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24/08/2025

El lado desconocido de Borges: amores, desengaños y pasiones secretas

Fuente: telam

“Borges enamorado”, de Patricio Zunini, desafía la imagen tradicional del autor, explorando sus vínculos sentimentales, sus relaciones misteriosas y los conflictos personales que dieron forma a su leyenda literaria

>“Borges nunca fue bebé”, dice una vieja canción de Divididos. Es que, en cierto punto, la vida del escritor nace como un mito. A los nueve años se publica su primera traducción, de “El príncipe feliz”, en el diario El País.

Sigmund Freud habló del bebé como una “majestad”, que bien podría ser el príncipe de Oscar Wilde, que progresivamente tiene que desprenderse de su narcisismo. En la anécdota inaugural del niño Borges está la diplopía que marca una vida: feliz es el otro, a él le queda la condición mortífera de Gran Autor Nacional.

Borges enamorado es un gran título. Estábamos acostumbrados a Borges lector, como a Borges profesor y así. Pero “enamorado” suena a provocación. Si tal vez la referencia hubiera estado en la línea de un Prometeo encadenado u Orlando furioso… o bien hubiera ido por el lado –no menos escandaloso– de Borges “amante”, pero ¿Borges como encadenado y furioso, sujetado de una pasión?

Un escritor merece ser nombrado como tal cuando consigue que sus libros respondan a sus obsesiones y lleven la huella de su persona. Borges mismo tituló Antología personal una de sus compilaciones. Un escritor tiene libros personales, no sobre temas. Temas tienen las monografías del secundario.

Luisa Valenzuela contó una vez que Borges y su madre (la escritora Luisa Mercedes Levinson) la llamaron para preguntarle si acaso los apellidos Zunino y Zungri le parecían lo suficientemente ridículos. Estos apellidos no fueron usados en esa oportunidad, pero Borges los guardó para El Aleph.

¿Quiénes eran Zunino y Zungri? Los dueños de una empresa que destapaba cloacas en Constitución. ¿Por qué Patricio Zunini no evita contar esta anécdota que reenvía directamente a su apellido? Podría haberlo hecho perfectamente, porque la secuencia de su ensayo no lo requiere. Entonces, decidió hacerlo para señalar un énfasis.

Zunini se propone como un autor menor que se anima al Gran Autor Nacional. ¿Qué es lo que quiere “destapar”? Si fuera una cloaca, su libro sería impúdico. Y esta es una época en la que los chismes se cuentan como monedas de oro. Zunini hace algo más interesante, busca leerse a sí mismo a través de Borges. Dicho de otra manera, ¿en qué medida los amores de Borges nos dicen algo del modo en que nosotros, los mortales, vivimos el amor?

De la misma forma en que después de ver-leer Alta Fidelidad es inevitable concluir “Todos somos Rob”, el libro de Zunini lleva a confesar que también “Todos somos Borges”. Borges enamorado es una meditación serena sobre la educación sentimental de un hombre al que el amor no lo perdonó ni le pidió disculpas.

El primer capítulo comienza con el contexto de publicación de Fervor de Buenos Aires: “Era su primer libro, pero era sobre todo una gesta familiar: la constatación de que habían parido un escritor”. Después de una introducción de este tenor, ¿a alguien puede llamarle la atención que la primera novia de Borges se llamara Concepción Guerrero?

En este primer noviazgo, Borges no hace nada para quedarse con la amada. Sigue a la familia en un viaje y la relación se enfría, a pesar de las cartas de amor que se envían. ¿Quién no se reconoce en esos amores de verano, o una tarde, que tienen menos la experiencia de un afecto que la tibia certidumbre de ser correspondido?

Borges no fue bebé, pero sí fue joven.

El enigma está en adivinar quién fue la mujer a la que Borges fue a visitar una tarde de diciembre de 1938. Lo cierto es que nunca llegó; mejor dicho, al subir las escaleras se golpeó con el marco de una ventana y, en el departamento, fue recibido bañado en sangre. Tuvo que ser hospitalizado y de este episodio nace –nuevamente un nacimiento– el escritor de cuentos inmortales.

“1938 es un parteaguas en su vida y en su obra. Los libros anteriores a ese año, o no los volvió a publicar o lo hizo con grandes cambios”. ¿Quién fue la mujer que esperó al hombre y encontró al dañado? ¿Qué hombre, cuando ya no es joven, no conoce la verdad: que ante una mujer es menos que su reputación?

Algunos hablan de Emmita Risso Platero, una diplomática uruguaya a la que le decían Beba “y [a la que] él decía que le gustaría escuchar que un día le dijeran ‘Beba Borges’”. Para este momento, es claro que el amor precisa de una realización matrimonial. A ella le dedicó el relato “La escritura del dios”.

Uruguaya o chilena, la mujer de la ventana se compone de diferentes piezas y configura la imagen de un rechazo exterior: Borges ya no es un novio, sino un hombre atado a mujeres trágicas. Bombal escribió la novela La amortajada (que también podría escucharse “El amor tajada”).

Ahora sí, prepárense, porque llegó el turno de Estela Canto. Ella no es ni la novia ni la mujer trágica, sino la encarnación del sexo. Borges es impotente. Va al psicoanalista y este lo mejor que puede hacer es pedirle a Estela que acepte casarse con Borges como contribución a la literatura.

“Era diciembre de 1965 […]. Caminaron algunas cuadras, entraron a un bar –Borges llamó a la casa–, ella pidió un whisky y él un vaso de leche. Minutos después llegó Leonor. En batón y con el pelo blanco desmelenado. ‘Georgi’, le dijo, ‘te están esperando’. Y salió. Él llamó al mozo y pagó la cuenta. Apenas alcanzó a despedirse […]. Unos meses después, en una comida, un amigo le dijo a Estela: ‘¿Sabés que se casa Borges?’.”

Después del enigma de la trágica mujer de la ventana, viene el conflicto entre el sexo y el matrimonio. Después de la novia imaginaria, la educación sentimental trajo a la mujer que nunca era la adecuada, cuyo rechazo forjó la profesión; luego, con Estela, vino el destino de tener una esposa. Que esta haya sido elegida por su madre, es lo de menos. Que la esposa hubiera podido ser María Esther Vázquez, de quien Borges se enamoró en aquellos años, tampoco cambia el resultado.

–Mire, Borges –le dijo–, discúlpeme, pero me siento obligada a decírselo. No llame más. Elsa se casó.

–Ah… Caramba– dijo, y cortó.”

Él mismo reconoce haberse casado por error: “Entonces pensé que encontrarme con ella era encontrarme con la época […]. Los dos confundimos el encuentro con el hecho de recobrar el pasado. Ese fue el error”.

Quizá para no desairar a su madre, Borges se obligó a vivir junto a una mujer que fue una condena; pero no se puede culpar a Leonor de esta desgracia. Si no fuera una hipótesis demasiado “psi”, quisiera pensar que es el retorno trágico de lo que no pudo asumir en vida. De repente, Borges era un marido, incluso hasta un padrastro, pero ya no un hombre.

Aquí podría argüirse que las coordenadas de la separación fueron cobardes, que Borges huyó sin dar la cara, que mandó gente en representación a avisarle a la pobre Elsa que él ya no volvería. Incluso que volvió con la madre. Pero nada de esto importa. Porque el exorcismo ya estaba cumplido.

Comparto la fascinación por esa imagen, que podría ponerse junto a la escultura del rapto de Perséfone. Borges ahora es un hombre, cuando ya está vencido –por la vejez y la ceguera. Quizá nunca haya disfrutado de la vida sexual con una mujer, pero no cabe dudar de que hizo la experiencia de transformación de su masculinidad a lo largo de su vida. A María Kodama se la odia, como se odia a la mujer de un hombre cuando este decide poseerla de la manera que todos consideran insensata: dándole todo.

La historia de los amores de Borges es la historia de su virilidad, desarrollada más allá de los ritos ordinarios de la iniciación, la consumación y la constitución de una familia. Borges es también el héroe de un drama que comienza con amores blancos, continúa con la elección de mujeres que simbolizan su tragedia –realizarse como escritor antes que como un hombre– para quedar, finalmente, expuesto en una castración humillante.

Pero esto no fue todo. En el piso, el héroe se levanta y realiza un acto catastrófico (su primer matrimonio), un sacrificio que lo redime y prepara para, con todo lo que no pudo, al igual que Hamlet, actuar cuando está herido de muerte. Kodama es la contracara que redime el que fuera su baño bautismal con sangre en la escena de la ventana.

Y esa mujer tiene todo el derecho del mundo a hablar por ese hombre, porque Kodama no fue solamente la compañera de Borges. Kodama también es Borges.

Fuente: telam

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