta “cruzada de ideas falsas y peligrosas” ha sido “muy exitosa”, en buena medida porque “instituciones en las que confiamos priorizan las ideas y la política por encima de verdades biológicas básicas”.

Grossman le dijo a Ema que, “aunque su malestar -su angustia respecto a su sexo- era real, la causa era psicológica”.

“En 2008 -dijo Grossman- vi cómo Planned Parenthood les decía a los alumnos que el sexo está entre las piernas y el género entre las orejas. Vi decirles que es normal que no coincidan, y que lo que cuenta es el género. Masculino y femenino son creaciones arbitrarias. La idea de la humanidad binaria es falsa y opresiva. El género es un espectro y se puede cambiar. Los varoncitos no serán necesariamente hombres en la adultez”.

“Las falsedades que vi en la educación fueron endosadas por mis colegas psiquiatras”, dijo, en lo que constituye una de las razones de la extensión de este fenómeno. Al respecto, evocó el término groupthink (pensamiento de grupo), del psicólogo Irving Janis -inspirado a su vez en el “1984” de George Orwell-, que alude al mecanismo por el cual los integrantes de un grupo -de toda una sociedad en ocasiones- adaptan su opinión a la del conjunto, aceptando incluso proposiciones irracionales.

Estas asociaciones permiten que en nombre del conjunto de sus integrantes se difundan ideas erróneas y no admiten debates ni responden a las críticas.

El DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), en su 5a edición, cambió el término “desorden de género”, por el de “disforia de género”. Es decir, dejó de ser un trastorno psiquiátrico para ser un “malestar”, una “disconformidad”. Ahora bien, explicó Miriam Grossman, este cambio no fue resultado de nueva evidencia científica, sino de la presión de un lobby. Y no fue excluido del todo del DSM para que no perdiera la cobertura de los seguros médicos. O sea, un criterio financiero y no médico.

“Pero hacia los años 2000, la idea de que lo masculino y lo femenino están en la cabeza se volvió movimiento social. Los activistas decidieron que había que normalizar y que llamarlo ‘desorden’ equivalía a estigmatizar”, dijo.

“No se pueden tomar decisiones médicas por compasión. Fue una capitulación ante fuerzas políticas y culturales y así se montaba el escenario para que las Emas dijesen ‘soy varón’ -siguió diciendo-. Los pacientes confían en la medicina, asumen que hubo un debate serio para tomar estas decisiones y la mayoría de los médicos piensan eso”.

“Aseguran que esto está basado en evidencia. ¿pero cuál es la evidencia para interrumpir el desarrollo normal de un niño? -preguntó-. Cuando los profesionales dicen que esto está respaldado por décadas de estudios y experiencia, están mintiendo”.

“Los adolescentes son alentados a esto, se los llama valientes, héroes, se los incita a la transición. Al comienzo se sienten bien pero luego de un tiempo el malestar vuelve porque su origen es otro”, señaló.

Finalmente, llamó a enfrentar esto: “En el mundo hay luz y oscuridad. Si enciendes una pequeña llama traes luz en esta oscuridad”.

Fuente: telam

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