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01/09/2025

La odisea diaria de entrar y salir de la Ciudad de Buenos Aires: más de tres horas de auto, pero a la velocidad de una bicicleta

Fuente: telam

Infobae recorrió los principales accesos en las horas pico de la mañana y de la tarde. Aunque hay tramos que permiten hasta 130 kilómetros por hora, la velocidad promedio fue de apenas 23. El deterioro del transporte público y el crecimiento de zonas suburbanas, detrás de una crisis que se agrava

>Son las ocho menos cuarto de la mañana y un auto se pone en marcha en Tortuguitas, en el partido de Malvinas Argentinas, zona norte del Conurbano bonaerense. El auto prende el motor cerca del shopping de la zona, el Tortugas Open Mall, y tiene el mismo objetivo que tuvo ayer y el mismo que tendrá mañana: llegar al Obelisco, en pleno Microcentro porteño.

Ahora son las seis de la tarde. Todavía le queda un rato de luz de sol a este invierno que ya tiene la primavera en el horizonte. El auto saldrá desde el Obelisco hasta la zona de Canning, esa localidad que comparten los municipios de Ezeiza y Esteban Echeverría, en el suroeste del AMBA.

Nada de eso importa: entre el viaje de la mañana y el de la tarde, el auto pasará 3 horas y 23 minutos en viaje para recorrer un total de 78 kilómetros. Circulará, en promedio, a 23 kilómetros por hora. Tardará en recorrer esos casi 80 kilómetros lo mismo que demoraría un ciclista promedio en completar esa misma distancia. Los carteles con las velocidades máximas serán una ironía del camino. Un adorno estéril en medio del colapso y un recordatorio de lo que se repite día a día.

Infobae hizo lo mismo que hacen miles de automovilistas a diario: acceder al centro porteño desde la zona norte del Conurbano en el horario pico de cada mañana; más tarde, en el horario pico de cada tarde, salió desde el Obelisco hacia el sudoeste del Gran Buenos Aires. El resultado fue el previsible: las vías que permiten entrar y salir del territorio de la Ciudad estaban colapsadas.

Para viajes que por su distancia deberían resolverse en menos de una hora -incluso, en no más de cuarenta minutos-, el embotellamiento casi perpetuo desencadenó una demora de casi tres horas y media entre ida y vuelta. Cuarenta minutos más de viaje permitirían llegar, sin excesos de velocidad, a Pinamar. Ver el mar de cerca, comer rabas, respirar en el bosque. La diferencia es que el auto de Infobae recorrió, entre el trayecto de la mañana y el de la tarde, 78 kilómetros. Y llegar a Pinamar implica manejar 357 kilómetros.

Algo, entonces, huele a completo colapso en las vías que permiten entrar y salir cada día de la Ciudad de Buenos Aires. A un colapso que no es nuevo pero que parece empeorar al ritmo del deterioro del transporte público y del crecimiento más rápido de algunas zonas del Conurbano respecto del de la Ciudad.

En su recorrida desde Tortuguitas hasta el Obelisco, Infobae tardó una hora y 47 minutos para cubrir una distancia 41 kilómetros. Llegar desde el punto de partida hasta el empalme que conecta el Acceso Norte con la avenida General Paz llevó una hora y tres minutos: en ese tiempo, el recorrido fue de 26 kilómetros. Alcanzar el objetivo final tomó otros tres cuartos de hora.

El tránsito dio un respiro recién después del peaje en Tapiales, La Matanza, muy cerca del Mercado Central, sobre la autopista Ricchieri. Lo que el GPS prometía como un recorrido de una hora y 28 minutos, terminó llevando un poco más: una hora y 36 minutos.

Casi nadie toca bocina en los embotellamientos de la autopista Panamericana, o en los de la 25 de Mayo, o en los de la Ricchieri. Tampoco sobre la avenida General Paz, en Lugones o en la autopista Illia. Casi nadie toca bocina porque casi todos saben que no hay nada de ese embotellamiento que no sea lo habitual. Sobre todo si es hora pico -aunque la hora pico esté extendiéndose cada vez más.

Como saben que el viaje va a ser largo, los conductores hacen otras cosas aparte de conducir: comen bizcochitos o un alfajor, toman mate con quien esté en el asiento del acompañante, responden mensajes o llamadas, resoplan, se aburren, avanzan un poquito cada vez.

Cientos de autos son capaces de improvisar una coreografía que, de milagro o por la experiencia que dan los años, sale bien: pueden correrse unos pocos centímetros cada uno para que pase lo más rápido posible la camioneta de Seguridad Vial que organiza el tránsito si se produce un siniestro en la autopista. No hace falta que pase nada grave -de hecho, no hace falta que haya algún choque o desperfecto de un auto- para que haya embotellamiento. Pero cualquiera de esas circunstancias empeora exponencialmente el viaje.

“¡Otra no me queda!”, se resigna una conductora que avanza al ritmo que la autopista 25 de Mayo le permite. Viaja desde el Microcentro hasta La Tablada, en La Matanza. También le dedica tres horas de su vida diaria al viaje en auto, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Otra conductora, vecina de embotellamiento, le responde a Infobae con una sonrisa: “Tardo un poco más de una hora a Ezeiza, ¡pero por suerte vengo poco!”. Esa marea que ocupa todos los carrilles de la autopista le es conocida, pero no una obligación de lunes a viernes.

Casi nadie toca la bocina y casi todos viajan con la ventanilla levantada. Es imposible saber si dentro de los autos y las camionetas suena la radio, un tango, música clásica o una meditación guiada que ayude a transitar con la mayor calma posible ese estancamiento que mañana será más o menos igual.

Que las vías para entrar y salir de la Ciudad de Buenos Aires estén cada vez más colapsadas tiene que ver con que, aunque parezca obvio, hay cada vez más autos que las recorren cotidianamente. ¿Pero por qué se da eso? En principio, se combinan dos factores centrales: el deterioro de la infraestructura y el funcionamiento del transporte público y la descentralización de la población a lo largo del AMBA.

Según el informe “Seguimiento de Movilidad” elaborado por el Ministerio de Transporte de la Ciudad en julio de 2025, el total mensual de pases por peajes de autopistas porteñas fue de 12.767.828. Es un incremento del 15,7% si se lo compara con la misma variable en 2019. Al mismo tiempo, la cantidad de usos de la tarjeta SUBE contemplando colectivos, trenes y subtes, cayó en ese mismo período un 19,7%. El uso del transporte público decae y, detrás de esa caída, se potencia el uso de autos particulares.

Según el registro de Tránsito Medio Diario Anual (TMDA), la cantidad de vehículos que circulan por la autopista Panamericana creció un 24% entre 2019 y 2023. Se estima que, si se suman los principales accesos al territorio porteño, circulan por allí alrededor de 1,3 millones de autos cada día. Es como si uno de cada 35 argentinos circulara con su auto particular en apenas un rinconcito del extenso territorio de este país, el octavo más grande del mundo.

Federico Poore es periodista especializado en temas urbanos y autor del newsletter “Una calle me separa”, dedicado a esos temas y publicado por Cenital. “En los últimos años, el transporte público del AMBA combinó algunos pequeños avances con muchos retrocesos. En el caso de los trenes, por ejemplo las zonas servidas por el Belgrano Norte, son servicios que han empeorado mucho en el último tiempo. El viajero no puede prever la organización de su día porque puede haber demoras, cancelaciones, paros, y entonces se vuelca al uso del auto particular. Hay ramales que tenían servicios cada 9 minutos y ahora tardan entre 20 y 30”, describe.

La multiplicación del uso del auto particular, por sí misma, embotella cada vez más las vías de acceso: en el espacio en el que entra un colectivo en el que podrían viajar unas 60 personas circulan unos tres autos en los que, en general, no viajan más de 6 personas en total. “Se trata de una ecuación completamente ineficaz a la hora de pensar el planeamiento urbano”, describe Sebastián Adanosky, profesor del Instituto de Transporte de la UNSaM y consultor especializado.

Es que las necesidades de movimiento de la población cambiaron porque esa población cambió sus lugares de residencia. Entre el censo de 2010 y el de 2022, la cantidad de habitantes de la Ciudad creció alrededor del 8%. En ese mismo período, Pilar creció 20%, Tigre, casi 19%, Ezeiza, 23% y Esteban Echeverría, 12,5%. En todos los casos, la densidad aumentó más rápidamente en esas zonas del Gran Buenos Aires que en la Ciudad.

En el mismo sentido, Migliore suma: “En algunas familias, las más privilegiadas, hay dos autos particulares. Todo suma al colapso de los accesos. Sin duda estamos hablando de las personas de clase media y clase media alta. Las personas que menos recursos tienen, no tienen margen para optar por el transporte particular y dependen del público, y en esa esfera es donde hay mayor impacto en la calidad de vida”.

Infobae se contactó con la Secretaría de Transporte de la Nación para consultar si hay obras o medidas previstas para mejorar los accesos a la Ciudad, pero no obtuvo respuestas. “Todas las grandes ciudades, incluso de la región, como Santiago de Chile o Bogotá, tienen un ente dedicado al transporte en el que participan todas las jurisdicciones necesarias. Buenos Aires no lo tiene y sería clave que lo tenga: eso permitiría por ejemplo pensar pases por tiempo y no por tramos, y darle mayor previsibilidad al pasajero, con datos de movilidad de todas las jurisdicciones, para que pueda planificar su viaje”, sostiene Poore.

Los especialistas destacan que una primera medida eficaz podría ser la implementación de carriles exclusivos para colectivos en las autopistas que entran y salen de Buenos Aires. “Si se hace eso, los colectivos, que transportan a muchas más personas por metro cuadrado y por ende son más eficaces, no competirían con el colapso de los carriles de autos”, explica Adanosky. “Además, hay que impulsar un tejido de transporte que no apunte sólo al centro y que genere conexiones interurbanas más eficientes, sobre todo en colectivo, que es como se transporta la gran mayoría de las personas”, suma.

Por algunos tramos de las autopistas, los carteles avisan que, en condiciones óptimas, se puede circular a 130 kilómetros por hora. Pero hay otros carteles que se imponen. Los que dicen “Hay demoras” y combinan a la perfección con el informe de la radio que sugiere paciencia. La misma que ayer y la misma que mañana.

Fuente: telam

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