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18/08/2025

El misterio de las pipas francesas y una pulpería que atesora secretos en la pampa bonaerense

Fuente: telam

En el partido de Rauch, un grupo de arqueólogos realizó un hallazgo sorprendente, que abre interrogantes y nuevas líneas de estudio de aquellos pobladores que vivían bien tierra adentro en las primeras décadas del siglo XIX

>Si salimos de Rauch en dirección a Ayacucho, a unos treinta kilómetros, cruza un camino de tierra que nos llevará a un curso de agua. Allí, el paso caprichoso del arroyo Langueyú parte una lomada en dos. En una de ellas, se levantaba una posta y pulpería llamada “de la Loma Partida”, que funcionó desde la época de Juan Manuel de Rosas, cuando ni Rauch ni Ayacucho estaban en los planes de nadie.

El pulpero, generalmente gallego o vasco, despachaba vino, que solía ser carlón, el más económico, que lo vendía suelto. También ofrecía caña, ginebra, grapa y aguardiente. No faltaban el tabaco, yerba, azúcar, sal y las infaltables galletas. Y además, ropas y telas.

Este establecimiento, construido en ladrillo casi encima del paso de toscas del arroyo, por donde circulaban las grandes carretas, era puesto obligado del tránsito comercial entre Buenos Aires y Fuerte Independencia, lo que hoy es Tandil, más aun porque funcionaba también como posta.

Las tierras donde se levantaba pertenecían, entonces, a los hermanos Vela, dueños de una estancia que llevaba el mismo nombre que el comercio. Amigos personales de Rosas, Felipe y Pedro fueron prósperos comerciantes con una visión especial para los negocios. Oriundos de la Banda Oriental, vinieron al país luego de 1816. En Buenos Aires se habían dedicado al comercio y al transporte y, ya convertidos en proveedores del ejército, vieron la veta en la política de expansión militar del general Martín Rodríguez. Se integraron a la expedición que éste encabezó al sur de la provincia de Buenos Aires, porque sabían que, a medida que se levantasen fortines, se necesitarían pulperías para abastecer a los soldados.

Cuando el 4 de abril de 1823 se fundó Fuerte Independencia, que en el futuro se denominaría Tandil, los Vela levantaron una pulpería frente al fuerte, en las actuales calles Pinto e Irigoyen, como describe Pedro Zubiaurre en su obra Historia del Rauch Rural.

Los Vela prosperaron como terratenientes, ganaderos, transportistas y prestamistas; Felipe llegaría a ser juez de paz.

La pulpería tuvo varios dueños: luego de los Vela, desde 1857 hasta 1869 la manejó el pulpero Pedro Englis y su familia, y en la década de 1870 estuvo a cargo del vasco Rafael Arrieta.

Cuando en 1891 se inauguró el ramal Las Flores – Tandil del Ferrocarril del Sud (Roca) que pasaba por Rauch, fue el principio del fin de esta pulpería y de otras tantas.

En el terreno donde se levantaba la pulpería-posta, solo quedan algunos ladrillos desperdigados. La rodeaba un foso defensivo, porque eran tiempos en que la frontera con el indígena estaba demasiado cerca.

En el terreno que ocupó, un equipo de arqueólogos e historiadores, coordinado por el Dr. Facundo Gómez Romero, a pedido de la propia comunidad de Rauch, interesada en conocer más acerca de su historia y pasado, desarrolló un sondeo exploratorio, que comenzó en la primavera del 2023 y finalizó en el otoño de este año.

Sorprendieron los resultados obtenidos. En solo cinco metros cuadrados de terreno estudiados, encontraron un inusual número de pipas de arcilla de fabricación francesa, todas provenientes de la misma fábrica del norte de ese país.

El caolín es una arcilla blanca y suave, que se utiliza, entre otros, en la fabricación de porcelana y cerámica.

Hasta el momento llevan recolectados 305 fragmentos, entre estos varias cazoletas enteras y otras solo partes. Los arqueólogos sostienen que los elementos hallados corresponden a la década de 1830.

Las piezas tenían grabadas la marca “L. Fiolet” y debajo “St. Omer”. Según los investigadores, se refiere a una fábrica de pipas que funcionó en la ciudad de Saint Omer, en el Paso de Calais, el norte de Francia entre 1761 hasta la década del veinte del siglo pasado, y que era propiedad de Louis Fiolet. Era un establecimiento importante, ya que según se señala, por 1860 producía diez millones de pipas al año.

Gómez Romero contó a Infobae que en el grupo supone que este tipo de pipas eran usadas más por los vascos que por los criollos, más afectos al cigarro.

Para el equipo, el hallazgo es por demás significativo. En yacimientos rurales bonaerenses y de La Pampa, donde se excavaron entre 60 y 70 metros cuadrados, se encontraron dos o tres pipas de este tipo. En Rauch, en cambio, en solo cinco metros cuadrados, casi cuarenta. Con lo hallado, se piensa armar un museo.

Gómez Romero estuvo al frente de un equipo integrado por los arqueólogos Emanuel Montanari, Carlos Landa, Alejandra Raies, Gorka Martín Etxebarría y José Salvador Castilleja Pérez; Sebastián Avila, historiador y Alejandro Ravazzola, realizador audiovisual. También formaron parte Melina Gómez Anzalone –está haciendo su tesis de licenciatura con el hallazgo de las pipas- y Astrid Rearte, estudiantes de la carrera de Arqueología, mientras que Salomé Gómez Romero, Fernando Suárez, Simón, Otto y Octavio Pitius fueron ayudantes. Por último, el doctor Pablo Otegui, vecino de Rauch, fue el soporte logístico, se ocupó de la conexión local y también participó de las excavaciones.

Resta un desafío: están analizando los restos que aún contenían las cazoletas. Determinaron la existencia de dos elementos: uno de ellos es tabaco pero el otro aún no han podido identificarlo.

Fuente: telam

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