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13/09/2025

“El milagro de Beatrice”: cuando una iglesia estadounidense explotó y su coro se salvó porque los quince integrantes llegaron tarde

Fuente: telam

El 1 de marzo de 1950 la Iglesia Bautista West End estalló en un estruendo ensordecedor. Además de su magnitud, lo extraordinario fue que las quince personas que formaban el coro y debían estar reunidas allí para su ensayo semanal no se presentaron. Todos y cada uno de ellos, por motivos diversos y azarosos, se demoraron en llegar. Este hecho fue analizado y debatido desde entonces. Los detalles, los involucrados, las razones de su retraso, las causas de la explosión, la reconstrucción de la iglesia y los ecos que dejó este acontecimiento en la prensa de la época

>Era 1950, estado de Nebraska, ciudad de Beatrice, en el corazón del medio oeste estadounidense. Era una próspera urbe de unos 10.000 habitantes, ubicada en el condado de Gage. Fundada en 1857 a orillas del Big Blue River, Beatrice era el centro económico y administrativo del condado, con un vibrante distrito comercial y una economía basada en la agricultura y la manufactura. Su diseño urbano seguía un patrón de cuadrícula, con calles principales como Court Street y un núcleo cívico que incluía el Palacio de Justicia y edificios históricos como el Hotel Paddock, reconstruido en 1924. La ciudad tenía un ambiente comunitario, con escuelas, un hospital y una biblioteca pública. Sus habitantes eran profundamente religiosos. Poseía 23 iglesias cristianas; 22 iglesias protestantes (como la Bautista West End, Presbiteriana y Metodista Episcopal); y una católica, la parroquia de San José. También una sinagoga llamada “Templo Beth El”.

La iglesia está situada en un vecindario residencial, cerca de Court Street, integrándose en el tejido social de Beatrice. Dentro del cristianismo, la iglesia bautista pertenece a una denominación protestante que enfatiza el bautismo por inmersión de creyentes adultos, quienes profesan su fe conscientemente, en lugar del bautismo infantil. Las iglesias bautistas valoran la autonomía congregacional, la autoridad de las Escrituras y la salvación por la fe. En 1950, la Bautista West End seguía estas creencias, sirviendo como un espacio de adoración, comunidad y música coral, reflejo de la espiritualidad y la cohesión social de Beatrice.

Cada miércoles, a las 7:20 p.m., el coro se reunía bajo la estricta dirección de Martha Paul, una líder que exigía puntualidad. Según Marilyn Paul Mitchell, su hija y pianista del coro, “mi madre esperaba que todos fuéramos puntuales. No recuerdo una sola vez en que alguien llegara tarde”. Sin embargo, el 1 de marzo de 1950, un cúmulo de circunstancias improbables mantuvo a los 15 miembros del coro lejos del templo.

Reverendo Walter Klempel, su esposa y su hija Marilyn Ruth: El pastor Klempel había encendido la calefacción de la iglesia a las 16:30 para calentar el lugar antes de la práctica. Tras regresar a casa, su hija Marilyn Ruth descubrió que su vestido estaba manchado. La Sra. Klempel decidió planchar otro, lo que los retrasó hasta después de las 19:30 p.m.

Marilyn Paul Mitchell: Pianista del coro e hija de la directora, Martha Paul, Marilyn planeaba llegar media hora antes, pero se quedó dormida tras una siesta. A pesar de los intentos de su madre por despertarla, no lo lograron a tiempo.

Ladona Vandegrift: Estudiante de secundaria, Ladona estaba tan concentrada resolviendo un problema de geometría que perdió la noción del tiempo y no salió a tiempo para la práctica.

Royena Estes y Sadie Estes: Las hermanas Estes estaban listas para salir, pero su automóvil no arrancó. Dependían de Ladona Vandegrift para que las recogiera, y como ella estaba retrasada, ellas también lo estuvieron.

Lucille Jones: Estudiante de secundaria, Lucille quiso terminar de escuchar un programa de radio que finalizaba a las 19:30 p.m., lo que la llevó a retrasarse.

Dorothy Wood: Amiga y vecina de Lucille, Dorothy decidió esperarla para ir juntas a la iglesia, lo que también la retrasó.

Joyce Black: Viviendo cerca de la iglesia, Joyce se sentía cansada y perezosa esa noche. Decidió esperar hasta el último momento para salir, y cuando lo hizo, se encontró con la explosión.

Harvey Ahl: Padre de familia, Harvey se retrasó porque su esposa no estaba en casa y tuvo que cuidar de sus hijos. Perdió la noción del tiempo mientras los preparaba para llevarlos al ensayo.

Otros cuatro miembros: Aunque los relatos no siempre nombran a los cuatro miembros restantes, se sabe que, al igual que sus compañeros, tuvieron retrasos por motivos personales, como tareas, compromisos familiares o problemas logísticos, según reportes de la época. La probabilidad de que 15 personas, todas puntuales por norma, se retrasaran simultáneamente es astronómicamente nula. Como señaló un artículo de Life en 1950, cada miembro solía llegar siempre antes del ensayo para ponerse al día con las novedades de la Iglesia lo que hace que la coincidencia sea aún más extraordinaria.

El impacto de la explosión fue devastador pero, milagrosamente, no hubo víctimas. La ausencia del coro evitó lo que pudo haber sido una tragedia con múltiples fallecidos. Como relató Rowena Vandegrift, una de las coreutas, años después: “Pienso en todos los niños y nietos de los miembros del coro que no existirían hoy si las cosas hubieran sido diferentes”.

Tras la explosión, toda la ciudad de Beatrice se unió para reconstruir la Iglesia Bautista West End. Los miembros del coro, profundamente conmovidos por su salvación, jugaron un papel activo en los esfuerzos de reconstrucción. Aunque los registros específicos sobre el proceso son limitados, se sabe que la congregación, liderada por el reverendo Klempel, trabajó incansablemente para levantar un nuevo templo. La iglesia fue reconstruida en el mismo sitio, y la comunidad continuó sus actividades, con el coro retomando sus prácticas semanales

El Beatrice Daily Sun, periódico local, también cubrió extensamente el evento. En una edición de 2010, con motivo del 60º aniversario, publicó una retrospectiva que incluía fotos y bocetos de la iglesia antes y después de la explosión. El artículo citaba a Rowena Vandegrift, quien reflexionaba sobre el impacto del evento en la comunidad: “Cada una de nuestras vidas ha tocado a otras personas de alguna manera, lo que no habría ocurrido si hubiéramos muerto en esa explosión”.

Setenta y cinco años después, “El milagro de Beatrice” sigue siendo un tema de conversación en la ciudad y más allá. Para algunos, como el pastor Palmquist, es un recordatorio de la providencia divina. Para otros, es una coincidencia estadísticamente improbable pero fascinante. Lo cierto es que el 1 de marzo de 1950 marcó a Beatrice para siempre. La iglesia reconstruida permanece como un símbolo de resiliencia, y los descendientes de los coreutas —muchos de los cuales no habrían existido de no ser por esos retrasos fortuitos— continúan siendo parte de la comunidad. Rowena Vandegrift, una de las sobrevivientes, resumió el sentimiento de muchos: “No pienso en el horror de esa noche, sino en el milagro que nos permitió seguir viviendo”. En Beatrice, el eco de esa explosión sigue resonando, no como una tragedia, sino como un recordatorio de que, a veces, el destino —o algo más grande— tiene otros planes.

Fuente: telam

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