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18/07/2025

Una vida dedicada a los niños, el conflicto familiar del que se arrepiente y el amor que lo reinventó: el hombre detrás de Piñón Fijo

Fuente: telam

Fabián Gómez, quien regresa a la Capital Federal para ofrecer un show el 22 de julio en el Teatro Broadway, abrió su corazón para hablar de su presente profesional, la relación actual con sus hijos y nietos y su reinvención junto Fernanda, la mujer con la que empezó una relación en la pandemia

>El que llega a la entrevista no es Piñón Fijo, sino Fabián Gómez. El hombre detrás del personaje. Y no solo porque se encuentra desprovisto de su tradicional traje de payaso y el típico maquillaje que por más de tres décadas le permitió mantener la fantasía de los niños escondiendo sus rasgos, sino también porque viene dispuesto a abrir su corazón como nunca antes lo había hecho. Hubo un quiebre, tanto en su vida personal como en su carrera, cuando hace unos años tuvo el impulso de reclamar vía redes sociales que no podía ver a su nieta. Y sus hijos, Solcito y Jeremías, le respondieron por el mismo medio, dejando asociada a su nombre la palabra “maltrato”.

—Vuelve a la calle Corrientes: imagino que es una gran alegría para usted...

—Usted se había convertido en un clásico, casi imbatible.

—En este tiempo los chicos fueron cambiando y hay quienes piensan que es imposible competir contra una pantalla de celular. ¿Cómo se hace?

—No tengo la fórmula. Me acuerdo que cuando yo era un papá joven, de niños chiquititos, ya peleábamos contra otro tipo de pantalla como era la de la tele. Y nunca opté por prohibir, porque todo lo prohibido cobra un encanto especial, sino que traté de dar opciones y seducir con actividades que fueran más orgánicas. Esa fue mi apuesta.

—Es que, en realidad, es un problema de adultos más que de los niños. Pero bueno, los chicos pobrecitos son los destinatarios de nuestras decisiones. Y de las distintas escuelas de psicología que van cambiando el librito cada lustro y, cuando te dicen que esto no era tan así, tu hijo ya tiene 20 años.

—Más allá de la culpa que los psicólogos siempre hacen recaer en los padres, ¿usted es de hacer autocrítica?

—Me pregunto si tiene alguna connotación esto de “esconderse” detrás del maquillaje...

—No. Y creo que el concepto tampoco es esconderse. En realidad, esto nació como un juego mágico, de hacer que el personaje sea el personaje. Si no hubiera sido un maquillaje, hubiera sido un traje de muñeco. Y a los chicos no les interesaría saber quién es el señor que se mete adentro. Es más, me ha pasado de ver a un papá o a una mamá diciéndole a su hijo: “¡Mirá, ese señor es Piñón!”. Y que el niño los mirara como diciendo: “Para mí no es”.

—Quizá alguno más grandecito y porque algún adulto se lo dijo antes. Los chicos no porque mantienen la fantasía. Pero insisto: no pasa por esconderme sino por mantener una dinámica de juego. Es una convención que nació espontáneamente en el primer cumpleaños que animé. Los papás me preguntaron si me quería pintar delante de los chicos o si necesitaba que me prestaran una habitación. Y yo opté por lo segundo. No me imaginé que lo mío iba a durar años, que iba a llegar a Buenos Aires y que iba a hacer tanto lío. Pero lo mantuve así. De todas maneras, no tengo una cuestión histérica de que no me miren sin maquillaje.

—En algún momento estuvo un poco perseguido, ¿o no?

—Entiendo: así como los que manejaban a Sandro pretendía que se mostrara solo para alimentar la fantasía de las nenas, en su caso pretendían que Piñón no tuviera una vida fuera del personaje...

—Algo así, era más una cuestión de márketing.

—Soy bastante introvertido, porque siempre estoy metido en tratar de armar algo para cuando esté maquillado. Soy muy inquieto con la tecnología, muy inquieto con la música, muy inquieto con las letras... Soy muy inquieto con todas esas cosas que me apasionan y que después las termino volcando en el personaje. Así que no me da el tiempo ni para tener vida social.

—Lo que pasa es que, en mi concepto, lo mío no es un trabajo. Para mí es un juego. Yo me levanto una mañana con la gran preocupación de saber qué dibujito nuevo voy a hacer, qué canción voy a crear, qué juego voy a plantear o qué sueño voy a desarrollar. ¿Entendés? No es un trabajo del cual necesito descansar, porque vivo jugando. Hace 60 años que vivo jugando y me siento un privilegiado por eso.

—Hace mucho que que nos abrazamos y estamos muy bien. Lo que pasa es que tratamos de hacerlo con perfil bajo. Nos dio mucho pudor que un asunto familiar traspasara las fronteras de la intimidad. Y bueno, de eso nos hacemos cargo... No lo pudimos o no lo supimos manejar y se armó una cuestión nacional de un berrinche que en todas las familias se da. ¡El que diga que su papá nunca le levantó la voz porque no hizo lo que le habían mandado a hacer, que nos cuente la fórmula! Y acá no pasó más que eso.

—Yo enseguida grabé un audio diciendo que, lo que yo entendía como enfático a nivel laboral, del otro lado se sintió como un maltrato. Es un hilo muy fino. Y creo que la sociedad se maneja con ciertos conceptos, para bien, pero de manera muy pendular. Y bueno, se pasa de un extremo al otro.

—¿Cree que en 2022 cuando pasó esto era un momento muy sensible?

—¿Hizo algún mea culpa cuando ocurrió eso?

—¿Pero pudo sentarse con tu hija y decirle: “Me equivoqué en esto”?

—Convengamos que los programas de espectáculos hablaron del tema porque ustedes lo hicieron público en redes...

—¿Lo afectó laboralmente esto que pasó?

—Eso se pone por ley cuando se habla de estos temas, ¿lo sabe?

—Insisto: la palabra “maltrato” existió. Así como le pregunté si usted hizo un mea culpa, ¿su hija le pidió perdón por usarla asociada a su nombre?

—¿Y con su hijo, que en su momento salió a apoyar a su hermana, cómo se lleva?

—El reclamo había empezado porque usted decía que no podía ver a su nieta, Luna, ni había conocido entonces a León, el segundo. ¿Cómo está el tema del abuelazgo ahora?

—Entiendo que, en algún punto, estos desencuentros habían empezado después su separación de la madre de sus hijos...

—Antes había más hipocresía, también.

—¿Ahora está en pareja?

—¿Cómo sucedió eso?

—¿Ella se acopló a su rutina?

—¿Siente que como una nueva oportunidad que le dio la vida?

—¡Fueron cuatro décadas si saber el uno del otro!

—¿Por ejemplo?

—Es un mensaje muy positivo teniendo en cuenta que a cierta edad hay quienes se resignan a no ser feliz, cuando la realidad es que mientras haya vida uno puede cambiar de pareja, de trabajo o de lugar de residencia buscando su felicidad...

—¿Por eso hay que aprovechar cada minuto?

Fuente: telam

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