31/07/2025
Más allá de la cultura de la dieta: los límites y paradojas del empoderamiento físico femenino

Fuente: telam
En “A Physical Education”, Casey Johnston propone una ruptura con los paradigmas tradicionales sobre el cuerpo y el ejercicio, invitando a repensar el significado del desarrollo personal, entre la emancipación y la autoexigencia
>“El progreso podría consistir en retroceder, en soltar”, reflexiona Casey Johnston en su libro A Physical Education: How I Escaped Diet Culture and Gained the Power of Lifting (“Una educación física: Cómo escapé de la cultura de la dieta y adquirí el poder de levantar pesas”), una obra que desafía la narrativa dominante de la transformación física femenina. Esta frase, situada hacia el final de su relato, encapsula la idea de que el desarrollo personal y corporal no sigue una línea recta ni se resume en las imágenes de “antes y después” que saturan la cultura de la dieta. Johnston propone que el verdadero avance puede implicar abandonar viejos patrones y aceptar que el cuerpo y la identidad están en constante cambio, más allá de cualquier fotografía o estándar impuesto.
La obra de Johnston se distingue por su enfoque en las necesidades de las verdaderas principiantes, especialmente mujeres, que deben desaprender años de mensajes contradictorios sobre el ejercicio y la alimentación. A través de su columna “Ask a Swole Woman”, su boletín “She’s a Beast” y la guía para novatas “Liftoff: Couch to Barbell”, Johnston ha construido una comunidad que desafía la lógica de la dieta restrictiva y la obsesión por la delgadez. En sus textos, denuncia los ejercicios de “trabajo ocupado” que prometen atacar zonas problemáticas y critica la proliferación de consejos en redes sociales que, bajo la apariencia de empoderamiento, perpetúan la presión por reducir el tamaño corporal.
La autora recuerda cómo, desde los 12 años, interiorizó la idea de que su valor dependía de ser “lo suficientemente pequeña”, una creencia que guio sus rutinas de ejercicio durante años. El ejercicio, para ella, era una obligación o una penitencia, nunca una fuente de placer. Relata sesiones interminables en la elíptica y ejercicios calisténicos que no lograban mejorar su condición física ni su relación con su cuerpo. El cambio llegó cuando, tras explorar las artes marciales, se inició en el levantamiento de pesas siguiendo el programa de Johnston. Descubrió que levantar cargas pesadas en pocas repeticiones, alternando con descansos y una alimentación abundante, le proporcionaba una sensación de bienestar y autocomodidad que nunca había experimentado con los entrenamientos tradicionales.Johnston sostiene que el levantamiento de pesas invierte el paradigma tradicional del ejercicio femenino: en lugar de buscar la reducción, promueve el desarrollo; prioriza la función sobre la apariencia. La autora ilustra este cambio con ejemplos cotidianos: antes de entrenar fuerza, cargar una bolsa de arena para gatos de 18 kilogramos (40 libras) resultaba una odisea; ahora, la transporta sin dificultad. El fortalecimiento muscular le permitió superar dolores crónicos, ganar autonomía y modificar su postura y su forma de caminar. Además, el entrenamiento de fuerza mejoró su rendimiento en otras actividades físicas, como el cardio.No obstante, la influencia de la cultura de la dieta persiste incluso tras estos descubrimientos. Johnston confiesa que, al permitirse comer más, temía el “peor destino” para una mujer: ganar tres o cinco libras (1,4 o 2,3 kilogramos). Una de las escenas más impactantes del libro, según destaca Julie Beck en The Atlantic, es el intento fallido de convencer a su madre —una mujer que ha hecho dieta toda su vida— de los beneficios del levantamiento de pesas. Tras una frustrante sesión en el gimnasio, la madre expresa su temor a convertirse en “una de esas viejas gordas que no le gustan a nadie”. Johnston intenta rebatirlo: “Puedo pensar en muchas mujeres mayores y gordas que mucha gente ama”, pero su madre responde: “Pero no me amarían”. Este diálogo revela la profundidad del condicionamiento social que asocia el valor femenino con la deseabilidad y la conformidad con un ideal corporal único.
La presión de la cultura de la dieta se manifiesta también en el entorno digital. La autora relata cómo, tras seguir cuentas de levantamiento de pesas en Instagram, el algoritmo comenzó a mostrarle vídeos de “viajes para perder peso” y rutinas para “chicas atractivas”, mientras proliferan las celebridades que recurren a medicamentos como Ozempic para adelgazar. Johnston admite que, aunque su objetivo era ganar masa muscular, experimentó cierta incomodidad al subir una talla en su ropa, lo que evidencia la persistencia de los estándares sociales.A pesar de estas ambivalencias, Johnston y quienes la siguen encuentran en el levantamiento de pesas una metáfora para una relación más equilibrada con el esfuerzo y el logro. El progreso no se mide por la extenuación, sino por la capacidad de añadir un poco más de peso, de permitir que las mejoras se acumulen gradualmente y de reconocer que el descanso es parte esencial del proceso. La autora describe cómo intercala los entrenamientos con días de reposo y cómo disfruta de pequeños placeres, como comer caramelos ácidos entre series, inspirada por levantadores de pesas que consumen carbohidratos de rápida absorción antes de un esfuerzo intenso. El gimnasio, para ella, ha dejado de ser un espacio de castigo para convertirse en un lugar donde el desafío, el descanso y el placer pueden coexistir.
El fracaso, lejos de ser un obstáculo, forma parte del proceso de fortalecimiento. Johnston afirma: “Desarrollar la fuerza consiste en esforzarse constantemente para superar los propios límites actuales”. A veces, esto implica no lograr una repetición con un peso inédito; otras, supone recaer en antiguos patrones de pensamiento. Ambas experiencias, según la autora, son señales de que se está avanzando. Las imágenes de “antes y después” solo capturan un instante, mientras que el cuerpo y la identidad continúan transformándose fuera del encuadre.Fuente: telam
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