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22/08/2025

El aberrante caso de la “niña madre” que fue presentado como un “milagro de la vida”: su abusador se casó con ella para no ir preso

Fuente: telam

Mirta dio a luz el 14 de agosto de 1971 en el Hospital Municipal de Pilar, provincia de Buenos Aires. Mientras los medios y la sociedad hablaban de un hecho “extraordinario” en esa época, detrás se ocultaba lo peor: un abuso sexual infantil del cual todos guardaron silencio

>El 14 de agosto de 1971, en el Hospital Municipal de Pilar, se produjo un hecho que conmovió a la Argentina. Una nena de apenas 10 años dio a luz a un bebé de más de tres kilos, en un parto por cesárea.

A 54 años del hecho, un hilo de X publicado por la usuaria @Nowhere_walrus revivió la estremecedora historia de “la niña madre de Pilar” con viejos recortes de noticias y puso foco en cómo la sociedad, el periodismo y la justicia abordaban —y encubrían— la violencia sexual en aquel tiempo.

Mirta había nacido en Misiones y, poco antes de cumplir diez años, se había mudado junto a su madre y hermanos a una vivienda precaria del barrio Santa Teresa, en las afueras del partido bonaerense de Pilar. Según los cálculos médicos, el abuso que derivó en el embarazo había ocurrido en su provincia natal.

Su madre la describía como “una chica normal, muy obediente”, que siempre la ayudaba en su casa “barriendo y haciendo los mandados”. También decía que “tenía un buen promedio en la escuela y que era una excelente niña”. De hecho, también evitaba hablar del delito del que había sido víctima su hija.

Cuando la pequeña fue llevada al hospital, los médicos inicialmente pensaron que padecía fibromas múltiples en el abdomen. Recién después de realizar estudios confirmaron lo que parecía imposible: la niña estaba embarazada.

El bebé nació a las 10.30, pesó 3 kilos 100 gramos y fue llamado Ramón Marcelo, aunque algunos medios lo apodaron “Robertito” en homenaje al médico que lo trajo al mundo.

“Allí estaba él. Un muñeco de carne y hueso para una niña-madre, una morenita misionera que, sin desearlo y aún sin comprenderlo, vivió el acto más sublime de la mujer: la maternidad”, escribió el diario Crónica para celebrar el acontecimiento en lugar de denunciar el abuso.

Pocos días después del nacimiento, el bebé fue bautizado en la parroquia de Pilar. Sus padrinos fueron el propio doctor Pezzoni y la enfermera María Esther Licalsi, quienes habían asistido a la niña en la cesárea. La madre no estuvo presente en la ceremonia.

Tras el parto, la niña quedó bajo seguimiento médico y social. Y el diario Crónica describía su vida en el hospital con un tono casi idílico: “Mujercita-niña, Mirta pasa los días como si fueran horas de juego. Se apaga cuando la falta de sueño la vence. Se enciende cuando a su lado está su bebé. Con sus 10 años no puede tener conciencia de lo que significa su situación”.

Esa supuesta “inconsciencia infantil” era presentada como ternura, cuando en realidad mostraba la brutalidad de un sistema que naturalizaba que una niña jugara a ser madre mientras aún necesitaba que la cuidaran a ella.

“Los niños toman las palabras del mundo adulto, lo que no está no existe en el plano simbólico, que es el otorga sentido. Por eso molesta el feminismo a lo largo de la historia. Porque es el que viene nombrar los sufrimientos, a las diversidades sexuales, a las injusticias de género y a la maternidad como deseo y no como mandato”, sostuvo la profesional en diálogo con Infobae.

Lo más aberrante de esta historia llegaría poco después. El padre del niño, un jujeño de 22 años llamado Néstor, logró evitar ser encarcelado por el delito de estupro y abuso sexual infantil convenciendo a la familia de casarse con Mirta cuando ella cumpliera los 12 años. Para él, lo importante no era proteger a la niña sino salvar su reputación de abusador.

Con el correr de los meses, la familia de la menor comprobó que el matrimonio no trajo felicidad. Néstor era alcohólico y maltratador, y la pareja terminó separándose tras varios años de violencia. Mirta, aquella niña madre cuya maternidad había sido celebrada como “milagro de la vida”, murió joven, alrededor de los 40 años.

El doctor Pezzoni, que había practicado la cesárea, también tuvo un final trágico: fue asesinado durante un robo a mediados de los años ’90.

El caso de Mirta muestra cómo el abuso infantil podía ser transformado en espectáculo y romantizado como maternidad precoz. Detrás de las portadas sensacionalistas había una niña que dejó de jugar para criar a un hijo, que fue obligada a casarse con su abusador y que murió joven, tras una vida marcada por la violencia y la pobreza.

No hubo titulares que hablaran de abuso, delito o violación. Se exaltó la maternidad, se idealizó el sufrimiento y se invisibilizó por completo al agresor. La sociedad prefirió ver un “acto sublime” en lo que era, en realidad, una tragedia.

Si un caso así ocurriera en la actualidad, la cobertura mediática sería radicalmente distinta y la sociedad exigiría justicia por esa infancia interrumpida. El Estado intervendría para proteger a la niña, se abriría una causa judicial contra el abusador, y los organismos de niñez y derechos humanos denunciarían la vulneración extrema de sus derechos.

“No se puede elaborar, ni sanar un trauma si no se nomina cada cosa por lo que es, en especial la violencia y en particular la sexual contra las infancias”, señaló la psicóloga, quien hizo hincapié en que los tratamientos psicológicos para estos casos, por lo general, aparecen recién en la vida adulta.

Fuente: telam

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