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23/07/2025

El problema de Estados Unidos en América Latina: cómo la política de solo sanciones descuida las amenazas a la seguridad

Fuente: telam

Mientras actores hostiles consolidan su infraestructura e influencia en países clave de la región, las medidas de Washington han demostrado ser insuficientes para contener las amenazas más complejas

>A medida que aumentan las tensiones entre Estados Unidos e Irán, un peligroso punto ciego amenaza la seguridad nacional estadounidense: América Latina. Mientras Washington se centra en los conflictos de Oriente Medio, Irán y otros adversarios están construyendo silenciosamente una red operativa en las narices de los Estados Unidos, una red que las sanciones por sí solas no pueden desmantelar.

El reciente testimonio de Hugo “Pollo” Carvajal, ex jefe de inteligencia de Venezuela, revela la profundidad de la cooperación entre Irán y Venezuela. No se trata de una asociación meramente simbólica, sino de una colaboración operativa que abarca asuntos militares, intercambio de inteligencia y sofisticados esquemas de evasión de sanciones.

Lo más alarmante es que Carvajal testificó que el régimen de Venezuela creó la pandilla “Tren de Aragua”, cuyos miembros operan en la región, incluyendo Estados Unidos. Este grupo se dedica al secuestro, extorsión, trata de personas e intimida a las comunidades de venezolanos en el exilio.

La estrategia de Irán es aprovechar las redes criminales existentes en toda América Latina. Hezbollah mantiene amplias conexiones con cárteles y pandillas de la droga en toda la región. En Europa, Irán ya ha demostrado su voluntad de utilizar organizaciones criminales como Foxtrot y Rumba para asesinatos, vigilancia y secuestros. El fragmentado entorno de seguridad de América Latina proporciona un espacio operativo ideal para actividades similares.

El uso de estas pandillas permite a Irán negar su responsabilidad al tiempo que va ampliando sus capacidades operativas. Las redes criminales brindan recopilación de inteligencia, apoyo logístico y capacidades potenciales de ataque sin huellas dactilares iraníes directas, un modelo que fácilmente podría extenderse a todo el hemisferio.

Hasta ahora la respuesta de Estados Unidos ha sido limitada: más sanciones. Cuando Washington revocó las licencias de las compañías petroleras occidentales para operar en Venezuela hace dos meses, la medida fracasó. En lugar de presionar la transición democrática, aceleró el giro de Maduro hacia los adversarios de Estados Unidos.

El régimen ahora emplea sofisticadas operaciones “barco a barco”, transfiriendo crudo venezolano a buques que enarbolan banderas de las Comoras antes de entregar petróleo a China a través de puertos de Malasia y Singapur. Estas operaciones de flota oscura no sólo hacen que las sanciones carezcan de sentido, sino que crean precedentes peligrosos. Las mismas redes de contrabando que mueven petróleo hoy, bien podrían transportar armas mañana.

La asociación Irán-Venezuela constituye un “eje de evasión” más amplio en toda América Latina. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Irán ha firmado acuerdos de defensa con Bolivia que, según se informa, incluyen la provisión de pasaportes bolivianos a ciudadanos iraníes, una práctica de la que Venezuela fue pionera y que extendió a las naciones del Caribe. El Ministerio de Seguridad Nacional de Argentina ha expresado su preocupación de que tales acuerdos puedan facilitar el terrorismo en toda la región. Colombia, un país que había sido el aliado más fuerte de Estados Unidos durante décadas, ha tomado la delantera en desafiar a Washington en la región. Más recientemente, organizó una conferencia en Bogotá que reunió a representantes de varios países del Sur global que se oponen a la guerra en Gaza. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, también desafió a Occidente al condenar a la OTAN y amenazar con retirar el status de país aliado del grupo.

La Colombia de Petro es parte de este eje de países antiamericanos y ya ha estado en contacto con líderes iraníes y ha expresado su deseo de fortalecer las relaciones con la Republica islámica.

Brasil presenta quizás el caso más preocupante. El gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva condenó las operaciones israelíes contra Irán y acusó a Israel de “genocidio premeditado” en Gaza. En 2023, dos buques de guerra iraníes atracaron en Río de Janeiro: uno “era sospechoso de estar involucrado en una venta de armas a Venezuela que finalmente fracasó”, según el ex presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Michael McCaul. El comercio entre Brasil e Irán ha alcanzado los 3.000 millones de dólares anuales, consolidando los vínculos económicos que complementan el alineamiento político.

La política actual de Estados Unidos agrava estos problemas a través de la incoherencia estratégica. La amenaza del presidente Trump de imponer aranceles del 50% a Brasil por los problemas legales de Jair Bolsonaro ejemplifica un pensamiento contraproducente. Tales medidas probablemente empujarían a Brasil aún más hacia Rusia, China e Irán, al tiempo que socavarían la credibilidad de Estados Unidos en materia de Estado de derecho y soberanía.

De manera similar, las sanciones que perjudican principalmente a los civiles venezolanos y al mismo tiempo dejan intactos el tráfico de drogas y los flujos de ingresos ilícitos del régimen no sirven objetivos humanitarios ni estratégicos. El gobierno de Maduro ha demostrado ser notablemente adaptable a la presión económica y al mismo tiempo mantener el control político a través de la represión y la actividad criminal.

Una política eficaz requiere ir más allá del pensamiento únicamente de sanciones hacia un compromiso regional integral. El “Plan Colombia” demuestra cómo es el éxito: una asociación sostenida que combina cooperación en materia de seguridad, desarrollo económico y construcción institucional. Ese modelo abordó las causas profundas de la inestabilidad y al mismo tiempo fortaleció la gobernabilidad democrática.

Veinte años de negligencia estadounidense han creado espacio para que los adversarios construyan puntos de apoyo permanentes en el hemisferio occidental. La creciente presencia de Irán no representa una mera molestia. Constituye una amenaza directa a la seguridad nacional estadounidense y la estabilidad regional. Las mismas redes que hoy facilitan la evasión de sanciones, podrían asestar un fuerte ataque terrorista que dejaría múltiples fatalidades.

La administración Trump se enfrenta a una difícil elección: continuar con políticas reactivas centradas en sanciones que claramente han fracasado, o desarrollar estrategias regionales integrales que aborden los desafíos de seguridad a través de una asociación y un compromiso sostenidos. Los problemas de América Latina no se resolverán por sí solos y los adversarios de Estados Unidos no abandonarán voluntariamente un territorio tan estratégicamente valioso.

Fuente: telam

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