09/09/2025
Las últimas horas de Walter Olmos, el sucesor de Rodrigo: pizza, alcohol y una ruleta rusa macabra en un hotel porteño

Fuente: telam
En septiembre de 2002, el cantante vivía lo que parecía ser la consagración definitiva: giras en todo el país, un Luna Park colmado y discos de platino. La madrugada del 8 de septiembre lo sorprendió con un destino trágico
>“El Walter era la locomotora catamarqueña, nada lo frenaba. Por eso yo lo llamaba así, y le quedó para siempre”, recordaba Daniel “La Tota” Santillán, uno de los primeros en bautizarlo con ese apodo. Era cierto: el chico que había crecido en Catamarca lustrando zapatos para llevar unas monedas a su casa de once integrantes, había llegado demasiado lejos en muy poco tiempo. Pero aquel ímpetu se transformó en vértigo y la madrugada que marcó su final dejó más interrogantes que respuestas.
A principios de los años noventa, mientras el cuarteto cordobés comenzaba a conquistar Buenos Aires con Rodrigo a la cabeza, en Catamarca un adolescente soñaba con seguir esos pasos. La pobreza atravesaba cada rincón de su vida: hijo de una familia humilde y numerosa, Walter Olmos salía a la calle con la caja de pomadas y los trapos para lustrar zapatos y ganarse unos pesos. “¡Se lustra, se lustra!”, voceaba en la plaza central, con la misma energía que luego llevaría al escenario.La necesidad lo empujó también a equivocarse. En busca de comida, llegó a robar y terminó en un instituto de menores. De esa experiencia siempre hablaba con crudeza: decía que había aprendido a “aguantar” y que, en los peores días, la música era lo único que lo sostenía. Cantaba en la calle, en reuniones familiares, en cada lugar que se lo permitiera. En su casa, con amigos, se transformaba en el centro de atención porque imitaba voces, modulaba con facilidad y tenía un carisma que deslumbraba.En su adolescencia, un día entró a la Catedral basílica de Nuestra Señora del Valle y le pidió a la Virgen una oportunidad para ser cantante. Poco después se unió al grupo Los Bingos, que le dio la posibilidad de subirse a escenarios de la zona. “Era la manera de asegurarme la comida de todos los días”, reconocería sin pudor.El verdadero milagro llegó cuando Rodrigo Bueno lo escuchó por primera vez en un bar de Catamarca. El cordobés, ya convertido en estrella del cuarteto, quedó impresionado. Desde esa noche nació un vínculo de hermandad: “¡Compadre!”, se gritaban mutuamente cada vez que coincidían. De esa complicidad nació “Por lo que yo te quiero”, tema que se volvió un himno en el país y abrió puertas en toda Latinoamérica.La aceleración de su carrera tenía también su contracara. Su madre, Noemí del Valle Nieto, admitía que Walter a veces se sinceraba con ella sobre sus temores: “Me decía que no paraba de trabajar, que estaba cansado y que podía pasarle algo parecido a lo de Rodrigo”. Aquella confesión, contada como un desahogo, se transformó luego en una frase cargada de sentido premonitorio.
En esos años, la movida tropical vivía una expansión inédita. Las bailantas se multiplicaban en el conurbano bonaerense y en el interior del país. Canales de televisión abierta competían por mostrar los recitales masivos, y Crónica TV había encontrado en el género una fuente inagotable de rating. La muerte de Rodrigo expuso también la cara más oscura de ese mundo: rivalidades, consumo de drogas, presiones empresariales y negocios millonarios en la clandestinidad.El sábado 7 de septiembre de 2002, Olmos llegó con sus músicos al residencial San Cristóbal Inn, en Buenos Aires. El ambiente era distendido: pizza de muzzarella, cervezas frías, risas, planes para el show en Berazategui. Antes de comenzar a bromear con sus compañeros, llamó a su novia, Vanesa Passaro. “Mañana te hago el desayuno como a vos te gusta”, le prometió. Ella sonrió: “Siempre te dije que sos un tierno”.
Minutos después, Walter apareció con una pistola Bersa calibre 22 que un amigo le había regalado. “No pasa nada, está trabada, no dispara”, bromeó. Primero, sin cargador, apoyaba el arma en la sien de sus músicos y disparaba en seco: “Perdiste, dame la plata”, repetía entre carcajadas. Luego hacía lo mismo consigo mismo, como si jugara a una ruleta rusa.Cuando colocó el cargador, el clima cambió. Sus músicos intercambiaban miradas de preocupación. “Ahí trabó el arma y siguió como si nada. Hasta que se volvió a apuntar a la sien… y salió el disparo”, declaró Gabriel Passaro, hermano de Vanesa, a los investigadores. El estruendo fue seco y definitivo. Walter apenas alcanzó a soltar un resoplo antes de caer sobre la cama. Eran las 00.10 del 8 de septiembre.La habitación se llenó de gritos, corridas y desesperación. Cuando llegó la policía, los músicos aún no podían asimilar lo sucedido. El juez Bergés ordenó las pericias y los resultados fueron contundentes: el cuerpo no presentaba señales de violencia ni de pelea. Todo apuntaba a un accidente. Sin embargo, el magistrado pidió investigar posibles conexiones con el consumo de drogas y las redes de narcotráfico en el ambiente de la movida.La llegada de Vanesa al hotel derivó en escenas tensas. Fanáticas del cantante la increparon y la acusaron de ser responsable. La custodia policial tuvo que intervenir para retirarla entre empujones. Sufrió una crisis de nervios que la llevó a ser internada en la Clínica Mansilla. Más tarde, ante el juez, declaró que intentaba ayudar a Walter a dejar las drogas, lo que reforzó la línea de investigación sobre su entorno.La gobernación de Catamarca dispuso un avión especial para trasladar a Noemí a Buenos Aires. Cuando pudo ver el cuerpo en la morgue judicial, casi se desplomó: “Me lo quise llevar conmigo, quiero encontrarme con él. Estoy destruida”, expresó devastada.
El velorio de Olmos fue multitudinario y caótico. El cortejo fúnebre avanzó por la General Paz a paso de hombre, rodeado de fanáticos que cantaban sus canciones y agitaban banderas con su rostro. Antes, en Ingeniero Budge, en la bailanta Mundo Bailable de Puente La Noria, se realizó la despedida final. La escena fue conmovedora: miles de personas lloraban, coreaban sus temas y no podían entender cómo aquel joven que prometía tanto había muerto de manera tan absurda.La madre de Walter, abrazada al cajón, le susurraba al oído palabras que los presentes apenas alcanzaban a escuchar. Luego, al salir, confesó: “Él me decía que tenía miedo de no llegar a viejo. Y su duda se terminó haciendo realidad”.
A 23 años de aquella madrugada, la figura de Walter Olmos sigue despertando emociones intensas. Para muchos, fue el heredero natural de Rodrigo, el joven que tenía en su voz y en su carisma la llave de una nueva era para la música tropical. Para otros, quedó como un símbolo de cómo la presión del éxito, las sombras de la industria y la inmadurez pueden truncar destinos demasiado pronto.El eco de sus canciones aún llega a resonar en algunas fiestas y peñas, en bares y en viejos CDs que circulan como reliquias. Cada aniversario de su muerte se convierte en un recordatorio de lo que fue y de lo que pudo haber sido. Un talento joven y desbordante que no alcanzó a escribir toda la historia que parecía destinada a protagonizar.
Fuente: telam
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