18/07/2025
Las mil vidas de Molly Brown, la filántropa que sobrevivió al Titanic y se convirtió en una activista por el sufragio femenino

Fuente: telam
Activista por los derechos de las mujeres, de los mineros y sobreviviente del hundimiento del trasatlántico, Margaret Brown fue contra los mandatos de su época. Recordada como “la insumergible”, fue una mujer que se negó a callar. Nació el 18 de julio de 1867
>Cuando el Titanic se hundió en las heladas aguas del Atlántico, Margaret Tobin Brown no solo logró sobrevivir: se convirtió en un símbolo de coraje, liderazgo y solidaridad. Sin embargo, su historia fue mucho más que esa noche de naufragio.
Durante la Primera Guerra Mundial viajó como voluntaria a Francia para asistir a soldados heridos, acción que la condecoró con la Legión de Honor. Pero Molly también tenía vocación artística y fue una de las actrices amateurs y benéficas en los escenarios de Nueva York y París, y confesa admiradora de la actriz francesa Sarah Bernhardt. Feminista sin etiqueta, transgredió las convenciones de su tiempo con una convicción que no era frecuente en esa época.
Margaret Tobin nació el 18 de julio de 1867 en Hannibal, Misuri, en el seno de una familia católica de inmigrantes irlandeses. Su infancia transcurrió entre privaciones, pero también entre el ejemplo del esfuerzo diario. Desde joven entendió que el trabajo era el único camino para forjar un destino distinto, así se lo enseñaron sus padres. En esa búsqueda, cuando cumplió 18 años se mudó sola a Leadville, Colorado, donde consiguió empleo en una tienda de ropa y otro artículos domésticos. En esa ciudad en crecimiento —por el negocio de la plata y el oro— conoció a James Joseph Brown, un ingeniero de minas con conciencia sindical, con quien se casó el 1 de septiembre de 1886. Tenía 19 años.
Como si la buena fortuna supiera que ella era la indicada para recibir una sorpresa, la vida de la pareja dio un giro inesperado en 1893, cuando JJ Brown descubrió oro en la mina Little Jonny, operada por la Ibex Mining Company. Ese hallazgo los convirtió en millonarios de la noche a la mañana y los llevó a frecuentar los círculos sociales más exclusivos de Denver, donde compraron una mansión. Pero Mrs. Brown no se dejó engañar por los lujos de la nueva vida ni se conformó con los privilegios de su nueva posición social: fiel a su sentir, eligió el compromiso social en lugar del lujo vacío. Ella sabía lo que significaba no tener nada.
En lugar de centrarse en los bailes de gala y la vida social casi obligada, ella se dedicó a estudiar idiomas (francés, alemán e italiano), a promover principalmente el acceso a la educación pública y gratuita para las clases trabajadoras, especialmente para las mujeres, niñas y niños inmigrantes: apoyó escuelas públicas en Colorado, donó dinero a bibliotecas, para becas y programas de alfabetización para mujeres y niñas, convencida de que la educación era clave para su independencia.A fines del siglo XIX, su figura comenzaba a incomodar a la alta sociedad de Denver, que no estaba acostumbrada a una mujer rica que opinara en voz alta sobre política, pobreza y desigualdad social. No le perdonaban el golpe de suerte que la había convertido en millonaria. Y fueron todas esas diferencias de opiniones las que comenzaron a desgastar su matrimonio; aunque hubo viajes e intentos para reestablecer la pareja, no lo lograron. Pese a que no hubo un divorcio legal, Molly y J.J. se separaron a principios del siglo XX. En 1922, James Brown tras un ataque cardíaco en el hospital de Nassau en Nueva York, al lado de su hija Helen.
Tras su separación, Margaret aprovechó para viajar y ampliar su formación cultural (tenía vocación autodidacta). El 24 de enero de 1912 embarcó en el RMS Olympic, buque gemelo del Titanic, con destino a Europa, donde visitó a su hija Catherine Ellen, de 23 años, que estudiaba en La Sorbona de París. Durante febrero, recorrieron juntas Egipto y mientras estaban en El Cairo donde se reencontraron con el empresario John Jacob Astor IV y su joven esposa Madeleine, quienes estaban de luna de miel. Fascinada, la pareja les habló del lujoso Titanic, en el que planeaban regresar a América. Era el viaje inaugural.Al regresar a Francia junto a los recién casados, Margaret se hospedó en un hotel de la plaza Vendôme. No está claro si había dejado la idea de lado de aquel viaje, pero el 9 de abril recibió un telegrama que cambió todo: uno de sus nietos —hijo de Lawrence Palmer Brown, su primogénito—estaba enfermo. Sin dudarlo, dejó todo de lado para regresar a Estados Unidos lo antes posible: compró un pasaje de primera clase en el Titanic, el primer transatlántico disponible con destino a Nueva York...
El 10 de abril, abordó el tren en la estación de Paris Saint-Lazare rumbo a Cherburgo, donde el Titanic haría escala. La salida del barco desde Southampton se había demorado, por lo que Margaret y otros pasajeros debieron esperar más de lo previsto. A las 18:35, finalmente embarcó en el SS Nomadic —el transbordador de primera clase— y subió a bordo del Titanic. Mientras esperaban, conversó con su amiga Emma Bucknell, una viuda adinerada que confesó tener un mal presentimiento sobre el viaje. Molly, con su habitual aplomo, respondió con palabras tranquilizadoras. Parte de su equipaje, incluidas tres cajas de antigüedades destinadas al museo de arte de Denver, fue cargado en el barco Traffic junto al de los pasajeros de tercera clase.Entre los escritos que dejó, describió su camarote como “una sala en la que cabían tres personas”, se refería al camarote 23, ubicado en la cubierta E. “Después de la comida, el lugar favorito y popular era la sala de lectura, donde los pasajeros se acomodaban confortablemente con algún libro elegido de la bien equipada biblioteca del buque. Otros tomaban una tranquila siesta en cubierta, envueltos en pesadas mantas de viaje. Pocos permanecieron en sus camarotes, porque el mar estaba en perfecta calma y no se sentían vibraciones. En consecuencia: había poco o ningún mal de mar”, escribió el 28 de mayo de 1912 para el Herald, en una de las tres crónicas en las que contó su experiencia porque, por ser mujer, no pudo declarar ante la comisión investigadora...
El 14 de abril de 1912, a las 23:40, el Titanic chocó contra un iceberg en las frías aguas del Atlántico Norte. Margaret estaba leyendo en su camarote cuando sintió el impacto. Se abrigó, tomó unos cuántos dólares, sus documentos y algunos efectos personales, y subió a cubierta. No solo mantuvo la calma: ayudó a otras mujeres a encontrar sus botes, distribuyó chalecos salvavidas y asistió a quien lo necesitaba en medio del caos.Tras el rescate por el RMS Carpathia, no descansó. Organizó una colecta a bordo para ayudar a los pasajeros de tercera clase que lo habían perdido todo, consoló a huérfanos, colaboró en la identificación de cuerpos y denunció la escasa preparación de la tripulación ante una emergencia. También distribuyó su propio abrigo entre mujeres inmigrantes que no tenían con qué abrigarse.
“Aquella noche, lo que más me dolió no fue el frío —escribiría tiempo después—, sino los gritos. Los gritos que aún puedo oír cuando cierro los ojos”.Con el paso de los años, la prensa la apodó La insumergible Molly Brown, aunque ese nombre —más útil para la mitología popular que para la verdad histórica— nunca fue pronunciado por ella. Aunque no buscó reconocimiento ni ser heroína, Margaret usó la notoriedad ganada tras el naufragio como un visto bueno para continuar su activismo: apoyó públicamente el sufragio femenino, promovió la educación pública, luchó por mejores condiciones laborales en las minas y denunció las desigualdades estructurales de su país.Murió el 26 de octubre de 1932, en Nueva York, a los 65 años. Vivió con intensidad, sin obedecer normas ajenas, sin pedir permiso para opinar ni actuar. Donó gran parte de su patrimonio a instituciones educativas y obras benéficas.
Su casa en Denver funciona hoy como museo y centro educativo, gestionado por el Molly Brown House Museum. Es un lugar de memoria que celebra a una mujer que remó, literalmente, contra la corriente de su época. Margaret Brown no fue solo una sobreviviente: fue una voz insoslayable en la historia de las mujeres que transformaron su tiempo.
Fuente: telam
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