01/09/2025
La vida del Gitano Acuña, el preso que cocinó las empanadas en el motín de Sierra Chica y se convirtió en youtuber carcelario

Fuente: telam
La historia de vida de uno de “Los 12 Apóstoles”. Este grupo de presos lideró la revuelta en Semana Santa de 1996. Vivió en un orfanato y sufrió la violencia de su familia adoptiva. Se inició en el delito a los 13 años y no paró más
>La crónica marca que el próximo año se cumplirán tres décadas del motín más sangriento de la historia carcelaria argentina ocurrido en el temible penal de Sierra Chica durante la Semana Santa de 1996, protagonizado por los llamados “12 Apóstoles” –así denominados por el número de sus integrantes y por la fecha religiosa–, quienes terminaron masacrando a otros presos y cocinando con los restos de algunos de ellos empanadas de carne humana.
Uno de los “Apóstoles”, Ariel Acuña, hoy con 53 años, alias El Gitano, quizás el que con el correr del tiempo se fue convirtiendo en el más popular por su contacto frecuente con los medios periodísticos y hasta por convertirse en “youtuber carcelario”, como él mismo se definió en sus redes, tiene una de las historias más crudas que lo marcó y lo golpeó desde su infancia, como explicó en un mano a mano que mantuvimos en 2019: “Todavía duele, en el cuerpo y en la mente”, detalló.
Había nacido en Punta Alta, a treinta kilómetros de Bahía Blanca y era un niño cuando su madre que ejercía la prostitución, tenía relaciones sexuales con sus eventuales clientes en su precaria vivienda frente a él y sus hermanitos. Esa tortura en su vida no duró demasiado, pero terminó en un orfanato porque fue encontrado en condiciones infrahumanas. Allí nadie lo soportaba por su conducta. Hasta que en una oportunidad un militar perteneciente a la marina que solía visitar con su esposa el hogar lo terminó adoptando. El periodista y escritor Luis Beldi, autor del libro “Los 12 Apóstoles”, contó en sus páginas detalles espeluznantes acerca del trato que le brindaban: “Llegaron a azotarlo con la manguera del lavarropas y una noche de invierno lo hicieron dormir en el lavadero en paños menores. Nunca olvidó el frío que le atravesó el cuerpo y lo dejó cargado de odio hacia el mundo… Cuando Ariel terminó la primaria, donde fue buen alumno, comenzó su vida de delincuente. Se fue de su casa a los 13 años, no sin antes dispararle un tiro entre los pies a su padre adoptivo cuando lo iba a golpear”, relató Beldi. Comenzaba su vida delincuencial.“Fui ladrón de bancos y camiones blindados, estuve en la Superbanda del Gordo Valor y La Garza Sosa. Por el motín de Sierra Chica me dieron quince años de condena por ‘Privación ilegítima de la libertad, resistencia a la autoridad y tenencia de armas de guerra’. Ya me estaba por ir libre de ahí, pero un preso siempre quiere fugarse y arriesgué. Tres veces me había podido escapar de las cárceles de Batán, Dolores y San Nicolás… La cuarta, esta de Sierra Chica, fallé“, precisó desde la ciudad de Mar del Plata, donde se terminó instalando.
En su memoria aparecieron precisiones quizás jamás contadas por él acerca de aquella célebre revuelta que culminó en tragedia: “La cárcel es una selva. A mí me faltaban cinco meses para salir en libertad. Pero igual me sumé a la fuga. No se logró el objetivo y terminó todo en un ajuste de cuentas, porque había rabia contra una runfla de presos que violaban a las novias de los detenidos y hasta a las madres cuando venían a visitarlos. Te dije que me arrepiento, que me pesa, pero tengo que seguir luchándola, con mi pierna rota, con las muletas, porque tengo un hijo (Isaías Ezequiel, de por entonces 12 años, ahora ya cumplió los 18) que vive con la madre y yo le mando plata. Quiero que tenga una buena infancia”.Habían consumido drogas y la bebida tumbera conocida como “pajarito”, que se hace con levadura fermentada, agua hervida y cáscaras de frutas, y enseguida genera un estado de excitación y embriaguez que potenció la violencia.
Popó Brandán Juárez, uno de los líderes de “Los 12 Apóstoles”, inició todo cuando pidió permiso en la guardia para hablar por el teléfono público destinado a los reclusos. Detrás de él entró otro secuaz, con pistola en mano, que sorprendió a los agentes del servicio penitenciario y los redujo. Luego llegó el resto de los revoltosos y los tomaron como rehenes. Intentaron comenzar a trepar el muro para fugarse, pero otros guardiacárceles evitaron con disparos la huida. En medio del caos que se generó, la banda de Popó aprovechó la confusión para ajusticiar al primer enemigo de la otra gavilla, Hugo Barrionuevo Vega, víctima de un balazo y decenas de puñaladas.Uno de los presos célebres detenido en ese momento en Sierra Chica era nada menos que el asesino serial Carlos Eduardo Robledo Puch, que cumplía allí su condena a reclusión perpetua. Cuentan que “El Ángel de la muerte”, para salvar su vida, se refugió en la capilla del penal. Pero él lo negó y sostuvo que se encerró en su celda junto a algunos compañeros y resistieron tomando agua y comiendo lo que habían podido racionar cuando arrancó la revuelta.Los rebeldes le entregaron un petitorio y “Popó” sacó su arma, tomó a la magistrada del brazo y se la llevó, mientras una faca de uno de sus laderos presionaba la cintura de su secretario. A ambos los juntaron con otros rehenes rivales en el pabellón 6, y al otro día la jueza fue destinada a una celda custodiada especialmente. No fue todo, llegaron a trasladarla hasta la parte alta del penal y arengaron que la arrojarían si no terminaba la represión que estaban ejerciendo los penitenciarios en medio de la rebelión.
Los muertos fueron mutilados a hachazos, sus restos volcados en ollas y cocinados en el horno 1 de la panadería como relleno de empanadas que terminaron comiendo algunos guardiacárceles y rehenes –en total diecisiete–, que más tarde se enteraron de aquel involuntario canibalismo de la manera más cruel.
Uno de los cocineros fue nada menos que Ariel “El Gitano” Acuña.“Te estás comiendo un rocho”, les dijeron cínicamente. Pero eso no fue todo. A otro preso, José Pérez, lo masacraron a facazos por negarse a formar parte del grupo de descuartizadores. Así sumaron el número de muertos a ocho.Los detenidos permanecieron en sus celdas y seguían el desarrollo a través de monitores. Se utilizó por primera vez un sistema de transmisión de imágenes y audio, con los acusados encerrados en tres celdas a unos 200 metros, de donde los jueces tomaban las declaraciones.
Los nombres de los condenados y sus sentencias fueron escuchados con profundo silencio en la propia cárcel: Marcelo Popó Brandán Juárez, Jorge Pedraza, Juan Murguia, Miguel Acevedo, Víctor Esquivel y Miguel Ángel Ruiz Dávalos recibieron reclusión perpetua. Ariel Gitano Acuña, Héctor Galarza, Leonardo Salazar, Oscar Olivera, Mario Troncoso, Héctor Cóccaro, Jaime Pérez y Carlos Gorosito Ibáñez, 15 años de prisión. Daniel Ocanto y Lucio Bricka, 12 años. Alejandro Ramírez resultó absuelto y Guillermo López Blanco apenas recibió seis meses de pena.En su mano izquierda llevaba tatuados cuatro puntos alrededor de otro, como el número cinco de un dado, lo que en el ambiente tumbero representa a cuatro ladrones rodeando a un policía. También tenía grabada la palabra “Paz”: “Quiero vivir así, tranquilo. Dejé el delito definitivamente, igual que las drogas. Algunos creen que me sigo ‘papeando’, porque tengo esos tics de mover la cabeza que te quedan por consumir cocaína. Yo les explico que eso es pasado, que no quiero saber más nada con lo marginal. La pasé muy mal, como veinte años en cana. Me conozco todas las cárceles de la provincia de Buenos Aires –creo que hay como 54–. Pasé por todas >Entre tantas por las que pasó como refirió, algunas le dejaron huellas, como el tiro que le dio la policía en 2013 en una pierna, que le dejó una renguera de la que no logró recuperarse: “Hace rato que me porto bien –confesó hace seis años cuando era “trapito”, cuidando autos en las cercanías de la calle Güemes en Mar del Plata–. Sé que si vuelvo a caer no salgo más, lo tengo más que claro. Lo que hice como lo que comentás de Sierra Chica fue una barbaridad, aunque siempre aclaro que no maté. Sé que es difícil entenderlo, pero tengo que seguir viviendo. Ya pagué y quiero demostrar que puedo. Dios me da fuerzas. Le pido a la gente que me crea, no tengo otra forma. Juro que me regeneré. Aunque sé que estoy marcado, pude cambiar”.
Fuente: telam
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