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27/07/2025

Daniel Schteingart, de Fundar: “No podemos conformarnos con ser un país estable, pero no desarrollado”

Fuente: telam

Mientras la inflación retrocede y algunos indicadores muestran recuperación, el director de Desarrollo Productivo de la entidad advierte sobre los desafíos pendientes y el riesgo de centrar la agenda solo en la estabilidad macroeconómica

>“El principal logro del La coyuntura económica argentina sigue marcada por la tensión entre avances en ciertos frentes y problemas estructurales de larga data. Mientras el país registra una En este contexto, la política económica, el rol del Estado y el desarrollo productivo aparecen en el centro del debate sobre el rumbo del país, que busca dejar atrás la inestabilidad, la pobreza y la desigualdad que caracterizaron la última década.

— Sin dudas, el principal logro del Gobierno ha sido la baja de la inflación, algo central en su promesa electoral. Esto permitió, pasados los meses iniciales de gobierno, una recuperación de los ingresos de las familias y una caída del índice de pobreza que superó las expectativas. Es difícil entender la solidez del oficialismo en las encuestas sin este dato.

Sin embargo, veo problemas muy relevantes. Por un lado, la baja del tipo de cambio (es decir, la Argentina cara en dólares) ayudó a reducir la inflación, pero está deteriorando el frente externo. De hecho, ya hace meses que hay déficit en la cuenta corriente. Si bien esta vez convive con superávit fiscal primario -algo que no ocurrió en otros momentos de la historia argentina-, la experiencia internacional muestra que eso no garantiza inmunidad. Basta recordar los casos de Chile en 1982, España en 2007 o varios países asiáticos en los 90, que tuvieron crisis producto del déficit de cuenta corriente con superávit fiscal.

Otro problema que veo es lo que está pasando con el mercado laboral. Aunque la economía en 2025 ya superó el nivel de actividad de 2023, el empleo no acompañó esa recuperación: hay más desempleo que antes y menos trabajadores formales en empresas privadas. La reactivación fue muy pobre en términos de generación de empleo de calidad.

Por otro lado, algo particularmente preocupante es el retroceso en la inversión pública clave para el desarrollo económico de largo plazo. La reducción drástica del gasto en infraestructura, ciencia y tecnología, salud o educación superior -acompañada incluso por campañas de desprestigio contra las universidades, la ciencia o el Garrahan- pone en riesgo capacidades que tardaron décadas en construirse.

— ¿Cuál debería ser el rol del Estado en la promoción del desarrollo productivo en el escenario actual?

Hoy está de moda decir que todo lo que toca el Estado argentino lo rompe. En materia productiva, nos agarramos del despilfarro de recursos en esquemas de promoción que funcionan mal -como el de la Pero hay también éxitos productivos que hubieran sido imposibles sin políticas industriales y tecnológicas. Argentina es el principal hub exportador de pickups de Sudamérica, uno de los principales polos biotecnológicos de la región y el único país latinoamericano capaz de producir satélites geoestacionarios de comunicaciones, radares y reactores nucleares de investigación.

— Muchos economistas señalan que, pese a mejoras en inflación y pobreza, aún falta un plan concreto de desarrollo. ¿Coincide con esta percepción?

— Cien por cien. Si uno se guía por las señales que se vienen viendo y por los incentivos que se generaron -por ejemplo, a partir del Fuera del impulso a estos sectores, Más allá de que ese diagnóstico me parece simplista, el Gobierno también subestima algo clave: la destrucción de sectores es rápida, pero la creación de nuevos sectores es lenta. Y lo más grave es que ni siquiera les preocupa qué hacer con los miles de trabajadores que perderán el empleo en ese escenario.

Desde Fundar estimamos que hay 430.000 empleos en riesgo por la estrategia de apertura comercial. Mayoritariamente se trata de varones, con nivel de formación medio, que trabajan en la industria. El gobierno está abriendo la economía sin paracaídas: no plantea ningún mecanismo de compensación a los perdedores del modelo, y confía en que el mercado, por sí solo, generará nuevas oportunidades. Lo que nunca responde es: ¿en cuánto tiempo?

— Algunos sostienen que es necesario un tipo de cambio más alto, aun con más inflación, para mejorar el panorama productivo. Otros señalan que solo beneficiaría a sectores exportadores. ¿Cuál es su visión al respecto?

Esto es importante porque los sectores transables, además de generar divisas, tienen mayores efectos multiplicadores: cada empleo directo genera muchos más empleos indirectos que en los no transables.

Subrayo lo de “en el mediano plazo” porque el desafío es ganar competitividad exportadora con el menor impacto posible en la inflación y, por ende, en los salarios. Hay evidencia de que el pass through (es decir, cuánto de una devaluación se traslada a precios) es mucho menor cuando se parte de niveles bajos de inflación y cuando la política económica del gobierno y del banco central tienen credibilidad y logran anclar expectativas.

— ¿Cree que la política económica debería reducir diferencias de productividad entre sectores o concentrarse en apuntalar aquellos con ventajas competitivas y abrir el comercio para el resto?

Pero en el medio hay una amplia franja de sectores que son potencialmente competitivos o que tienen segmentos de muy alta productividad. Muchos de ellos son de complejidad tecnológica relativamente alta y generan empleo calificado, algo que no siempre aportan los sectores más competitivos hoy.

Con un tipo de cambio más sostenible, y un menor “costo argentino” (un sistema impositivo que grave menos a los sectores productivos, mejoras de infraestructura, costos del financiamiento, costos regulatorios, etc.), estos sectores pueden tener un desempeño mucho mejor que el que vienen teniendo.

Argentina es un país de 47 millones de habitantes. No nos alcanza solo con el sector primario si queremos un — Los indicadores revelan mejoras en la productividad del agro, industrias extractivas y servicios financieros, pero caída en las manufacturas no agropecuarias y el resto de los servicios. ¿Es esto una característica histórica?

Contrario a lo que muchas veces se cree, la industria tiene una productividad laboral muy de mitad de tabla para arriba: el PBI por ocupado es 40% mayor a la media del sector privado. El agro también está por encima, pero solo 2%. Dentro de los sectores de menor productividad tenemos mayormente los servicios que demandan empleo no calificado (como el trabajo en casas particulares o la gastronomía) y la construcción.

— Porque lo que determina la competitividad es la productividad relativa (no absoluta) frente a otros países. En todo el mundo la industria es muy de mitad de tabla para arriba, y en gran parte del mundo el agro es de productividad inferior a la media -a diferencia de lo que pasa acá-. Entonces, la productividad relativa de nuestro agro es particularmente alta.

Ahora bien, la formalidad del empleo y los niveles salariales correlacionan mucho más con la productividad absoluta que con la productividad relativa. Los salarios en el petróleo, la minería, la industria, la energía o las finanzas son mucho más altos que en el agro y la mayoría de los servicios.

— ¿Qué balance hace sobre la evolución de la desigualdad en la Argentina en los últimos años y cuáles deberían ser las prioridades para reducirla?

En 2011 teníamos 28% de pobreza, con niveles de desigualdad similares a los actuales. La diferencia es que, en ese entonces, el Si Argentina quiere reducir la pobreza de forma sostenible, necesita volver a crecer de manera sostenida. Por supuesto, mientras más bajemos la desigualdad, más rápido va a bajar la pobreza. Pero ningún país con el PBI per cápita de Argentina, sea más o menos igualitario, tiene pobreza cero.

— Creo que, ante todo, hay que nivelar para arriba (igualar en la prosperidad), no para abajo (igualdad en la pobreza). Esto requiere una economía que sí o sí crezca, y en donde los frutos del crecimiento se distribuyan por toda la población y, especialmente, más rápido en las clases menos pudientes.

— Primero, el sistema tributario: debe ser menos distorsivo, pero también más progresivo y combatir de forma activa la evasión. Segundo, invirtiendo en bienes públicos fundamentales, como la salud y educación de calidad desde la niñez temprana, que iguala oportunidades y amplía capacidades.

Si logramos que las unidades más débiles -como las micro y pequeñas empresas- mejoren su productividad, vamos a reducir de forma estructural la desigualdad, porque van a tener mucha más espalda para pagar buenos salarios sin dejar de ser competitivas.

— En Argendata (un muy ambicioso proyecto de datos sobre Argentina que tenemos en Fundar) vemos que hay tres verdades simultáneas sobre nuestro país. La primera verdad es que, en prácticamente todos los indicadores de desarrollo económico y social (PBI per cápita, pobreza, escolarización, esperanza de vida, etc.), Argentina es un país de mitad de tabla para arriba a nivel global y regional.

La segunda verdad es que no todo tiempo pasado fue mejor. Tenemos una mirada muy nostálgica de nosotros mismos y creemos a menudo que hace cien años vivíamos mejor. Pero hoy tenemos la mayor esperanza de vida, el mayor acceso histórico a la educación, la menor mortalidad infantil, el menor hacinamiento habitacional… y la lista sigue. Sí, estamos lejos de nuestro mejor momento en materia de ingresos, pero en la mayoría de los indicadores sociales Argentina tendió a mejorar con el tiempo.

Las tres verdades pueden resumirse en una frase: “no somos un país de mierda (todavía)”.

— Lo más urgente es que Argentina tiene que volver a crecer sostenidamente de una vez por todas. Por supuesto, esto requiere estabilizar la macroeconomía. Pero con eso solo no alcanza.

El mundo tiene alrededor de 200 países, y más de 150 de estos tienen estabilidad macroeconómica. Sin embargo, desarrollados y con pobreza cero solo hay unos 40. Lo que diferencia a estos 40 de los otros 110 (como los latinoamericanos) es que tienen:

    Por eso es tan importante la política productiva: las estructuras productivas no se transforman solo por magia del mercado, y yo no me conformo con formar parte de los 110 países estables pero no desarrollados.

    Por un lado, la Por último, ¿qué reflexión final le gustaría dejarles a los lectores sobre los desafíos y oportunidades que enfrenta el país?

    Quiero creer que de nuestros fracasos van surgiendo aprendizajes. Y me gustaría que, algún día, esos aprendizajes se transformen en consensos básicos de política:

      Argentina no está condenada al fracaso. Pero tampoco está condenada al éxito. Todo depende de lo que hagamos con lo que tenemos. Y la verdad: no está tan mal lo que tenemos.

      Fuente: telam

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