06/09/2025
Radiografía de un Homo Argentum: un auto sin frenos ni póliza, un fraude al seguro y el triste encanto de la viveza criolla

Fuente: telam
En el corto “El auto de mis sueños”, el personaje interpretado por Guillermo Francella, intenta ayudar a un amigo con un engaño a su compañía de seguros. ¿Es común cometer fraude? Un repaso sociológico sobre esta conducta rioplantense que no solo se basa en violar las reglas, sino también jactarse de ello
>Un hombre detenido en un semáforo en rojo acababa de salir exultante de una concesionaria con su flamante auto de estreno. Envía un audio a su mujer con su sofisticado sistema computarizado y es repentinamente embestido por detrás por un vehículo destartalado. Se trata de una vieja rural que no está atada con alambres pero sí con cintas adhesivas en los vidrios, que jamás aprobaría una VTV. El contraste de ambos autos es notorio. La víctima del choque se baja y desquita a insultos, humillaciones y menosprecio, y el ambiente se caldea más cuando se entera de que el auto que lo embistió no tiene seguro. La escena se centra en una calle de una sola mano en el centro porteño. Los otros conductores detenidos por el incidente vial hacen sonar las bocinas y manifiestan su impaciencia. Es en ese momento (alerta spoiler), que los personajes -los protagonistas del siniestro- se reconocen. - >La tensión se convierte en camaradería. Dejan de ser dos conductores atribulados por un choque y se transforman en amigos nostálgicos. La responsabilidad del siniestro es ahora un tema menor. Los que se macheteaban juntos en la secundaria resuelven volver a las andanzas: intentar burlar al seguro.
Ahora que la situación está atravesada por la amistad, Herrera se preocupa por la situación precaria de su viejo amigo, que necesita el auto para hacer arreglos de plomería.-¿Y se puede hacer eso?- le pregunta el amigo.
La escena podría ser real, pero se trata de uno de los 16 cortos que componen Homo Argentum, la película de Mariano Cohn y Gastón Duprat, que bate récords de taquilla. Fue vista en las salas de cine por más de un millón de espectadores a los 11 días de su estreno. En esta viñeta titulada “El auto de mis sueños”, el chocado es interpretado por Guillermo Francella, que protagoniza el film con contrastantes caracterizaciones, y el hombre que se queda sin frenos es Guillermo Arengo. En la ficción, Herrera y Antonucci.
De los chicos pescados con machetes a algo más serio como circular por la calle con un auto sin seguro o intentar cometer un fraude en una compañía de seguros, la viveza criolla asoma en la ficción como parte de lo cotidiano.Jorge Luis Borges supo definirla con su agudeza dentro de un artículo publicado en 1971: “El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama ‘viveza criolla’”.
A esa misma actitud se refiere el catedrático uruguayo en Filosofía de Derecho y de Ética Nicolás Etcheverry Estrázulas en un ensayo titulado La maldita viveza criolla: orígenes, caracteres, efectos y medios para enfrentarla. “No resulta suficiente eludir o violar esas pautas o reglas, sino que el complemento es la jactancia. Hay que reírse o burlarse de la norma o consigna eludida o transgredida, así como de la autoridad que la impuso, ufanarse y compartir esa violación con otros, para así intentar demostrar que uno es más sagaz, más inteligente que la mayoría de los mortales. El ‘vivo criollo’ se jacta de su conducta, se siente audaz e intocable; las normas y sus consecuencias no se le aplican a él y a su situación circunstancial; por la fórmula del mínimo esfuerzo, de la comodidad, de realizar siempre las cosas a su manera, la viveza criolla se siente ganadora, más aún, invencible”, precisa.Etcheverry Estrázulas también ofrece una definición: “La viveza criolla es una inclinación o actitud persistente a enfrentar y resolver situaciones grandes o pequeñas de la vida sin respetar las posibles normas, pautas, estilos o formalidades que tradicionalmente las regulan. Es una actitud de constante desafío a la autoridad y sus normas, a violar ostensible o sigilosamente prescripciones y principios en muy variadas situaciones”. Y considera que el tránsito puede ser uno de los ejemplos más recurrentes, pero también, en el comercio o en el uso de bienes y servicios. No hace falta tener mucha imaginación para encontrar miles de ejemplos. Los banquineros, “ñoquis”, todo tipo de oportunistas, ventajeros, acomodados. “Avivados” en todas sus formas.Respecto de los orígenes, no resulta sencillo identificarlos. Hubo un sociólogo argentino pionero en el estudio del fenómeno social y cultural del “vivo criollo”, Julio Mafud, quien publicó en 1965 el libro Psicología de la viveza criolla, que la editorial Distal definió como un “clásico de la sociología del ser argentino”. Malfud se refirió a la viveza criolla como un mecanismo de defensa del argentino ante la oleada de inmigrantes. “Fue un hábito o vicio colectivo provocado por la inmigración”. Explica que el nativo criollo comenzó a aplicarla contra el extranjero, pero “luego se le invirtió contra sí mismo al hacerse norma (… ) Surgió la colectivización de la ‘avivada’”. Dice que “el hijo del inmigrante prefería cualquier cosa antes que pasar por gil o punto”. “Su infancia chacoteada (objeto de burlas y risas), les había enseñado la “profesión” de vivo. Madrugar antes de ser madrugado. Los calificativos de tano, ruso, turco, galaico, gallego, polaco, motejaban aún su alma infantil”, escribió.El sociólogo argentino Mafud identificó también en su obra algo así como el manual de conducta del vivo: “Se cree dueño de la sociedad. Olfatea que la sociedad se hizo para él, y no a la inversa… La quiere para poseerla, no para comprenderla o elevarla. Su deseo es poseer todos los privilegios sociales”. También agrega que el vivo “no tendrá profesión fija. Aunque actúe y se profesionalice en las finanzas o en los negocios. Y sobre todo en la política, que es su oficio específico”. En cuanto a la concepción del mundo -dice- este individuo no cree en la honestidad ni en la justicia, solo cree en sí mismo y que no suele ser engañado porque ante cualquier acción aplicará la filosofía del engañador: el descreimiento. Para combatir el fraude, las compañías de seguro tienen sus artilugios. El vivo no lo será tanto a la hora de demostrar la trampa.La productora contó cuáles son los casos que más se repiten en los intentos de engañar a compañía. “Hacen la denuncia al 0800 por el robo de cubiertas, luego me lo cuentan a mí, yo les pido que realicen la denuncia en la policía y les indico que se va a estar contactando un perito para verificar la veracidad de los hechos... Me ha pasado que no quieren atender al perito, dan vueltas para recibirlo, o también que al ser consultado de cómo fueron los hechos, la puesta en marcha desde que vio que le faltaban las cubiertas, hasta el regreso a su casa y dan respuestas dudosas. Los peritos que ya están entrenados pueden pedir alguna información como la geolocalización de su celular al momento que indico que fue el robo, fotos, algún testigo y si es un fraude se evidencia enseguida. Se firma el desistimiento y se anula la póliza. No hay forma de que continúe asegurado”, relata y añade: “Es tanta la cantidad de denuncias por robos de cubiertas, que las aseguradoras han tenido que contratar estudios que investiguen estos tipos de siniestros”.
Lo que advierte el letrado especialista es que los casos de fraude suelen ser complejos y elaborados, donde se simulan colisiones, se incorporan testigos falsos, se manipula la documentación médica y mecánica. “Esto genera un importante costo no solo económico para las aseguradoras, sino también sistémico, ya que repercute en el valor de las primas que deben abonar todos los asegurados”, asegura el abogado.
Las compañías de seguros cuentan hoy con una batería de herramientas técnicas y legales para verificar la autenticidad de los siniestros denunciados. “En primer lugar, se realizan peritajes mecánicos y técnicos que evalúan la compatibilidad entre los daños sufridos por el vehículo y la versión de los hechos relatada por el asegurado >“Muchas veces escuchamos las historias de gente que sabe de algún caso que pagó el seguro durante un año, dos años y no tuvo siniestro y creen que es un derecho que te cambie el seguro una cubierta’ y hacen la denuncia de robo, esto está en el colectivo popular , y no corresponde que sea así. Tratar de desalentar este tipo de conductas beneficia a todos, al mercado, a los asegurados leales para que luego no paguen justo por pecadores, porque esto hace que aumenten las cuotas del seguro >Para protegerse de fraudes, Castrillón dice que las aseguradoras también recurren a bases de datos compartidas entre compañías y organismos estatales para detectar reincidencias. Un ejemplo es el CESVI (Centro de Experimentación y Seguridad Vial). Más que un crecimiento hay una transformación de las modalidades de fraude, según el abogado. Pasan de lo rudimentario, como la denuncia de accidentes inexistentes o la simulación burda de choques hacia maniobras más sofisticadas: adulteración de documentación digital, utilización de facturas falsas de talleres mecánicos, informes médicos manipulados o reclamos presentados a través de terceros para eludir controles. El ensayo académico sobre la viveza criolla de Nicolás Etcheverry Estrázulas, publicado por Repórter, la revista digital de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Montevideo comienza con una tierna anécdota de una figura rioplatense hasta la médula: la inolvidable actriz uruguaya China Zorrilla (1922-2014), en un viaje que se presume revelador. Reproducimos el texto, como caso esclarecedor de lo intrínseco que resulta el engaño en el inconsciente de la sociedad.“La incomparable y querida por igual en ambos márgenes del Río de la Plata China Zorrilla, en uno de sus inolvidables coloquios, narraba con su gracia y elegancia habituales una anécdota de su visita a Londres en el año 1946. Los estragos de los bombardeos a la ciudad todavía eran muy visibles y, como llagas abiertas, mostraban edificios sin fachadas donde todavía se podía ver desde la calle, un dormitorio con algún cuadro mal colgado o una mesa de comedor semi-destruida con mesas desalineadas a su alrededor. Por supuesto, era época de racionamiento y a ella -como a todos- se le asignó una cuponera semanal de la que se iban arrancando los pedazos para recibir una ración de harina, o una barra de chocolate, una lámina de tocino, algún vegetal o arroz, etc.Al día siguiente, entre cajones revueltos, China encontró la cuponera perdida. Dudó un instante en qué hacer: ¿quedarse con ambas para poder obtener una doble ración de algunos alimentos o artículos de necesidad durante unos días? ¿Devolver la nueva y perder esa magnífica posibilidad de aprovechar ese fortuito encuentro? La duda duró muy poco. Ese mismo día China retornó a la Comisaría y devolvió la segunda cuponera, cosa que tampoco despertó ninguna exclamación de asombro o efusivas felicitaciones por parte de los policías presentes… Fue en esos tiempos que China comenzó a descubrir los eventuales daños que podía causar la famosa viveza criolla”.
Fuente: telam
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