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09/08/2025

Jimena Travaglio, un viaje a lo profundo de la vida digital

Fuente: telam

La muestra “Montaña insomne” en Fundación El Mirador invita a sumergirse en un universo de tapices inspirados en microchips, donde la artista cuestiona el sometimiento a las tecnologías y el estilo de vida que se propone

>Las montañas fueron, desde que el hombre intenta ser civilizado, espacios de adoración. Veneradas en la antigudad por aproximarse a los creadores, analogadas en pirámides en Egipto y mesoamérica, en las zigurats babilónicas y las ushno incaicas.

Ya en lo utilitario, en Noruega los tesoros cobran forma de semillas para la supervivencia de la especie en la “bóveda del fin del mundo”, a la espera de un apocalipsis, mientras que en el Fort Knox suizo, un búnker bajo los Alpes, se encuentran dos gigantescos data centers, en los que se custodia un ‘genoma digital’ que servirá para descifrar formatos obsoletos para generaciones futuras.

Haberse cruzado con este último proyecto fue lo que motivó a Jimena Travaglio (Viedma, 1986) a tomar el pico para excavar en la Montaña insomne, su nueva muestra en la Fundación El Mirador, en la que con su laborioso quehacer reconstruye una historiografía de las motherboard, los micropocesadores y los chips, símbolos de la comunicación y también del control de estos días.

Curada por Andrei Fernández, la exposición reúne en los dos niveles del espacio frente a Parque Lezama los tejidos realizados desde 2023, en los que Travaglio recurre a 383.409 cuentas para recrear estos “cerebros” que cumplieron funciones sencillas y programáticas como el funcionamiento de una licuadora a convertirse en un ápendice de la vida contemporánea, que, en la dama de la cartera o el bolsillo del caballero, habitan en los teléfonos móviles.

La pieza comparte cierto código matriz con los tapices flamencos, en eso de la abundancia de los detalles y la utilización de todo el espacio, aunque no -lógicamente- en la figuración que remite a cierto misticisimo, a partir de lo que parecerían ser dos ojos que todo lo observan y que, a su vez, todo lo atraen en un efecto psicotrópico.

Hay algo de lo religioso entre las 126 mil cuentas de acrílico utilizadas, como un mantra en el que la imperfección se filtra si se observa al detalle, en una coloración disimil, en alguna secuencia que, en lo mínimo, se sudbierte para manifestar, quizá, que detrás de toda gran creación de control los inexorable existe y que toda tecnología es, a fin de cuentas, una expresión de la imperfecta humanidad.

En el subsuelo, se encuentran el grueso de los tapices, la mayoría de un metro por un metro, realizados con cuentas de cristal checo, que otorgan una mayor luminiscencia refrectaria y que establecen así un paralelismo con la profundidad física de la montaña que resguarda a los sistemas que procesan datos.

Mientras en la gran obra principal se alude a la experiencia colectiva de la sobrecarga visual, las piezas más pequeñas se convierten en los elementos que la alimentan, que generan una interrelación, un feedback, el mecanismo por el cual la salida de un sistema se redirige a la entrada para controlar su comportamiento, el alma de la montaña que nunca duerme.​

“Los hice pensando en esta idea del control, de cómo nosotros portamos un chip donde vamos entregando toda nuestra información personal, y que esa información personal obviamente se usa con distintos propósitos que muchas veces ignoramos o queremos ignorar”, dice.

La velocidad y la aceleración propias de lo digital se contrastan con la lentitud y el carácter ancestral del tejido manual como espacio de resistencia y reflexión. En su proceso de ensamblar cuentas, ese mantra que se repite una y otra vez, Travaglio pone en disputa la concepción del tiempo, reflexión que desarrolló en series anteriores.

En Jitter (2017-2022) creó en una iconografía en torno a los ruidos, indeseados y abruptos, que irrumpen durante el envío de señales digitales. No puede evitarse el paralelismo con las explosiones, rayos o terremetos que irrumpen de la nada para resquebrajar la solidez de ese macizo (digital).

Estas dos acercamientos se expanden en su penúltima serie, Monitoreo y control (2022), donde la artista retomaba referencias visuales que provenían de cámaras de seguridad instaladas en instituciones punitivas, como cárceles y escuelas. Las imágenes mostraban cuerpos en actividades colectivas, como gimnasia o desfiles militares, donde el individuo se diluía en una masa maquínica.

Montaña insomne es parte de un largo proceso reflexivo que trasciende lo explícito del objeto tecnológico y que pone el centro en la parte más pequeña de un sistema que se encuentra invisible pero que termina limitando los comportamientos sociales hasta la despersonalización, aún cuando lo que se exalta es lo individual. Y es que, como microchips realizados en serie, las expresiones personales mediatizadas terminan reproduciendo modelos que alimentan y se cobijan en lo profundo de unos data centers, en los corazones ahora tecnológicos de los accidentes geologógicos.

*“Montaña insomne” de Jimena Travaglio, en la Fundación El Mirador, Brasil 301, CABA. De jueves a sábado, de 15 a 19 hs hasta septiembre. Entrada gratuita.

Fuente: telam

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