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24/08/2025

10 escritores argentinos eligen a su Borges favorito: el humorista, el mundano, el rupturista y mucho más

Fuente: telam

Se cumplen 126 años del nacimiento del autor argentino más relevante de la historia, autor de libros como “El Aleph” y “Ficciones” y cuyo resplandor sigue mostrándose eterno, infinito e inabarcable

>En El jardín de los senderos que se bifurcan, Borges se pregunta “de qué manera un libro puede ser infinito”. La obsesión se va a repetir en varios textos: desde clásicos como El Aleph y La biblioteca de Babel hasta poemas quizás menores como Elogio de la sombra y Ajedrez. El mundo es inabarcable y tal vez la literatura sea la manera de capturarlo. ¿Pero cómo atrapar, entonces, a la literatura, cómo leer cada uno de esos libros, cómo embolsar el lenguaje? Su propuesta es habitando ese vacío, esa nada, que a la vez es el todo, y construyendo una obra imparable que sueñe con la eternidad.

Si Borges es el escritor infinito, entonces hay un Borges para todos. Como un gran multiverso, como aquella “pequeña esfera tornasolada de casi intolerable fulgor”, como “un incesante espejo que se mira en otro espejo”, como “los libros y la noche”: una multiplicación. ¿Cuántos Borges existen? Infobae Cultura le pidió a diez autores argentinos —Juan Terranova, Sylvia Saítta, Maximiliano Crespi, Bárbara Pistoia, Nicolás Mavrakis, Guillermo Martínez, Natalia Zito, Ignacio Molina, Patricio Zunini y Sonia Budassi— que hablen de su Borges favorito. Estas fueron sus respuestas.

(Nicolás Mavrakis, escritor, ensayista, crítico literario)

El Borges más potente es el Borges ensayista, es decir, el que piensa y discute ideas, a veces, a través de su propia ficción. El Aleph, por ejemplo, es un gran cuento, ¿pero no son los personajes de Borges y Carlos Argentino Daneri, además, dos modos opuestos, divertidos y muy claros para discutir el sentido de la representación literaria, la función de la lectura e incluso el intercambio de favores que rodea a los premios culturales? Por otro lado, si consideramos los prólogos, los artículos y las reseñas como eslabones del género, Borges publicó más libros de ensayo que de cualquier otra cosa. Y esa intensidad del ensayo, el modo en el que Borges piensa y elabora también sus lecturas, y la manera en que transforma esas lecturas en ideas vivas para disputar qué es la literatura nacional o cuál es la tradición argentina, por ejemplo, también son una puerta de entrada a una genealogía de ensayistas que él mismo reivindica y que siguen siendo iluminadores: Chesterton, Johnson, De Quincey, etc. Mi recomendación para quienes todavía imaginen a Borges como un escritor intimidante porque “escribe difícil” o juega demasiado con las “paradojas filosóficas” del tiempo y el espacio es que, antes de recorrer sus cuentos, vayan a sus ensayos. En Inquisiciones o Discusión van a encontrar a un Borges más simple, incluso didáctico, siempre irónico y entretenido, dispuesto a contarles a los lectores cuáles son los auténticos temas borgeanos de interés.

(Guillermo Martínez, escritor; autor de Borges y la matemática)

Mi Borges favorito sería el del humor filosófico que campea en varios de sus relatos. Me detengo en particular en Pierre Menard, autor del Quijote, que en una primera lectura puede sonar casi como un chiste alambicado, pero que en realidad es la puesta en escena de un problema filosófico que ya planteaba Wittgenstein sobre la cuestión de la interpretación, y muestra que los mismos signos sintácticos, pensado en una época diferente, puede significar no solo algo distinto, sino lo contrario. Así que lo que en realidad se lee y asombra, al principio como un juego de ingenio, tiene una profundidad filosófica muy paradójica por detrás. Y esto aparece también en varios otros de sus relatos. Me gusta mucho esa manera en que un pensamiento riguroso se puede filtrar a través del humor y la literatura.

(Sylvia Saítta, investigadora, docente en la Facultad de Filosofía y Letras y autora de varios libros de crítica literaria)

(Maximiliano Crespi, docente universitario, ensayista, crítico literario)

El Borges más valioso es sin duda el de Discusión (1932) y el de Otras inquisiciones (1952). Es decir, el que arranca el pensamiento de la literatura de los lugares comunes del nacionalismo, el chantaje oportunista y la lamentación demagoga; pero también el que abre un mundo nuevo, poniendo en escena un conjunto de operaciones de lectura cuya radicalidad resquebraja lo que por entonces se presumía como el espacio institucional la literatura. Qué es un canon, qué es un clásico, qué es un autor, qué es la “influencia”, qué es la referencia, qué la cita, qué un “original”, en fin, cuáles son los supuestos y los límites de esa suerte de ilusión institucional configurada bajo un régimen de propiedad y atribución al cual la propia literatura no deja de hacer trampas. Todo eso está en juego en Borges, en ese Borges que —como decía Piglia— está todavía por delante, como una palabra que llega del futuro.

(Bárbara Pistoia, editora y ensayista)

El Borges ensayista es el que más me interesa. Me conmueve, enoja, arenga, exige, me da todos los climas y quedas con infinitas posibilidades hacia la próxima lectura. De por sí, el ensayo es lo que más expone al autor como lector, pero no solo lector de libros. El ensayo borgeano sería muy diferente sin esas caminatas por el sur porteño o sin su capacidad de escucha. Bueno, también leer es otra forma de escucha, es obvio que el gran lector sea un gran escuchador. Una de mis comprensiones preferidas sobre lo argentino es de él, que escribe que las dos poesías que manifiestan la realidad argentina son el arrabal y “la pampa y las afueras”. Mis otros dos Borges es a través de otros. El Borges fotografiado, que es un Borges de tacto y, a partir de lo que cuentan los fotógrafos, mitológico. Y el Borges obvio, el de Bioy, que en realidad es de mis favoritos porque es como una creación mutante entre ambos, no es Borges ni es Bioy, sino que es el resultado de ambos, en su amistad y en la distancia. Todos se mueren por ser Borges, pero en ese “Borges de Bioy” te dan más ganas de ser Bioy y compartir con Borges, para luego crear esa obra —epocal, cultural, graciosa y obvio que de amor— extraordinaria.

(Juan Terranova, narrador, ensayista, crítico literario, cineasta)

Ahora el Borges que más disfruto, al que siempre vuelvo, es el de Bioy, el de Come en casa Borges. de los diarios. Es un Borges mundano, intolerante, crítico, acertivo, propenso a decir barbaridades de forma enfática. A veces enamorado, siempre erudito, muy tilingo, racista, antiperonista, anticomunista, hábil y profuso citador, lo cual demuestra que no solo era así cuando escribía. Ese Borges ciego, muy edípico, antimoderno, me encanta. Es un Borges pasado por Bioy, pero es el que más releo.

(Natalia Zito, escritora y psicoanalista)

(Sonia Budassi, escritora y periodista)

Desde la óptica de Borges, nada es remanido para el lector argento, la pericia pedagógica rehúye del lugar común, incluso en temas naturalizados por la enseñanza escolar. Además de lo dicho, este es, al mismo tiempo, un libro de historia pura y dura, y también conceptual. Cuestiona, por ejemplo, la noción de patria de una manera rebelde, desandando mitologías incrustadas en nuestra cultura hasta nuestros días. Por ejemplo, por fuera de toda romantización, cuenta que cuando una expedición inglesa desembarcó cerca de Quilmes en el Siglo XVIII a los gauchos del paraje “no se les ocurrió resistir: miraron a los ingleses, les indicaron el camino a Buenos Aires, porque no tenían ninguna idea de patria. Tendrían la idea de vivir en tal lugar, pero una idea tan abstracta como la de patria no puede pertenecer a gente sencilla como los gauchos”.

(Patricio Zunini, periodista, escritor; autor de Borges en la biblioteca)

Por otro lado, me gusta mucho ese cuento porque tiene un vínculo autobiográfico: él narra —le presta a Juan Dahlmann— el accidente del año 38 cuando se golpeó la cabeza y estuvo internado varios días en un hospital, perdió el habla, tuvo fiebre, estuvo su madre siempre al lado. Él había dicho que después de ese accidente había empezado a escribir cuentos. Sabemos que no es verdad, pero él había definido que su primer cuento había sido Pierre Menard. Es tan simbólico ese accidente que podemos tomarlo, de alguna manera, como la creación del autor que fue.

(Ignacio Molina, escritor; autor de Nueve versiones de Borges)

Fuente: telam

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