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28/08/2025

La infraestructura oculta de la IA: anatomía del boom mundial de los centros de datos

Fuente: telam

Meta planea construir un complejo del tamaño de Manhattan para alojar un millón de procesadores. Brasil invierte 2.800 millones de dólares en nuevas instalaciones. El fenómeno que está redibujando el mapa energético global

>Mark Zuckerberg lanzó recientemente un anuncio de proporciones casi épicas: Meta construirá un clúster de centros de datos tan grande que cubrirá un área En la misma semana, Brasil aprobó tres proyectos en São Paulo valorados en Los centros de datos dejaron de ser discretas instalaciones técnicas escondidas en las afueras. Se han convertido en un asunto de Estado, en motor de inversión y en objeto de disputa política. Ya no se habla solo de cuánto cuestan o qué tan rápido procesan la información, sino de cuánta energía y agua requieren, qué tensiones provocan en las redes eléctricas y hasta qué comunidades pueden o no aceptar tenerlos en su territorio. La “nube” es hoy un actor físico y político que ocupa suelo, demanda recursos y modifica paisajes.

Un centro de datos es, en apariencia, un edificio industrial. En su interior alberga miles de servidores que procesan, almacenan y distribuyen información digital. Cada mensaje en WhatsApp, cada película en streaming, cada transacción bancaria o videollamada pasa por uno de ellos. La metáfora de la “nube” es útil para imaginar conectividad, pero engañosa: la nube se sostiene sobre concreto, acero y kilómetros de cableado.

Existen distintos tipos de centros. Los de hiperescala, operados por Amazon Web Services, Microsoft, Google o Meta, pueden consumir cientos de megavatios cada uno. Otros son corporativos, diseñados para empresas o instituciones medianas. También crecen los llamados centros “edge”, ubicados cerca de las ciudades para reducir la latencia —el tiempo que tarda una señal en ir y volver—, algo esencial para el internet de las cosas, los videojuegos en línea o los autos autónomos.

La función esencial de todos ellos es la misma: asegurar que los datos estén disponibles, seguros y accesibles a alta velocidad. Si internet es el sistema circulatorio de la sociedad digital, los centros de datos son su corazón.

Durante años, el crecimiento de los centros de datos respondió a la expansión de servicios en la nube y al auge del video en línea. La inteligencia artificial cambió ese ritmo y lo volvió exponencial. Entrenar un modelo de lenguaje como los que hoy impulsan los chatbots requiere billones de cálculos en procesadores especializados y un consumo eléctrico que supera por mucho al de las búsquedas tradicionales en la web. Una sola consulta a un sistema de IA puede usar diez veces más electricidad que una búsqueda en Google.

El impacto no se limita a la energía. La refrigeración es otro factor crítico. Un centro mediano puede utilizar más de un millón de litros de agua por día. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos estima que, de continuar la expansión de la IA, los centros de datos requerirán entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua al año hacia 2027, una cantidad superior al consumo anual de países como Dinamarca. En climas cada vez más secos, este detalle es fuente de tensiones con comunidades y autoridades.

Hoy existen unos 11.800 centros de datos en el mundo. Casi la mitad se encuentran en Estados Unidos, con polos enormes en Virginia del Norte —conocida como Data Center Alley—, Silicon Valley, Dallas y Chicago. Esa concentración responde a la combinación de buena conectividad de fibra óptica, cercanía a grandes mercados y disponibilidad de energía relativamente barata.

América Latina avanza con paso más lento, pero Brasil ya se consolidó como líder. São Paulo concentra casi 500 megavatios de capacidad instalada y atrae inversiones de gigantes como Equinix, Scala o Digital Realty. México emerge como segundo polo gracias al nearshoring —estrategia que traslada operaciones a países cercanos para reducir costos y dependencia de proveedores lejanos— y a la instalación de centros en Querétaro, donde se concentra más de la mitad de las operaciones del país. Chile se suma con Santiago, un En comparación con Norteamérica o Europa, la región todavía es pequeña. Pero el ritmo de crecimiento es notable y refleja una tendencia: los centros de datos se están extendiendo a todos los continentes, con cada vez más países dispuestos a ofrecer incentivos para atraer estas inversiones.

El crecimiento acelerado despertó críticas. Irlanda es el ejemplo más claro: sus 82 centros de datos consumieron en 2023 más del 20% de la electricidad nacional, lo que obligó a imponer una moratoria para nuevas conexiones en Dublín. Singapur aplicó una pausa similar cuando sus centros alcanzaron el 7% de la demanda del país. Ámsterdam también frenó temporalmente la construcción de nuevos complejos. En todos los casos, la preocupación es que la infraestructura local no pueda seguir el ritmo de las demandas digitales.

El agua es otro frente de batalla. En Las respuestas no se hicieron esperar. Las empresas tecnológicas están firmando contratos de largo plazo para abastecerse con energía eólica y solar, y se convirtieron en algunos de los mayores compradores de renovables del mundo. También experimentan con sistemas de enfriamiento que reducen el uso de agua y con la reutilización del calor residual para calefacción urbana, como ya ocurre en Estocolmo.

Fuente: telam

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